La peor propuesta de Duque HACE DÉCADAS LOS PARACOS DEL CHOCÓ ESPERABAN ESTA ORDEN

Por: Guillermo Rico Reyes (*)

Hace un par de décadas, en la realización de varios documentales sobre Comunidades Negras, realicé uno de los mas largos y ambiciosos recorridos profesionales por todo el andén Pacífico colombiano. Las memorias de ese recorrido hacen parte de mi más reciente libro, ORO PETROLEO Y MUERTE, que planeaba presentar en la feria del libro 2020, pero por la pandemia, el proyecto quedó en la nevera.

De ese material inédito presento apartes de dos capítulos que cuentan como sería nuestro recorrido y la historia que viví en Las Ánimas, población que queda en la trocha que, de Santa Cecilia, Risaralda, conduce hasta Quibdó. Aquí la historia.

Hace un par de décadas, en la realización de varios documentales sobre Comunidades Negras, realicé uno de los mas largos y ambiciosos recorridos profesionales por todo el andén Pacífico colombiano. Las memorias de ese recorrido hacen parte de mi más reciente libro, ORO PETROLEO Y MUERTE, que planeaba presentar en la feria del libro 2020, pero por la pandemia, el proyecto quedó en la nevera.

…en la desembocadura en el océano Pacífico, un barco pequeño nos recogería para hacer lo mismo en los pueblos costeros, pasando por los lugares más hermosos que hayan visto mis ojos: Pizarro, que debería ser como el paraíso de los frutos del mar, allí el camarón promedio era tan grande que tres pueden pesar una libra, nunca he visto ese tipo de producto en los mercados de las grandes ciudades. Nuquí, con aguas termales y cascadas que desde el mar se ven como largos mechones de pelo liso, blanco canoso que salen de las montañas.

Después de este paraíso de cascadas, está la bahía de Tribugá, silenciosa, desapercibida, que la cito porque será una de las grandes batallas en los años por venir y cuya historia macondiana la contaré en el siguiente capítulo…

“Cuando Tribugá sea un puerto, ahí sí… nos matamos.”

Algún tiempo atrás había transitado por las pocas trochas del departamento del Chocó. Entré por la vía de Santa Cecilia, que conduce desde Risaralda hasta Quibdó en un recorrido por el que tendría que pasar por Las Ánimas, Tadó, Istmina, Condoto y Quibdó. Apenas me acercaba a Las Ánimas cuando en un potrero cerca del pueblo vi a un grupo de hombres uniformados celebrando un gol anotado por otros más que también festejaban. Algo me llamó la atención, varios tenían brazaletes unos blancos, se trataba de las AUC, paramilitares de las autodefensas unidas de Colombia y otros rojos-negros en los que se leía la sigla ELN, Ejército de liberación nacional.

Pedí que parara y le dije al camarógrafo que alistara el quipo y, cuando nos fuimos a bajar, ya nos tenían rodeados. El grupo que nos interceptó nos apuntaba con sus fusiles y nos pidieron que nos identificáramos. Tras el ritual de preguntas, documentos y demás, se acercaron varios hombres que sin duda eran los comandantes de la tropa que se encontraban allí.

La explicación era muy sencilla, resulta que “estamos jugando un partido de futbol con los combatientes de otros grupos” aseguró uno de ellos y cuando estaba por preguntar, un hombre que se encontraba retirado del grupo que nos rodeaba gritó, con vos de mando: “hay viene un bus y nos toca a nosotros”, desde otro lado de la improvisada cancha, alguien replicó, no capitán, el de ustedes fue el pasado, a lo que el primero replicó, no, ese lo cogió la policía.

Traté de disimular, como si no entendiera lo que era evidente para evadir posibles problemas. Lo que había allí era una demostración de fuerza, guerra solapada, corrupción y asociación para delinquir. Resulta que al lugar habían enviado personal armado de todos grupos legales e ilegales que operaban en la zona, ejército, policía, Farc, Epl, Eln, Faric y Bencos Biohó, los dos últimos no fueron muy conocidos en el país, pero allí hacían estragos. Se trataban de grupos insurgentes étnicos que se habían separado de sus organizaciones iniciales, el Faric nació de las Farc, pero era indigenista y le Bencos Biohó provenía de Eln, pero era defensor de las comunidades negras, o eso decían. El caso es que todos se turnaban los buses que pasaban, para requisar y saquear lo poco de valor que portaban sus pasajeros.

En la discusión de a quien le tocaba el bus que se aproximaba, el capitán que reclamaba para ellos señaló a los que serían sus delegados en ese saqueo, ya que por ser militares no podían aparecer cometiendo esos actos, entonces designó al grupo que yo consideré totalmente opuesto a su identidad, le pidió al Epl que los “representara” en la labor, entonces fui testigo de la discusión de un hombre con su víctima por un par de zapatillas: resulta que uno de los que revisó el bus se enamoró del calzado nuevo que llevaba una joven mujer y le ordenó quitárselos, ella se opuso, entonces el hombre la ultrajó y la señaló de “pequeña burguesa”, finalmente, con el fusil contra su frente, la mujer accedió y perdió sus zapaticos nuevos.

Por la experiencia en zonas de conflicto, sé que la mejor manera de evitar cualquier riesgo es darles poca importancia a los armados, así que caminé a lo que parecía una tienda y les dije a mis compañeros -caminen echamos agüita que está haciendo sed- y extendí la invitación a los hombres que nos habían rodeado antes de la llegada del bus - ¿ustedes quieren? –

Allá llegaron los comandantes y con mis preguntas descamisadas, muy pronto contaron lo que quería oír: ¿por qué esa camaradería? Ni que estuvieran filmando “Golpe de Estadio” la película colombiana de Sergio Cabrera, que evita el enfrentamiento entre insurgentes contra el ejército y la policía por un partido de fútbol donde jugaba la selección Colombia.

-Mire hermano- me dijo uno de ellos, -aquí no pasa nada, a todos nos mandaron a cuidar posiciones, y esta es la más importante, cuando el gobierno decida construir Tribugá, entonces ahí si nos mataremos. Todas estas selvas que hoy no valen nada, cuando eso se construya, entonces van a costar millones, y todo el mundo se va a ir pa´ la mierda.

Ahora, después de dejar Togoromá, camino a Nuquí, veía la importancia de Tribugá. Cuando llegué a tierra firme, busqué literatura de esa bahía. Resulta que ese sector del océano Pacífico no tiene calado, o por lo menos no se conocía en ese entonces, según los expertos. Allí podrían atracar buques de carga de gran tonelaje y calado y no se encallarían, pero además su amplitud permitiría que este se convierta en el puerto industrial y comercial más importante de sur América, solo similar a Shanghái, el más grande del mundo. Pero ¿para qué nos serviría una obra de esa magnitud?, solo para arremeter contra estas selvas que son el pulmón del mundo origen del aire más puro y hábitat de paso o permanente de las más importantes especies vivas del planeta.

Veintitrés años después de pasar por primera vez por ese lugar, con frecuencia escucho a los líderes del mundo hablar de la “importante y necesaria obra del puerto de Tribugá en Colombia” ¿cuánto tiempo de vida le quedará a esa selva?

(*) Periodista e investigador.

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