Reparación o atropello a la dignidad
Por: Guillermo Rico Reyes
- Hace un par de semanas publiqué en las redes un capítulo de mi libro UNA MENTIRA LLAMADA POSCONFLICTO. Se trataba de los testimonios de los sobrevivientes, víctimas de la masacre de Chengue, corregimiento de Ovejas, en Sucre, donde está comprometida la Armada Nacional. Ahora les presento un resumen de la historia de la reparación que hizo el gobierno de Juan Manuel Santos varios años después.
Capítulo X:
Segunda parte de la entrevista con Julio Alejandro Meriño, campesino habitante del corregimiento.
“Después de eso le perdimos el miedo y el respeto a la guerrilla, pero llegó la época de la infantería, la peor época de la historia, cuando llegaban los insurgentes les decíamos que se fueran, que por ellos habían asesinado a nuestra gente, pero cuando llegaba la infantería, nos maltrataban, saqueaban las casas, se robaban la comida… hacían lo que les daba la gana. La plata de los negocios y los animales se los llevaban. Todo lo que podían se lo robaban. Fastidiaban a la gente, la pateaban, le tiraban la comida. Llegó el momento que le temíamos más a la infantería de marina que a cualquier otro grupo hasta el 2005 cuando llegó el coronel Rafael Colón Torres con su política de perseguir a los paramilitares de San Onofre y Tolú, donde se encontraba el paraco Cadena, acantonado con su tropa, mientras que la guerrilla seguía en los Montes de María.
Entonces el ejército nacional quiso ganarse la confianza de la gente, comenzaron cambiando el nombre de Batallón de Infantería Bafim 5 de Corozal, a la primera brigada y entraron con una cara más humana, entonces la guerrilla comenzó a asesinar a nuestra gente, algún homónimo de un apellido de algún paraco la guerrilla lo asesinaba, el último homicidio lo cometieron por chismes. Les dijeron que había un habitante que tomaba licor con los militares y fueron contra él. Finalmente, en diciembre del 2007 cayó Martín Caballero y la guerrilla se fue.
Pero en los retenes el ejército hacía operativos donde desvestían a los detenidos para mirar si tenían marcas de morrales o de las botas, si encontraban alguna, les costaba la libertad. No importaba si las huellas en los hombros las había dejado el morral de estudiante.
Como si fuera poco, los que pertenecieron a la guerrilla y fueron expulsados por quejas de la población, el ejército los recluto como informantes y se dedicaron a señalar de colaboradores a los que un día los denunciaron ante sus comandantes en el ejército insurgente. Así muchos inocentes pagaron largas condenas mientras que los informantes se llenaron de plata. Ninguno de los acusados había empuñado un arma, igual que los asesinados en la masacre. Nunca habían pertenecido a alguna organización armada, vivían del dinero que dejaba el trabajo del campo.
Ese fue el calvario que vivimos hasta cuando creamos la organización de víctimas de la masacre en 2007 y lo primero que hicimos fue denunciar a muchas personas que se habían hecho pasar por familiares de nuestros muertos y habían logrado mucho dinero a su nombre.
Con la organización presentamos la propuesta del plan retorno, entonces el Centro integrado de coordinación para algo… no recuerdo, se tomó la propuesta y en el quinto aniversario de la matanza, apareció el ministro Santos, que después fue presidente, helicópteros artillados, la prensa y con ellos un show, y nosotros con un discurso de unas pocas líneas donde considerábamos que a cinco años lograríamos el retorno. El coronel Colon decía que éramos muy pesimistas que él lograría ese retorno en dos años y que las cosas cambiarían, de la mano del ejército.
Así que aislaron a nuestra organización y presionaron a la gente para que aceptara las propuestas del ejército, nosotros teníamos claro que solo querían limpiar su nombre por las demandas en los estrados internacionales, en los meses siguientes se dedicaron a darle un sueldo a la gente así que la mayoría solo esperaban a que cada 15 días aparecía el ejército con mercado, dinero y discursos, todos se volvieron flojos, perezosos y ya no producían, solo dos o tres campesinos fueron los únicos que volvieron a cultivar y les vendían a los campesinos”.
Las cosas fueron tan simples que el ejército le informaba a una señora cuando pagaban y ese día ella aparecía con un carro lleno de cerveza, música y ya. Allí se quedaba el dinero que un par de horas antes les daba el coronel Colón.
En medio de la entrevista, nuestro personaje levantó la mano y señaló al corazón del pueblo, con su dedo apuntaba a lo que quizá era la obra que más ofende a los habitantes mientras decía: “Después construyeron ese adefesio que llaman la cancha de futbol, por encima de la voluntad de todos y ahí dividieron geográficamente el pueblo. –el señor Enrique Oviedo, dueño de la casa que quedó a espaldas del muro dice, oiga esto si esta maluco, antes de la masacre me sentaba en la puerta de mi casa y le gritaba a Julio Meriño: niña ya está el café, ven a tomártelo y sigues preparando el almuerzo, y Julio Meriño atravesaba la plaza y llegaba a mi puerta, ahora me toca caminar al otro lado del muro, subirme a él para gritarle que si quiere tinto. No jooooda.”
“El día de la inauguración de la cancha no invitó a la asociación porque ellos decían que los saboteábamos, sin embargo, nos presentamos. Entonces el coronel Colón anunció que para los próximos días tendrían un retorno a Chengue de 51 familias, yo interrumpí diciendo que era un horror porque en el pueblo nunca había tenido 51 familias, entonces una funcionaria de bienestar se paró y dijo –no, ya depuramos el censo, son 43, sacamos a 8- y ahí fue peor porque entonces les dije, no señor coronel y señora funcionaria, si lee bien llegaron 8 y sacaron a 43 por que esos son los que han retornado, ustedes quieren inflar el número aprovechando la presencia de la prensa.
Años después, cuando me preguntan si el plan retorno dejó utilidades yo les respondo –claro que sí, no ve que el señor Colón paso de coronel a general y se pensionó como con 15 millones mensuales… dígame si eso no es una gran utilidad. Yo no me he podido encontrar a Colón porque quiero decirle que si no nos hubiera aislado hubiera tenido mayor éxito y hoy seria mariscal o quien sabe qué.
La Ley de retorno tiene tres planteamientos: seguridad, que nunca existió, voluntariedad, pero fue violado porque a la gente la compraron y dignidad que ya no existe, de las 32 casas que incendiaron, quedaron 30 de pie, con el tiempo se cayeron 20, y, como si fuera poco, la gente pasó de campesinos a mendigos.
MIS AGRADECIMIENTOS: A todos los que hicieron posible este capítulo: Íngrid Vergara, Julia Ignacia Meriño, Jairo Barreto, Rafael Oviedo, Julio Alejandro Meriño, Jaime Luis Fernández Meriño, a los tres maestros que se salvaron esa noche por no estar en el pueblo, así como a todos los luchadores por la verdad, la justicia, la reparación y la recuperación de Chengue, a la asociación de jóvenes y la organización para la recuperación, gracias su colaboración fue vital para poder tejer esta historia.