Trump y el neoliberalismo: “The elephant in the room”
Por: Camilo Jiménez(1).
La economía y el sistema electoral son los problemas más importantes para los estadounidenses, según una encuesta post electoral del grupo Gallup (Ver Economy, Elections Top Problems Facing U.S.). Esto es importante, si tenemos en cuenta que este país ha sido el paradigma de desarrollo económico para un sector de las elites políticas y económicas colombianas.
La apretada situación económica de los estadounidenses explica parcialmente el triunfo de Trump. Su victoria es el resultado de un voto de protesta contra las políticas económicas neoliberales –definidas como reducción del Estado y de su intervención en la sociedad, así como estímulo a la libre competencia y al libre mercado– implementadas por los partidos Republicano y Demócrata en las últimas décadas. Sin embargo, con pocas excepciones, como por ejemplo Noam Chomsky, la palabra “neoliberalismo” rara vez se menciona en los análisis de lo que está pasando en Estados Unidos.
El capitalismo parecía funcionar bien en EE.UU., en las décadas de 1950 y 1960 cuando un solo ingreso era suficiente para cumplir el sueño americano, es decir, comprar una casa, sostener una familia, educar a los hijos y ahorrar algo para la vejez. Esto cambió en las últimas tres décadas, pues, primero, a partir de los años 80, se necesitaron dos ingresos en lugar de uno para mantener el nivel de vida. Y en las últimas décadas –aun cuando la mayoría de los estadounidenses se siguen considerando a sí mismos clase media–, los dos ingresos no están alcanzando y se están endeudando para mantener el ritmo de vida al que estaban acostumbrados. Recientemente una encuesta encontró que el 43% de los hogares del país no tenían ahorrado lo suficiente como para sobrevivir un mes sin ingresos en caso de que tuvieran una emergencia económica.
Conscientemente o no, la gente que votó por Trump lo hizo como un voto protesta contra el efecto de algunas de las políticas neoliberales. Una evidente es la de los tratados de libre comercio, uno de cuyos efectos fue la desindustrialización de Estados Unidos, y que fue clave para que Trump triunfara en estados que desde 1992 habían sido demócratas en las presidenciales, como Michigan –donde Trump ganó por poco más de 11.000 votos- o Pensilvania, donde sobrepasó a Hillary por 68.000.
Pero hay muchas otras políticas neoliberales que han afectado a los estadounidenses, como la privatización de la educación. En la actualidad, en promedio, los estudiantes estadounidenses se están graduando de la universidad con una deuda de US$ 33.000, lo cual tiene repercusiones sobre la economía en general, pues, por ejemplo, deben posponer dediciones importantes como la compra de vivienda varios años mientras pagan esta deuda. Y ahora la encargada por Trump para la educación, Betsy DeVos, va a tratar de avanzar en la privatización de la educación básica primaria y secundaria.
Como si esto fuera poco, los salarios no ayudan. El salario mínimo federal, por ejemplo, actualmente está en U$7.25 la hora. Una persona que sea jefe de hogar, aun cuando trabaje tiempo completo, no alcanza a mantener su hogar con este sueldo en una parte importante de las ciudades del país. Si bien son pocos los empleos que pagan este salario, sí sirve punto de referencia para lo que se debe pagar por un trabajo. Desde el punto de vista neoliberal, el salario mínimo no debería existir para que el mercado regule el precio de la mano de obra. En el caso de Estados Unidos, el salario federal es tan bajo que muy pocas personas ganan ese salario. En 2014, según el Bureau of Labor Statistics, el 58.7% de los trabajos se pagaban por hora trabajada, lo que equivale a 77.2 millones de trabajadores. De estos 77 millones, 1.3 millones de trabajadores ganaban el mínimo federal, y 1.7 millones de personas ganaban menos del mínimo federal (ver: “ Characteristics of Minimum Wage Workers, 2014”). Ante las dificultades de aumentar el mínimo federal, varias ciudades y estados han aprobado leyes que aumentan el salario mínimo, pero el problema global sigue ahí.
Se dirá que esta inconformidad es cuestionable, pues después de todo el desempleo bajó del 10% en octubre del 2009 al 4.9% en junio de 2016, o que la economía se está recuperando de forma lenta pero sostenida, y ambas afirmaciones son ciertas. Pero también lo es que los trabajos estables, bien remunerados y con beneficios no han aumentado en forma significativa. Por el contrario, recientemente The Bloomberg publicó un artículo en el que afirma que los estadounidenses trabajan un 25% más que los europeos, se jubilan más tarde y tienen menos vacaciones. Dos de las principales variables que explicarían este fenómeno, según el artículo, son los contrastes en la legislación laboral y en la fuerza y la efectividad de los sindicatos (Ver Americans work 25% more than europeans, study finds). Uno de los principales objetivos de la política neoliberal es eliminar los sindicatos, y en Estados Unidos ha logrado su cometido. En 1954 el 34% de todos los trabajadores pertenecía a un sindicato, tres décadas más tarde, en 1983, sólo el 20% estaba afiliado a una de estas organizaciones, y en el 2013 sólo el 11%.
Si los estadounidenses estaban protestando contra las políticas neoliberales, ¿por qué no ganó Hillary Clinton? La plataforma electoral de Hillary apuntaba en la dirección correcta, sin embargo, entre los demócratas progresistas no logró quitarse el estigma de los 8 años de gobierno de su marido que, en materia de política neoliberal, desregularizó el sistema financiero y firmó el tratado de libre comercio con México y Canadá. Además, si bien Hillary incorporó una parte importante del programa político de Bernie Sanders dentro de su plataforma política, lo hizo muy tarde.
Hillary tampoco logró desvincularse de las elites políticas y económicas que la gente identifica como los responsables de la crisis económica y social del país, –por ejemplo, los Clinton recibieron 153 millones de dólares de los grandes bancos por concepto de conferencias–, ni tampoco logró desprenderse de su historial como servidora pública. Al respecto es preciso recordar que ella apoyó el Personal responsability and work opportunity act en 1996, una reforma al sistema de bienestar social que afectó negativamente a la gente pobre (ver The The end of welfare as we know it http://www.theatlantic.com/business/archive/2016/04/the-end-of-welfare-…)(2). Todo estos antecedentes hicieron que los electores vieran a Hillary Clinton con desconfianza, y muchos de quienes votaron por ella lo hicieron con el argumento del mal menor, más no por convicción .
Trump, por su parte, apeló a lo que parece el sentido común para mejorar la situación económica. Prometió expulsar a los trabajadores indocumentados –que se supone le están quitando el trabajo a los americanos–, bajar impuestos a las compañías para que muevan sus empresas a Estados Unidos, y promovió la reapertura de las minas de carbón en las montañas Apalaches. El triunfo de Trump significó en parte que los electores delegaron en un empresario supuestamente exitoso la misión de retornar a un pasado glorioso donde había trabajos en abundancia y bien pagos.
Sin embargo, la realidad es otra. Los indocumentados están haciendo trabajos que son muy duros, mal pagos e inestables, como el de recoger las cosechas en los campos. Para traer las empresas a producir a Estados Unidos no hace falta bajar los impuestos, sino reducir los salarios a los niveles de México o China. Y en cuanto a reabrir las minas de carbón, el enemigo son las otras fuentes de energía, como el gas, que es más barato. Por el contrario, de poner en práctica algunas de sus propuestas, las personas pobres van a salir damnificadas. Por ejemplo, al derogar la reforma en salud de Obama, unos 20 millones de personas pobres se verían afectadas. Y de ser aprobada la reforma tributaria, en los términos que se conoce terminaría beneficiando a los más ricos (Ver Who benefits from Donald Trump's tax plan?)
Los defectos del capitalismo siempre han estado ahí. Tal como lo narró Howard Zinn en su libro “La otra historia de los Estados Unidos”, en este país siempre ha sido difícil sobrevivir siendo pobre. Pero a raíz del neoliberalismo el porcentaje de estadounidenses inconformes con el sistema ha aumentado, y la razón es que, a partir del neoliberalismo, el capitalismo está afectando otros aspectos de su cultura política que el estadounidense promedio valora bastante como la igualdad –la concentración de ingresos está afectando la igualdad de oportunidad-, la libertad –limitada por los ingresos-, y la misma democracia.
Trump supo canalizar el descontento de un sector importante de los estadounidenses, y está por verse qué tan efectivas son las soluciones que ofrece. Por ahora ya anunció que en los primeros 100 días va a escribir una carta con la intención de retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, y que va levantar la legislación que afecte la producción de carbón “limpio” y de combustibles fósiles.
Sin embargo, mientras en los análisis se siga minimizando los efectos de la política neoliberal, y estimando la variable de clase social de manera superficial –como por ejemplo, reduciendo el triunfo electoral de Trump a que lo eligieron los blancos pobres poco educados–, el elefante seguirá estando en el cuarto. Por ahora los únicos que están tratando de incorporar las lecciones es un sector del partido demócrata que se está preguntando cómo reconectar con los intereses de los trabajadores estadounidenses. Esa fue la tarea que le encomendó el partido demócrata a Bernnie Sanders y habrá que ver si lo logran sin tocar los principios fundamentales del neoliberalismo.
Bibliografia
- Economy, Elections Top Problems Facing U.S.
http://www.gallup.com/poll/197786/economy-elections-top-problems-facing…
- “ Characteristics of Minimum Wage Workers, 2014”
http://www.bls.gov/opub/reports/minimum-wage/archive/characteristics-of…)
- (Americans Work 25% More Than Europeans, Study Finds
http://www.bloomberg.com/news/articles/2016-10-18/americans-work-25-mor…
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1) Magister en Estudios políticos de la Universidad Nacional de Colombia
2) Esto sin entrar en detalles de lo que ella ha apoyado durante su carrera política en materia de inmigración y de reforma a la justicia. En materia de inmigración como senadora apoyó en 2006 el Secure fence act, que se tradujo en la construcción de un muro en la frontera con México, y como secretaria de Estado, bajo Obama, deportó más inmigrantes que cualquier otra administración. En materia de reforma a la justicia, su proyecto de ley terminó en una era de encarcelación masiva que perjudicó principalmente a negros e hispanos.