¿Qué es eso de los rankings universitarios y para qué sirven?
Por: Carlos Julio Giraldo Medellín.
Luego que la consultora británica Quacquarelli Symonds publicara la lista de las 300 mejores universidades de Latinoamérica del 2015(1), las referencias sobre la ubicación de las universidades colombianas no se han hecho esperar. Dentro de las diez primeras sólo se encuentra la Universidad de Los Andes (puesto 7) y entre las 20 primeras está la Universidad Nacional (puesto 13), y entre las treinta la Universidad de Antioquia (puesto 27). No es coincidencia que estas tres instituciones se destaquen en dicho listado, pues son las universidades que lideran la investigación en el país, incluyendo a la del Valle (61 en el listado), de acuerdo con otro ranking, publicado por el grupo Sapiens Research.
Dado el papel cada vez más estratégico del conocimiento en la producción, la competencia de los países por consolidar a sus universidades y centros de investigación como las “mejores del mundo”, para con ello demostrar su liderazgo en la sociedad del conocimiento, así como el creciente avance del mercado de la educación superior en el mundo, ha contribuido al aumento e importancia de los rankings, a través de los cuales se pueda medir cuáles son las instituciones de mayor relevancia y estatus, pero no sólo con las universidades, sino que también se están empleando para comparar el prestigio de los países y su importancia en el orden mundial, con lo cual se puede hablar de una “geopolítica de los rankings”.
Así mismo, dada la difusión que se hace de ellos a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, los ranking universitarios están llegando fácilmente al público general y por ende comienzan a ser claves para cuestiones tan concretas como la decisión de dónde estudiar y, a partir de ahí, influir en la representación que el ciudadano se hace del sistema universitario, por lo que las universidades empiezan a ser juzgadas y valoradas según su posición en estos rankings.
Por estas razones los rankings universitarios vienen creciendo en todos los países del mundo, pero es necesario precisar que su relevancia global se hizo más notoria a partir de la publicación del “Academia Ranking of Word Universities” (ARWU), elaborado en junio de 2003 por un equipo de profesores de la Shanghái Jiao Tong University (SJTU), también conocido como “Ranking de Shanghái”. A partir de ese momento el número de rankings se incrementa exponencialmente, naciendo algunos de los rankings globales más conocidos: The World Universities Rankings (publicado por el Times de Londres), QS University Rankings, Leiden Ranking, NTU Ranking (más conocido como “Ranking de Taiwán”). Para el contexto de Iberoamérica se destacan el Webometrics Ranking of World Universities (publicado por el Cybermetrics Lab del CSIC) y el Scimago Institutions Ranking (elaborado por el grupo Scimago), ambos de España.
Sin lugar a dudas que los rankings se han constituido en un elemento clave a la hora de evaluar el desempeño de las universidades y por lo tanto de la discusión sobre política universitaria. Pero al mismo tiempo es necesario realizar una mirada más profunda sobre los indicadores a partir de los cuales cada entidad hace su clasificación, las tendencias más destacadas en relación con la geopolítica y algunos análisis que se vienen realizando frente a los mismos.
En relación con los indicadores, con la siguiente tabla se pueden comparar las metodologías utilizadas en los tres principales rankings globales y uno iberoamericano, para señalar algunas tendencias importantes:
Como se puede apreciar, las metodologías utilizadas por cada entidad corresponden a criterios muy diferentes, encontrándose el más particular de todos, el relacionado con los premios Nobel o medallas Fields, que es un factor excesivamente excluyente. Pero se puede apreciar una tendencia importante: el peso de la investigación y de la producción científica en la universidad, los cuales se expresan en las publicaciones en revistas especializadas de alto reconocimiento internacional (revistas indexadas), las citaciones que los académicos de la institución hacen de las publicaciones de otros académicos o la cantidad de veces en que las publicaciones de estos académicos han sido citados a nivel mundial, expresando esto la preponderancia de la universidad en el ámbito internacional.
Sin lugar a dudas que las clasificaciones son subjetivas, excluyentes y no expresan la complejidad de los procesos que adelanta cada universidad ni el papel que éstas juegan en el desarrollo económico, social y cultural de cada nación, pero es indudable que el creciente peso de la investigación y la producción científica como indicador demuestra que esta es la función de mayor relevancia e interés en la actual sociedad del conocimiento, dado que es a través de ella que los países pueden competir con nuevas patentes y en innovación tecnológica, elementos que se vuelven estratégicos en la carrera por la supremacía económica, militar y geopolítica.
Teniendo en cuenta los indicadores utilizados por las diferentes entidades, pasemos a mirar la ubicación de las universidades latinoamericanas y colombianas en estas clasificaciones:
De acuerdo con la información suministrada en los anteriores listados, se puede afirmar que la presencia, en un número mayor, de universidades brasileñas, junto con algunas chilenas, argentinas, mexicanas y colombianas, reflejan el peso que el gigante sudamericano viene teniendo en la economía mundial, siendo uno de los líderes del grupo de los BRICS, junto con Rusia, India, China, y Sudáfrica, así como el creciente peso del conocimiento en su producción industrial, el cual se refleja en la producción académica expresada en términos de patentes, formación de doctores, entre otros elementos.
La predominante presencia de las universidades brasileñas en estos listados se ve favorecida también por el apoyo del gobierno federal, el cual ha aumentado con la llegada del PT. La actual presidenta Dilma Rouseff prometió en su campaña electoral que Brasil se convertiría en “una patria educadora” y, por lo tanto, de convertir la educación en uno de los pilares de su gobierno, a pesar del fuerte ajuste fiscal y nombrando como ministro de educación a Renato Janine Ribeiro, un profesor de ética y filosofía de la Universidad de São Paulo.
Dicho apoyo estatal es fundamental a la hora de emprender grandes proyectos de investigación por parte de las universidades, pues sólo a través de los presupuestos públicos se pueden emprender iniciativas que no tienen tasas de retorno en el corto plazo, por lo que no son atractivas por parte de los inversionistas privados.
El decisivo papel del Estado en la financiación de la educación superior y su expresión en los rankings internacionales se corrobora al observarse el significativo avance de las universidades del sudeste asiático. Así lo expresó Phil Baty, editor del Ranking Mundial Times Higher Education, quien destacó el "fuerte apoyo financiero de los gobiernos asiáticos, su fuerte liderazgo y su compromiso real con la excelencia en la educación superior y la investigación" como razones para el posicionamiento de Asia en el Ranking, mientras que las universidades occidentales han sido "carentes de los necesarios fondos públicos”(4).
Las afirmaciones de Baty son corroboradas por José Joaquín Brunner. En una entrevista que le hicieran en la Universidad de La Sabana(5), señaló, en relación con el diagnóstico de la educación superior latinoamericana que: “La educación superior en América Latina tiene una dinámica de crecimiento amplia. Sin embargo, todavía faltan muchos más académicos y la inversión de los gobiernos, en la educación, todavía sigue siendo exigua. Solo Brasil saldría del grupo porque ha hecho, desde hace veinte años, una fuerte inversión en educación y hoy está cosechando esos frutos”. Así mismo, sobre el rol que debe desempeñar el Estado para mejorar la calidad de la educación en un país, respondió: “El Estado sigue siendo el órgano fundamental de conducción de la educación superior. En América Latina, los países no tienen, por lo menos, la estrategia de mediano plazo para tener una educación de calidad, equitativa y financieramente sustentable”.
Pero no basta con el apoyo estatal si las universidades no tienen claro para dónde van, si no existe una política de educación superior a través de la cual se definan unas prioridades nacionales en esta materia, las cuales deben estar en correspondencia con el desarrollo económico, social y cultural del país. Al respecto, Leandro Tessler, profesor de la Universidad Estatal de Campinas, en un artículo publicado en The Guardian, critica la confusión entre educación superior y educación universitaria y el hecho de que la gran mayoría de universidades se definan como centros de investigación, aunque muy pocas realicen investigaciones relevantes. Prosigue el profesor brasileño: “América Latina continúa siguiendo el modelo propio del siglo XIX, basado en la tradición europea del entrenamiento profesional…”(6).
Es indudable que las universidades latinoamericanas y colombianas deben avanzar en torno a su presencia internacional, pero ello sólo es posible si los estados redefinen su papel y asumen el liderazgo que les corresponde, sin ello, difícilmente se puede pensar en la educación superior y la producción académica de primer nivel como factores claves del desarrollo económico y de la competitividad, ni mucho menos hablar de nuestros países como sociedades del conocimiento.
Ello implica la necesidad de adelantar reformas del conjunto de los sistemas educativos, no sólo en el nivel superior, sino que debe estar articulado desde el preescolar, pues la formación de nuestros investigadores y científicos inicia en la infancia. No se trata de tomar medidas motivadas por la presión mediática que se ejerce cada vez que se publican los resultados de una evaluación internacional donde participemos, ni cuando se publique algún ranking universitario, pues debemos mirar más allá de la coyuntura y del show mediático, pero ello no implica que desdeñemos la información suministrada por estos listados y estas pruebas, pues éstos son indicativos y se constituyen en referentes que necesariamente se deben tener en cuenta a la hora de formular políticas públicas y de fijarnos metas en el corto, mediano y largo plazo.
Al respecto, es importante ubicar el debate sobre los listados o rankings universitarios y establecer sus límites en términos del uso que se deba hacer de ellos. En tal sentido, es oportuno traer a colación algunas discusiones.
En 2009, a propósito de la publicación de un listado, en un blog se publicó un artículo titulado “La obsesión por el ranking o el mundial de universidades”, en el que se llama la atención sobre el concepto de calidad de la educación que se maneja por parte de quienes elaboran estas clasificaciones. Citando a José Joaquín Brunner, en el mencionado artículo afirman que “Los listados arraigan una definición única y obscura del término calidad educativa; es única porque la calidad educativa se "visualiza por ocupar el lugar más alto de una lista", y no se definen de manera explícita los criterios que se tienen para asignar la posición. Es obscura porque tampoco queda muy claro quiénes participaron en la definición de los criterios o indicadores utilizados.” (7)
Este es, sin lugar a dudas, el debate central en relación con los términos “calidad” y “excelencia”, muy usados hoy en día por parte de las universidades, medios de comunicación, gobiernos, instituciones, entidades multilaterales y académicos, quienes, en muchos casos, los utilizan de manera simple, llegando incluso a plantear términos más sofisticados como “universidades de clase mundial”, este último planteado por Jamil Samil, ex asesor del Banco Mundial, quien señala que una universidad catalogada con este calificativo tiene las siguientes características: disponen de profesores altamente calificados, investigación de excelencia (la mayoría publicadas en revistas indizadas), la calidad de la enseñanza, un gobierno de alto nivel así como fuentes de financiamiento no gubernamentales disponibles, estudiantes internacionales y talentosos, la libertad académica, estructura bien definida para la gestión autónoma, instalaciones bien equipadas para la enseñanza, la investigación, la administración, y, a menudo, la vida estudiantil.(8)
Estas características sólo las cumple un reducido grupo de universidades a nivel mundial, siendo más reducido en Latinoamérica. Para el caso colombiano, la principal preocupación de muchas instituciones estatales es de sobrevivir con el cada vez más reducido presupuesto oficial, el cual se orienta, en su mayoría, para los gastos de funcionamiento, quedando en veremos la posibilidad de invertir en grupos de investigación, en el desarrollo de proyectos de investigación básica y aplicada, en elevar el número de docentes con formación doctoral, en aumentar el número de docentes dedicados a la investigación, en la construcción de centros dedicados a la innovación en ciencia y tecnología, es decir, que con el actual sistema de financiación estatal, difícilmente las universidades publicas colombianas pueden aspirar a dejar de ser centros de entrenamiento profesional para convertirse en universidades de investigación o de “excelencia”.
Los mismos listados o rankings reflejan lo anterior, al observarse que sólo un reducido número de instituciones pueden ubicarse allí, pero esto no puede considerarse un criterio para señalar a quienes no aparezcan calificándolas de mala calidad o que no sean de excelencia. Universidades de gran reconocimiento académico y social, que juegan un papel clave en el desarrollo de las regiones colombianas, tanto públicas como privadas, no aparecen en estos listados o si lo hacen se encuentran ubicadas demasiado lejos, pero esto no significa que se descalifiquen sus procesos misionales de docencia, investigación y proyección social.
José Joaquín Brunner nos advierte sobre ello cuando señala: “En realidad los rankings agregan una aparente sofisticación aunque, en realidad, sus criterios de ordenación y metodologías padecen de graves deficiencias. Y, además, nos dicen poco de lo que ocurre en las partes intermedia y baja de la jerarquía o tabla de posiciones, donde se sitúan habitualmente las instituciones más numerosas, menos selectivas y que atienden a la más alta proporción de estudiantes de los estamentos de menores recursos. Estas instituciones no aparecen siquiera en muchos de los rankings y, sin embargo, tienen un valor estratégico para nuestros países”(9).
A modo de conclusión
Los rankings o clasificaciones universitarias se han constituido en un mecanismo de consulta, que cada día cobran más fuerza porque responden al momento histórico que vivimos, donde las fuerzas del mercado han ingresado con fuerza a nuestras universidades, donde la competencia de los países por la supremacía en una economía dominada por la incesante revolución científica y tecnológica, la cual sólo es posible sostener gracias al decisivo papel de las universidades en la investigación básica y aplicada, garantizada con gigantescos recursos públicos y el decisivo compromiso estatal, donde esta competencia conlleva a una segmentación de los sistemas universitarios, estableciéndose una división internacional del conocimiento.
Pero los rankings son sólo eso, una clasificación, subjetiva, realizada por unas personas y unas entidades o instituciones con unas intencionalidades claramente definidas, que se puede tener en cuenta solo como un indicativo y por lo tanto no se pueden considerar como un fin en sí mismo, ni mucho menos como el único referente a tener en cuenta al momento de construir una política pública de educación superior y de ciencia y tecnología en Colombia.
Quienes sólo se preocupan por la ubicación de las universidades en dichos listados, reducen el complejo sistema de educación superior a su mínima expresión y favorecen a la visión mercantilista de la educación. Pero al mismo tiempo, quienes reniegan de los rankings, rechazándolos de plano, argumentando para ello que la academia debe ser pura y alejada de las dinámicas de la economía mundial y de la globalización del conocimiento, asumen una posición idealista y romántica, que en nada favorece a la universidad y a la sociedad que se dice defender.
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1) El ranking se puede consultar en la siguiente dirección:
http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-unive…
2) Esta tabla se construyó con base en la información suministrada por el profesor e investigador peruano Julio Inocencio Sancho Abregú, en su artículo: Rankings: Metodología, impulso y la geopolítica, el cual se puede consultar en la siguiente dirección: http://calidadyeducacion.com/inicio/?tag=ranking-universitario
3) http://www.scimagoir.com/pdf/iber_new/SCImago%20Institutions%20Rankings…
4) http://www.hotcourseslatinoamerica.com/study-abroad-info/latest-news/nu…
5) Universidad de La Sabana. Entrevista con José Joaquín Brunner invitado de la Maestría en Educación. Recuperado de: http://www.unisabana.edu.co/postgrados/maestria-en-educacion/noticias-e…
6) Tomado de: Universidades cubanas: de la aspiración a líderes a la ronda de consuelo. En: http://www.diariodecuba.com/cuba/1371449317_3790.html
7) http://iesylacalidadeducativa.blogspot.com/2009/10/la-obsesion-por-el-r…
8) http://portal.unesco.org/education/en/files/55825/12017990845Salmi.pdf/…
9) ¿Se están rajando las universidades latinoamericanas? Artículo recuperado de: http://cerosetenta.uniandes.edu.co/se-estan-rajando-las-universidades-l…