El Joker, la risa macabra de un marginado.
“Solo espero que mi muerte tenga más sentido que mi vida” Joker
Por: Eduardo Clavijo (1)
El Joker, el guasón, o el payaso del crimen, ese patético personaje creado para el comic de Batman en 1940 por Bill Finger, Bob Kane y Jerry Robinson, adquirió vuelo propio en la película dirigida por Tood Phillips e interpretado por el formidable Joaquín Phoenix, quien precisamente por dicha actuación obtuvo el premio Oscar como mejor actor el pasado 9 de febrero. Por la misma razón fue galardonado con los premios BAFTA, Globo de oro, sindicato de actores y de la crítica cinematográfica
Después de disfrutar numerosas versiones del guasón como la bufonesca de César Romero en la serie televisiva de 1966, la gansteril de Jack Nicholson en 1989, la anarco psicópata de Heath Ledger en 2008, la mafiosa vanguardista de Jared Leto en 2016; en 2019 se estrenó la película con Joaquín Phoenix centrada en la vida del joker, haciendo énfasis en su entorno psicológico y social; cinta que despertó muchas expectativas y prevenciones, dada su dosis de violencia fue prohibida para el público infantil y sin embargo ese año se constituyó en la séptima película más taquillera.
Catalogada dentro del género drama suspenso con alta dosis de violencia, hubo teatros que se negaron a exhibirla, debido a que en la muestra de la película de Batman “El caballero de la noche asciende”, hubo una masacre en el condado de Aurora, Colorado (Estados Unidos) en el año 2012. Teniendo en cuenta lo anterior, numerosos psicólogos y sociólogos han analizado la cinta y las opiniones de dividieron respecto a su influencia: para algunos la conducta del personaje puede ser emulada y por ello ser generadora de violencia, en tanto que, para otros, es la historia de un individuo que sufre los embates de una sociedad violenta y deshumanizada como lo han hecho otros filmes en la actualidad.
Indudablemente son muchos los méritos de la cinta, no en vano tuvo once nominaciones a los premios Oscar, de los cuales obtuvo dos estatuillas, mejor actor y mejor banda sonora original, categorías en la cual fue premiada por otras instituciones entre 2019 y 2020. La fotografía, la dirección, el guion, así como una acertada dirección hacen de esta película digna de ser vista y analizada, puesto que su argumento también constituye una de sus fortalezas debido a que aborda temáticas como el abuso infantil y la falta de protección por parte del Estado hacia las personas que sufren trastornos mentales. En estos dos últimos aspectos haremos énfasis en las siguientes líneas.
En primer lugar, el personaje Arthur Fleck es un individuo marginado, con un empleo precario como payaso anunciante que es violentado por la sociedad de diferentes maneras: sufre golpizas, es despedido del empleo, ridiculizado por un presentador de televisión, agredido en el metro por unos jóvenes y violentado por (Penny) su madre, quien lo censura permanentemente. Arthur sufre lo que se denomina afección seudobulbar, la cual consiste en una reacción incontrolable de llanto o risa ante una situación tensa; es un trastorno del sistema nervioso que puede ser provocado por un trauma craneoencefálico. En efecto, el protagonista de niño sufrió golpes maltrato y abuso por parte de Penny, así como de el novio de esta. Una sumatoria de dificultades inciden en su transformación en joker, ya que asesina a quienes le han causado daño como los jóvenes en el metro que lo agredieron salvajemente; a su compañero de trabajo quien le suministró el arma malintencionadamente; a quien consideraba su progenitora, luego de descubrir que había sido adoptado y que ella supuestamente fue amante del empresario Thomas Wayne. Después de los asesinatos baila en una especie de ritual liberador, como sintiéndose dueño de sí mismo. También asesina en un programa de TV en vivo al presentador que lo hizo objeto de burla por sus rutinas de comedia. Se ve a lo largo del filme cómo se conjugan elementos psicológicos y sociales que incidieron en la personalidad del personaje.
En segundo lugar, el entorno social en que se desarrolla la historia. Los colores oscuros le dan a la ciudad un aspecto sombrío, hay basura por doquier, abandono social, desempleo, un ambiente deshumanizante en el cual el Estado deja de aportar recursos para la salud –hecho que estamos vivenciando en la actual pandemia del coronavirus– Arthur es marginado del programa de suministro de medicamentos y de las terapias para tratar su trastorno psicológico. Existe un ambiente de tensión social que se manifiesta cuando una vez los medios divulgan de manera sensacionalista los crímenes del payaso, multitudes se toman las calles en lo que se considera una revancha de los marginados contra los potentados. Sin proponérselo, ahora convertido en Joker, el protagonista se convierte en un símbolo justiciero. Recordemos que la película se estrenó a finales de 2019 cuando en Colombia y otros muchos países se empezó a vivir una agitación social sin precedentes. Algunas de las manifestaciones tomaron como ícono al guasón.
Respecto a la película como elemento generador de violencia, muchos especialistas han planteado que ella se limita a mostrar aspectos relacionados con la enfermedad mental del protagonista, sumados a detonantes que lo llevaron a actuar en contra de sus agresores. Que no necesariamente una persona con un cuadro clínico similar, tenga que ser vista como potencial asesino, dado que en el mundo muchos individuos que presentan estas patologías no se tornan agresivos frente a sus semejantes. En la actualidad, hay continuas manifestaciones de violencia contra sectores marginados, sean estos negros, homosexuales, habitantes de calle, todo ante la inoperancia del Estado, este sí propiciador de violencia cuando impide que la mayoría de la población tenga una salud digna y cuando fomenta la desigualdad social. Finalmente considero que tanto en su forma como en su contenido, la cinta El Joker posee muchas cualidades para verla con detenimiento, hacerle una cuidadosa disección y valorarla debidamente, ya que hay quienes la empiezan a considerar como una película de culto.
(1) Docente de ciencias sociales del colegio León XIII de Soacha, Magister en Investigación Pedagógica y Posgrado en Desarrollo Humano.
Las opiniones de las columnas son del autor y no representan la línea editorial de Nueva Gaceta.