La depresión global: el gatillo comercial y tecnológico
Por: Michael Roberts
A pesar de todos los discursos optimistas del presidente de Trump sobre el estado de la economía estadounidense, los últimos datos sobre la actividad económica y la producción industrial sugieren que Estados Unidos se suma a Europa y Japón en una fuerte desaceleración al entrar en la segunda mitad de 2019. Y ello ocurre cuando la guerra comercial y tecnológica entre los EE.UU. y China ha subido un nuevo escalón y amenaza con desencadenar una recesión global antes de que termine el año.
informan los economistas de JP Morgan de que el avance de mayo del PMI de los EE.UU., Europa y Japón (G-3) apunta una disminución de 0,7 puntos, consistente con un crecimiento anual de sólo un 2,5% del PIB mundial. Los índices de compras de los gerentes (PMI) son encuestas de opinión de las compañías sobre sus compras y ventas actuales y futuras. Han demostrado ser orientadores razonables de la producción real. Y un crecimiento del 2,5% a nivel mundial se considera una ‘perdida de velocidad' de la economía mundial, por debajo de la cual se avecina una recesión.
Según JP Morgan la fabricación mundial de manufacturas está sufriendo la peor parte - de estar casi en 50 en el PMI (por debajo de 50 significa una contracción). Pero los servicios, que constituyen el 70-80% de la mayoría de las principales economías (al menos en la definición oficial), también se deslizan hacia los niveles de la mini-recesión de 2015-6.
Más preocupante aún, “los índices mundiales de expectativas de manufacturas y servicios parecen caer alrededor de 2 puntos en mayo y arrastraría los índices por debajo de los mínimos establecidos a principios de 2016.” (JPM).
Al igual que otros analistas, el Economic Outlook de la OCDE , publicado la semana pasada, predice un crecimiento más lento que el año pasado en la mayoría de las grandes economías - en algunos casos mucho más lento. Más aún, incluso en 2020, el crecimiento mundial no volvería al ritmo que alcanzó en los últimos años, según afirma. Ángel Gurría, su secretario general, dijo: “La economía mundial está en zona peligrosa.”
Hasta ahora, ha sido en Europa y Japón dónde eran visibles las señales de una desaceleración e incluso de una franca recesión. Pero ahora la economía de Estados Unidos puede sumarse. El PMI manufacturero de Estados Unidos cayó a 50,6 en mayo, lo que implica casi un estancamiento. Es el índice más bajo desde septiembre de 2009 como consecuencia de que los nuevos pedidos cayeron por primera vez desde agosto de 2009, mientras que la producción y el empleo aumentaron menos.
El sector servicios también cayó. El indicador económico global mostró la expansión más débil en el sector privado desde mayo de 2016. El viernes pasado, conocimos datos reales de bienes duraderos fabricados en EE UU. En mayo, los nuevos pedidos cayeron un 2,1% respecto al mes anterior, en abril de 2019. Los equipos de transporte, también cayeron dos de los últimos tres meses. El modelo GDPNow de la Fed de Atlanta (un indicador muy fiable de crecimiento futuro) estima que el crecimiento del PIB real de EE UU en el segundo trimestre de 2019 será sólo un 1,3%.
Cuando se llega a Europa, la última cifra para la locomotora de Europa, la industria manufacturera alemana, es una lectura particularmente triste. El índice de mayo apunta un quinto mes de contracción en el sector industrial, porque los nuevos pedidos continuaron cayendo bruscamente, en gran parte debido a la menor demanda en toda la industria del automóvil y los efectos de la liquidación de existencias. Además, la tasa de destrucción de empleo se aceleró hasta ser la mayor desde enero de 2013.
PMI manufacturero alemán
Incluso si el sector de servicios aguanta, la actividad general en Alemania es muy débil. Y la encuesta de confianza empresarial está en su punto más bajo desde hace casi cinco años. La actividad en la zona euro en su conjunto está también en su nivel más bajo en cinco años.
La economía de Japón está “empeorando” por primera vez en más de seis años, de acuerdo con uno de los principales indicadores del gobierno. El índice de condiciones económicas, compilado por la Oficina del Gabinete del Gobierno de Japón cayó un 0,9% de febrero a marzo. Esto obligó a los estadísticos del gobierno a reducir su evaluación de la economía de “debilitamiento” a “empeoramiento” - el más bajo de los cinco niveles. La última vez que la Oficina del Gabinete utilizó el grado inferior para describir su economía fue en enero de 2013. El economista de Barclays Kazuma Maeda señala que la rebaja “mecánica” de la evaluación no implica necesariamente una recesión en perspectiva. Sin embargo, agregó: “Dicho esto, existe una creciente preocupación acerca de una recesión económica”.
El crecimiento de la actividad nominal en Japón, que puede ser visto como un a variante actualizada del PIB nominal, ha estado cayendo desde finales de 2017, ya que la disminución del crecimiento de la producción real ha sido mayor que el aumento de la inflación. El índice de la actividad nominal del núcleo, ha caído alrededor de un 0,5 por ciento, más bajo que durante el choque deflacionario de 2016.
Como acotación al margen, vale la pena señalar que Japón es un ejemplo de la política fiscal y monetaria keynesiana. El Banco de Japón tiene tasas de interés negativas y ha comprado casi todos los bonos gubernamentales disponibles de los bancos, así como deuda corporativa y valores, a través de inyecciones de crédito masivas en los últimos diez años. Y ha aplicado sistemáticamente déficits presupuestarios para tratar de impulsar la economía; tanto es así que la deuda pública en relación con elPIB es la más alta del mundo. Sin embargo, el crecimiento del PIB nominal y de los precios continúa estancado.
Los que defienden la Teoría Moderna Monetaria deberían tomar nota. Sí, se pueden ejecutar déficits presupuestarios de manera permanente y contraer deudas públicas sin consecuencias para la inflación o incluso la divisa en una economía como Japón. Pero no se puede conseguir un impulso permanente del crecimiento si las empresas japonesas o el gobierno no invierten. La creación de dinero no es necesariamente creación de valor. La ironía es que el primer ministro Abe planea elevar el impuesto sobre las ventas a finales de este año para tratar de reducir los déficits y los coeficientes de deuda en línea con las políticas neoliberales. La última vez que lo hizo, Japón entró en recesión.
Fuera de los bloques imperialistas, las economías de los llamados "mercados emergentes” también se están desacelerando. Turquía, Argentina y Pakistán ya están en recesión. Brasil y Sudáfrica están al borde. Y los flujos de capital a estas economías desde el bloque imperialista se están secando, mientras que la inversión del sector público casi se ha paralizado.
La inversión pública neta en los mercados emergentes ha caído por debajo del 1% del PIB por primera vez en su historia, aumentando los temores de un déficit de infraestructuras. La participación que los gobiernos de los países en desarrollo en la producción nacional que dedican a la inversión en activos como escuelas, hospitales, transporte e infraestructura de energía (neta, sin la depreciación del stock de capital existente), ha caído desde el 3,3 por ciento en 1997 a un mínimo de sólo el 0,9 por ciento el año pasado, según datos del FMI. Es mucho menos que lo que el FMI cree que se necesita para satisfacer las necesidades básicas y permitir a estos países cerrar las brechas de infraestructura que están ralentizando su ritmo de desarrollo.
De hecho, si se excluye a China, el crecimiento de la inversión está cayendo en el resto de las economías del G-20. Sólo los EE.UU. y la India están manteniendo la inversión positiva. Si fallasen, en la medida en que la inversión es el impulsor de la economía, se produciría una recesión global.
Si se descuenta a China de las cifras, el promedio ponderado para el resto del mundo emergente es del 3,9 por ciento del PIB, sensiblemente inferior a la cifra del 4,8 por ciento de una fecha tan reciente como 2010. Los 49 países en desarrollo de bajos ingresos, sobre todo en África, pero también países como Vietnam, Bangladesh y Moldavia, están aún peor situados, y el FMI cálcula que necesitan invertir un 7.1 por ciento del PIB al año adicional hasta 2030 en carreteras, electricidad y agua. Si se suma la sanidad y la educación, esta proporción se eleva a un colosal 15,4 por ciento del PIB, o $ 528.000 millones anuales.
La baja rentabilidad es lo que explica sobre todo por qué la inversión corporativa ha sido tan débil desde 2009. Los beneficios realizados han sido desviados a la especulación financiera: fusiones y adquisiciones, la recompra de acciones y el pago de dividendos. Además, ha habido una cierta acumulación de dinero en efectivo por los FAANGS. Todo esto se debe a que la rentabilidad de la inversión productiva sigue siendo históricamente baja.
El otro factor clave en la larga depresión ha sido el aumento de la deuda, especialmente de la deuda corporativa. Con una baja rentabilidad, las empresas han acumulado más deuda para financiar proyectos o especular. Las grandes empresas como Apple o Microsoft pueden hacer esto porque tienen reservas de efectivo en las que apoyarse si algo va mal; las empresas más pequeñas pueden manejar esta espiral de la deuda porque las tasas de interés se mantienen en mínimos históricos y, por lo tanto, el servicio de la deuda sigue siendo viable - siempre y cuando no haya una caída de las ventas y ganancias.
Cuando los fundamentos como la rentabilidad y la deuda son negativos para el capital, cualquier cosa puede desencadenar una depresión. Cada crisis tiene un disparador diferente o causa próxima. La recesión internacional de 1974-5 fue provocada por un fuerte aumento de los precios del petróleo y la salida de EE.UU. del patrón dólar-oro. La caída de 1980-1982 fue provocada por una burbuja inmobiliaria en Europa y una crisis industrial en las principales economías. La recesión de 1990-2 fue provocada por los precios del petróleo y la guerra de Irak. La leve recesión de 2001 fue el resultado de la explosión de la burbuja dot.com. Y la Gran Recesión se inició con el colapso de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. y la consiguiente restricción de crédito provocada por la diversificación internacional de los derivados de crédito. Pero detrás de cada una de estas crisis hubo un movimiento a la baja en la rentabilidad del capital productivo y, finalmente, una desaceleración o disminución de la masa de ganancia. (El nexo entre inversión y beneficios).
Ahora parece posible que la amenaza de una guerra comercial entre los EE.UU. y China podría ser un nuevo detonante de una recesión global. Ciertamente, el banco de inversión estadounidense, Morgan Stanley ha elevado ese riesgo: “Si bien una escalada temporal de las tensiones comerciales podría gestionarse sin graves daños, un enfrentamiento duradero podría tener graves consecuencias. Si las conversaciones se estancan, no hay acuerdo y los EE.UU. imponen aranceles de un 25% sobre los restantes $ 300 mil millones en importaciones de China, creemos que la economía global tenderá a la recesión “.
La OCDE también ha puesto de relieve el peligro de una guerra comercial. Según la OCDE, el comercio internacional ha disminuido bruscamente. Su tasa de crecimiento ha caído del 5,5 por ciento en 2017 a lo que la OCDE cree que será un 2,1 por ciento y 3,1 por ciento este año y el próximo, respectivamente. Es menor que el crecimiento económico proyectado, es decir, el comercio se está reduciendo como proporción de la actividad económica mundial. Desde el año 2009, cuando se produjo la desaceleración del crecimiento de la inversión que ha llevado a una desaceleración en el crecimiento del comercio, el FMI estima que tres cuartas partes de la desaceleración del crecimiento del comercio podrían atribuirse a la débil actividad económica, especialmente de la inversión. Pero ahora la bota parece estar en el otro pie.
Los números de la OCDE sobre la inversión agregada son corroborados por estadística más precisa. La inversión de la mayoría de las grandes compañías estadounidenses, como se informa en la normativa reguladora, se ha frenado de forma espectacular. Según una investigación de The Wall Street Journal, 356 dude las 500 compañías del índice S & P invirtieron sólo más del 3 por ciento en capital en el primer trimestre; desde una tasa de crecimiento del 20 por ciento del año anterior. Para los mayores inversores de capital, esta cayó de plano. Las fricciones comerciales parecen ser la causa principal - directamente para las empresas que dependen especialmente de la demanda china, como los productores de chips especializados, así como indirectamente por el aumento de la incertidumbre en toda la economía. Según otro estudio, muchas empresas estadounidenses que operan en China también están frenando la inversión.
Morgan Stanley también advierte que no hay que subestimar el impacto de las tensiones comerciales de varias maneras. En primer lugar, el impacto en el sector empresarial de Estados Unidos sería más generalizado si China pudiera decretar barreras no arancelarias como la restricción de compras. Dada la ralentización del crecimiento global que ello produciría, las ganancias de las operaciones internacionales de las empresas se verían afectadas y las empresas no serían capaces de trasladar completamente los aumentos de aranceles a los consumidores.
Lo que hace probable que la guerra comercial no se resuelva de manera amistosa para evitar una recesión global es que la batalla entre los EE.UU. y China no es sobre 'comercio desleal', sino un intento de los EE.UU. de mantener su superioridad tecnológica global frente al rápido ascenso como competidor de China. El ataque a Huawei, organizado a nivel mundial por los EE.UU., es sólo un comienzo.
Está en marcha una reacción en cadena en la medida en que una industria gigante se prepara para un choque violento. El banco de inversión estadounidense Goldman Sachs ha observado que, desde 2010, el único lugar donde los beneficios empresariales han crecido es en los EE.UU.. Y esto, según Goldman, se debe totalmente a las empresas de super-tecnología. Las ganancias globales fuera de ese sector son sólo moderadamente más altas de lo que eran antes de la crisis financiera, mientras que los beneficios del sector tecnológico se han disparado bruscamente hacia arriba (lo que refleja principalmente el impacto de las grandes empresas tecnológicas de Estados Unidos).
La desaceleración del crecimiento está siendo impulsada por una baja inversión y rentabilidad en la mayoría de las economías y en la mayoría de los sectores. Sólo las grandes empresas de tecnología en los EE.UU. han evitado esta tendencia, ayudadas por una reciente bonanza de los beneficios procedentes de las reformas fiscales de Trump. Pero ahora la guerra tecnológica con China afectará también a las ganancias de las empresas de tecnología - incluso si los EE.UU. y China llega a un acuerdo comercial.
El FMI está muy preocupado. El nuevo economista jefe del FMI, Gita Gopinath, comentó: “Si bien el impacto sobre el crecimiento global es relativamente modesto en este momento, la última escalada podría mellar significativamente los resultados empresariales y el clima existente en los mercados financieros, interrumpir las cadenas de suministro globales, y poner en peligro la recuperación prevista del crecimiento global en 2019.” Roberto Azevedo, director general de la Organización Mundial del Comercio, dijo que la guerra comercial entre EEUU y China estaba perjudicando a la economía mundial. La OMC ha quedado al margen, en la medida en que la administración Trump dirige sus ataques directamente contra China. Azevedo ha señalado que: “se han introducido $ 580 mil millones de medidas restrictivas en el último año, siete veces más que el año anterior. Esto desanima a los inversores, está frenando a los consumidores, y por supuesto está teniendo un impacto en la expansión de la economía mundial. Todo el mundo pierde ... cada uno de los países perderán si no encontramos una solución“.
Así es.
Tomado de: http://sinpermiso.info/textos/la-depresion-global-el-gatillo-comercial-…