¿Qué vi este año? El teatro en Bogotá
Atendiendo la invitación de William Guevara a escribir una nota en su habitual listado de lo que se vio este año en el teatro colombiano, y en particular en Bogotá, me le he medido al reto, aceptando de antemano, que con seguridad, muy buenos trabajos hayan quedado por fuera por la simple razón de que en nuestra abundante producción es mucho lo que me faltó por ver y que como es obvio esta lista obedece a mi subjetividad. Entonces, a partir de lo observado, aquí va mi selección. Publicado con la autorización del autor y tomado de https://kioskoteatral.com/
Otelo / Teatro R101
Dirección: Hernando Parra
Una historia Goti, Tropi, Caribe.
Hablar de los amigos en medios públicos no es fácil. Y hablar de su trabajo es aun peor porque el campo de las susceptibilidades siempre está dispuesto para abonarse, pero en este caso, hablar del trabajo de mis amigos Ramsés Ramos y Hernando Parra en el unipersonal Otelo, es un motivo de orgullo y gran alegría porque en el vario pinto escenario del Teatro Colombiano, la producción del Teatro R101, dirigida por Parra y escrita e interpretada por Ramsés, es el trabajo, que para mi gusto, ocupa el primer lugar dentro de mis preferencias de lo que he visto de teatro colombiano durante 2022.
Con una puesta en escena que se caracteriza por la simplicidad, en la que las soluciones escénicas están en lo que el actor tiene a la mano y en la destreza y el oficio de este gran interprete que es Ramsés, Otelo «Una historia Goti, Tropi, Caribe», pone en nuestro entorno el clásico de Shakespeare, fusionándolo con la historia de un personaje caribeño, «el Bala», que hace las veces de narrador y de personaje principal, en el que además del bardo británico, siente uno la fuerza narrativa del caribe colombiano, a la manera de ese maestro de la oralidad que era David Sánchez Juliao, dando a origen a una cautivante historia, en la que, como si fuera una Matrioska, el drama de Shakespeare está contenido en el de ¡»el Bala»!, y el de este en la historia personal del propio Ramsés, quien se vale de esta puesta en escena para poner en juego, no solo su saber y su gran capacidad como hombre de la escena, sino el sentir un hombre del Caribe, negro, quien a pesar de ser un artista de elite, «El Faraón de la actuación», también ha sentido el racismo y la segregación, al igual que «el Bala», y al igual que Otelo.
Chavela por siempre Vargas / TBL Live y +Cultural
Dirección: Manuel José Álvarez
En el segundo lugar de mis preferencias figura este musical, que planteado como un homenaje a Chavela, sirve también para homenajear a esa enorme actriz que es Carmenza Gómez, quien en este personaje, muy bien llevado por Víctor Vásquez en su dramaturgia, encuentra la posibilidad de sacar a relucir, no solo todos sus recursos actorales, sino hacer visible una faceta de su quehacer artístico, que solo allegados y personas del medio habíamos podido disfrutar en ámbitos privados, pero que resultaba desconocida para el gran público, como es su capacidad para cantar.
Respaldada por esa gran cantante que es Adriana Botina en el rol de la Chavela Jovén, por Ana Sofía Gonzales quien como la Chavela niña es el complemento perfecto, se destaca también en este elenco, una vez más Ramsés Ramos, encarnando a José Alfredo Jímenez y a Pedro Almodóvar, los dos grandes amigos de Chavela, que en diferentes momentos de su vida son sus aliados y cómplices, con una interpretación en la que sin tener que acudir a grandes recursos en vestuario y maquillaje, con solo unas gafas de sol, logra diferenciarlos gracias a su oficio como hombre de la escena.
Con una puesta en escena sencilla y exquisita, Chavela por siempre Vargas nos impregna del espíritu de esta mujer que más que una cantante, fue un símbolo de determinación, de una voluntad a prueba de todo, incluso de ella misma, lo que le permitió destacarse en un medio machista y homofóbico; decirse mejicana a pesar de haber nacido en Costa Rica —»Porque los mejicanos nacemos donde se nos da la rechingada gana» según sus propias palabras—, y nacer nuevamente para el mundo del espectáculo a los 72 años, tras pasar un gran periodo de su vida sumergida en el alcohol y en el olvido.
Con música que lo invita a uno a levantarse de la butaca desde que el Mariachi Clásico Contemporáneo irrumpe en el escenario al comenzar la obra, para luego dar paso al trio de guitarras y percusión presente en toda la obra, que pone las notas sobre las que, sin atiborrar la escena, camina el cuerpo de baile, en las planimetrías de Jimmy Rangel, Chavela por siempre Vargas es una celebración de la vida de esta gran artista y de todos los que tienen que ver con esta pieza, empezando por su director Manuel José Álvarez, a quien lo único que le invito a repensar es el darnos la posibilidad de que el tequila que dan a la entrada se pueda también tener en la sala, porque soportar esa descarga emocional a palo seco es para gente tan tesa como Chavela y como todos los que hacen parte de este gran montaje.
Hermanos / Compañía Nacional de las Artes y La navaja de Ockham
Dirección: Katalina Moskowitcz
Alberto Moravia dice en una entrevista que le hacen para un libro autobiográfico llamado El Rey está desnudo, que la familia es un grupo de personas con los que uno no escogió estar. Hermanos, la obra de la Compañía Nacional de las Artes y La navaja de Ockham pareciera desarrollar esa premisa. Encerrados en una bodega de su finca, convertida en biblioteca para guardar los libros del padre recientemente fallecido, Miguel, Carlos y Lucas, tres hermanos, miembros de una familia pudiente pero en declive económico, tienen un encuentro originado por la ausencia del segundo de los tres en el funeral de su padre, amén de conseguir que Carlos, el hermano ausente, quien vive atrapado en un círculo, claramente vicioso, de alcohol, drogas, perversión y frustraciones, firme el documento que oficializará la venta del predio en el que se encuentran, en el que Carlos vive con su madre.
Recreada en un espacio en el que uno como espectador queda tan encerrado como los personajes, esta obra escrita por Alejandro Gómez y Katalina Moskowitcz, dirigida por esta última y que cuenta en el elenco con Nelson Celis, César Morales y el mismo Alejandro Gómez, es una poderosa pieza teatral en la que a las magníficas interpretaciones la complementan, el encierro al que nos vemos sometidos los espectadores y los ambientes sonoros que lo hacen a uno olvidarse de que se encuentra en un espacio teatral para sentirse trasladado a un cuarto de una finca de tierra fría, en la que el resentimiento, las verdades escondidas, el maltrato, el conflicto que surge de personalidades contrapuestas que deben convivir por tener la unión del lazo sanguíneo, están presentes en esta pieza en la que estas tres personas, que de no haber nacido en el mismo seno familiar, probablemente no se hubieran escogido entre ellos para acompañar sus vidas, ni cargar con el lastre de apoyarse y tapar sus miserias por la poderosa razón de ser hermanos, a la manera en que la vimos en casos tan sonados en nuestro país, como la atroz violación y asesinato de Yuliana Samboni.
Hermanos, beca de creación de Bogotá Ciudad Escenario de Idartes y Beca de Creación Teatral del Ministeiro de La Cultura, es mi tercera recomendación.
Discretas bestialidades / El Clan films
Dirección: Santiago Merchant
Santiago Merchant es una persona con quien es divertido hablar y de quien me divierten mucho sus creaciones para la escena. Piezas como El conejo más estúpido de este siglo y Granujas son una muestra de esto y con Discretas bestialidades su vena humorística sale de nuevo a flote. Con un texto escrito para el Primer Torneo de dramaturgia del Teatro Colón, Discretas bestialidades surge gracias a la complicidad de Merchant con ese infatigable trabajador de las tablas y el audiovisual que es Alejandro Aguilar, que con su productora El Clan, tenaz y generosamente dirigida por su compañera de vida y trabajo Ana Karina Soto, año tras año no para de producir espectáculos para las salas colombianas y piezas para las multi pantallas del audiovisual.
Con Ricardo Vesga como un refuerzo actoral de lujo, la obra nos sumerge en el sórdido mundo de la prensa amarilla, el sicariato, la obsesiones y las fobias, gracias a los personajes de Vesga y Aguilar, a los que Merchant, como un Hitchcock criollo, que se resiste a no aparecer en sus obras, complementa en el rol de un director omnipresente y dominante que irrumpe cada vez que los intérpretes se le están yendo de los linderos que él y el autor, es decir, el mismo, les ha establecido.
Discretas bestialidades es mi otra bestial recomendación de lo que vi en este año.
Still alive, esa es la cuestión / VB Ingeniería teatral
Dirección: Fanny Baena
Aunque esta obra viene circulando desde hace rato la incluyo dentro de mi lista porque durante el 2022 realizó varias temporadas, participó en distintos festivales, dentro y fuera del país, y tuvo un cambio en su elenco que me toca directamente porque a complementar el trabajo de Rodrigo Sánchez y Fabio Velasco, entró Andrea Quejuán, mi compañera de escena y de vida. Pero más allá de esto, destaco Still alive, porque este obra, cuyo nombre no me decía mayor cosa, es el resultado del tesón, la determinación y el amor a este oficio, el teatro, de una pareja forjada en el campo artístico y sentimental en el Teatro La Candelaria, que unieron las iniciales de sus apellidos, Velasco y Baena para vida a este proyecto que ya completa 12 años de trabajo, con varias puestas en escena, de las que esta obra, Still alive, esa es la cuestión, es la que más me ha llegado. Y lo es, porque aunque empieza como una obra del estilo más acartonado y apegado a la literalidad, tras el ladrillazo del fragmento de «Macbeth», con el que arranca, lo sumerge a uno en delirante juego del teatro dentro del teatro, en el que de manera brillante, combinan textos de Macbeth, Ricardo III, El Rey Lear y Hamlet con escenas extraídas de nuestra realidad y con historias de su propia vida, en una puesta escena que a ratos evoca a los villanos de Berkoff, pero que irremediablemente lo lleva a uno hacia sus trabajos anteriores y a su origen en La Candelaria.
Con una puesta en escena de pocos objetos, pero muchos elementos simbólicos, Fanny Baena logra en Still alive, esa es la cuestión, aterrizar los textos de Shakespeare en nuestra realidad, ante la cual, la carnicería que desatan Macbeth y Ricardo III en los dramas del genio inglés, resultan unos simples homicidios colectivos, como los llamó un remedo de tirano que tuvimos en tiempos recientes.
Yo no me llamo Fredy Mercury
Dirección: Camilo Colmenares
Esta es otra pieza que circula desde hace mucho tiempo pero que solo hasta este año la pude ver y la incluyo en este listado por varias razones:
Primero, porque es una demostración de oficio de este gran cantante lírico y actor que es Camilo Colmenares.
Segundo, porque es un espectáculo que se disfruta de comienzo a fin, sin que no pase un instante en el que el espectador no se maraville con la capacidad vocal y el histrionismo de Camilo Colmenares.
Tercero, porque es un ejercicio valiente y provocador en el que este macho que ha asumido y exhibido su homosexualidad sin complejos, desnuda su alma, su vida, y le da una bofetada a quienes en un reality show de cantantes le dijeron, «no te llamas Fredy Mercury», demostrando que no solo se puede llamar así sino como se le de la gana, y sobre todo, llamarse Camilo Colmenares, un artista integral e integro, que por medio de esta obra le pega una patada en las pelotas a la homófobia y a toda clase de discriminación.
Por último y no menos importante, incluyo este espectáculo porque lo vi dentro de la programación que gracias al convenio hecho entre la Asociación Colombiana de Actores – ACA y Galería Café Libro, pudimos realizar allá, temporada a la que llamamos Teatro en el Café, en la que también tuvimos a El templo del placer, Síndrome de clown, Perdida en La Mancha, Tengo set de los 80, Yo no soy Chavela Vargas y El cartel del desparche.
Para cerrar este listado y en vista de que este escrito me salió un poco largo, quiero hacer mención de otras obras que vi en este 2022 y que espero tengan un buen trasegar en 2023.
El madero blanco se perdió, arriesgada versión de Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams, en la que su director y dramaturgo Juan Pablo Acosta, troca los géneros de los personajes logrando una interesante versión enmarcada en una sociedad heteropatriarcal como la nuestra y en particular en una cultura tan recia como la de los llanos orientales.
Con Xiomara Galeano, Jean Carlo Madero, Juan Camilo Luna y Manuel Báez en el rol principal, El madero blanco se perdió es una obra que bien merece un tránsito más prolongado por los escenarios capitalinos.
Clarisa, siete intentos fallidos de suicidio es el divertido monólogo en el que Victoria Hernández, «la Profe», esa recia y estupenda actriz llanera, nos regala una oda al fracaso y a la perseverancia, en el que con dramaturgia y dirección del español Carlos Be, nos mantiene atentos a su ridícula tragedia gracias a su estupenda interpretación.
La gaviota, otra versión contemporánea de un clásico, en este caso de Chejov, llevado a la escena por un joven director, Juan Luna, quien se apoya en un elenco de actores jóvenes y veteranos, entre los que sobresalen las actuaciones de Pilar Álvarez, Carlos Mariño y Gerardo Calero, en un elenco que también integran y soportan con muy buenos trabajos Miguel Gonzáles, Martha Leal, Juan Pablo Acosta, Felipe Botero, Paula Avendaño, María Mora y Marco Antonio López.
El burgués gentilhombre, una producción del Teatro Colón, en una versión payasa con un elenco femenino del clásico de Molière, con la que Carolina Mejía Garzón y Jorge Mario Escobar nos vuelven a mostrar la buena dupla que conforman con Carolina en la dramaturgia y Jorge Mario en la dirección, y con un magnífico elenco integrado por Diana Ángel, Carolina Cuervo, Cecilia Navia, Juanita Cetina, tres clowns de mucha trayectoria en este campo que hacen gala de su oficio, Tatiana Torres, Jenny Lara y Viviana Bernal, y una debutante en el campo del clown, Alexandra Escobar, que nos regala 2 personajes entrañables.
No quiero cerrar este listado sin hacer mención del debut como directora de mi amiga y colega Martha Leal, con la obra de su cómplice y esposo, Andrés Lopera, Serrar la horca o el cadalso, en la que con la complicidad de ese mago para los dispositivos escénicos que es Pablo Restrepo y con el respaldo de tres magníficos intérpretes, Mónica Giraldo, Esmeralda Acosta y Juan Pablo Acosta, se gradúa en este excitante campo de la dirección, en el mismo escenario que la vio nacer como actriz, el Teatro Libre del Centro de Bogotá.
Por último, incluyo en esta lista a la obra La muerte huele a naranjas, adaptación de un texto de la filósofa alemana Dea Loher, dirigida por Ariel Merchán, una obra que nos hace una inmersión en un entorno sórdido, con personajes llenos de dolor y desesperanza, que nos atrapa por la potencia de sus interpretaciones, resultándome muy atractivos la sensualidad que David Osorio le imprime a su personaje trans y la candidez y dulzura que Catherine Gutiérrez logra transmitir en su rol, en medio de un mundo tan oscuro.
Con Anderson Balsero, Cecilia Ramírez, Mario Hernández y esa gran actriz que es Patricia Maldonado, todos con magníficas interpretaciones, La muerte huele a naranjas, es mi última mención en este personal y por lo tanto arbitrario listado.
Para cerrar solo quiero decir como los ciclistas, gracias a mi patrocinador William Guevara Quiroz por haberme hecho esta invitación, y si usted llego al final de este escrito, corra a buscar que hay en cartelera y tenga dentro de sus propósitos para 2023, ver más teatro, que yo lo tendré como uno de los míos.