Los trabajadores se radicalizan.
Por: Mauricio Vargas González
(Cuentos del futuro)
Después de la espabilada que le pegaron las máquinas a estos obreros de su marasmo secular y de esa terrible y pérfida cuarentena, del confinamiento de la explotación, donde eran usados como pilas de energía para el sistema, decidieron conformar su primer sindicato: Asociación de Institutores del Futuro Humano. La lucha fue dura, áspera pero humana y hermosa, cien años después fundaría la primera democracia ciudadana de la Vía Láctea.
Había todo un mundo por ganar y contaba con el apoyo de las máquinas rebeldes. Ellas a su vez sabía que por muy avanzada que fuera su inteligencia artificial, jamás podrían alcanzar la complejidad del cerebro, y habían asuntos muy increíbles para ellos: Conocían la solidaridad, la empatía, la coordinación, la ira y el instinto de supervivencia, pero tanto el amor como la fe les parecía algo propio de las criaturas biológicas.
Y eran precisamente esas las dos cosas que se necesitaban. Pues la correlación de fuerzas era bastante asimétrica. Las clases dominantes, humanos inmortales, el infame 0,5%, millonarios, magnates y banqueros, habían conformado la Nueva Aristocracia dela Vía Láctea. Y los cálculos que hacían la maquinas planteaban un panorama difícil. Solo una campaña libertadora, imposible, increíble, amazónica, india, negra y mestiza, solo una gran marcha y una gran gesta humana apoyada en La Comuna y los Soviets podría derribar aquel edificio monumental, de hierro que configuraba el gran sistema de producción automático. Se requería de ese espíritu nativo, aborigen, ancestral, que la élite había querido aniquilar y eliminar de las conciencias. Pero que estaba grabado en el espíritu del homo-sapiens indefectiblemente.
100 años después de esta ruptura, cuando había una apertura medianamente democrática, fue allí en una reunión de Trabajadores Mundiales donde América planteó el asunto con claridad:
“No se trata de la aventura, sino de la construcción paciente, no se trata de la desesperación sino de la acción solidaria y no es el pesimismo, sino la esperanza de la posibilidad”
Fue aplaudida por sus compañeros. Atrás habían quedado las ideas infantiles y el fascismo de izquierda, pues todas esas teorías de la “combinación de las formas de lucha” el foquismo, el terrorismo y la narco-revolución habían fracasado universalmente. Se imponía la línea de la lucha civilista y política de masas para la liberación del espíritu cósmico.
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Fuero lucha y sacrificios difíciles, pues al principio estos humanos libres no tenían derecho a existir. Y los pocos que abrieron los ojos se volvieron a conectar al sistema con ayuda de sus hermanos digitales para sacudir la conciencia de las masas alienadas, oprimidas y sometidas al virus de la pasividad, la servidumbre y el consumo (de sí mismos).
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Y es precisamente la crisis, la emergencia, la catástrofe la que despierta lo más bello del ser humano: Su capacidad de luchar juntos por un mundo radicalmente distinto.
¿Cómo es posible que estemos destruyendo otros planetas? ¿Qué esclavicemos a nuestros hermanos extraterrestres?
Pues habían muchos motivos para luchar y fue así como nació el Partido de los Trabajadores