¿Valen más tus muertos o los míos?
Por: Esteban Morales Estrada.
Historiador.
“En la historia no se puede afirmar ninguna certeza”
Dominick LaCapra<
Hace unos días leí un interesante artículo de Philipp Blom en la revista El Malpensante, llamado: El Policía Empapado.(i) El artículo trata sobre la relación conflictiva entre las fuentes históricas y las interpretaciones del pasado, resaltando la intencionalidad de los relatos históricos, con base en el caso de un policía francés, que malhumorado, se negó a hablar con unos turistas curiosos sobre las razones por las cuales la batalla de Waterloo no aparece en el Arco del Triunfo (en Paris) y prefirió mojarse en un torrencial aguacero, para huir de los cuestionamientos.
Foto por:Julian Bello Instagram: juliandavid01
Dos cosas claras pueden señalarse: por un lado, la Historia como disciplina no busca la verdad, busca una interpretación del pasado, influenciada por el historiador y sus ideologías, preferencias, hábitos, creencias, nacionalidad, procedencia socioeconómica, gustos etc., por otro lado, lo anterior nos lleva a cuestionar la objetividad positivista y a ver en el estudio de la Historia más que verdades, interpretaciones.
No quiere decir que se estudie Historia en una universidad por cinco años para hablar “paja”, o que como se cree normalmente, cualquiera pueda escribir un texto histórico serio; quiere decir por el contrario, que en Historia no hay asuntos irrebatibles, ni terminados, básicamente porque trabajamos con vestigios y fragmentos del pasado y todo está condicionado a nuevos hallazgos, o a nuevas interpretaciones. Además, muchos acomodan el relato histórico a sus intereses y se repiten a sí mismos una versión, que terminan por convertir en verdad absoluta e irrebatible, influenciados por las historias oficiales o nacionales, que buscan héroes y no hombres. Sin embargo, el uso de unas teorías y unas metodologías, así como la erudición y las capacidades comunicativas son vitales para cualquiera que desee aportar a la construcción de una Historia seria, y no son virtudes fáciles de adquirir. El hecho es que en matemáticas 2 + 2 es 4 y nadie puede controvertir dicho resultado, mientras que en Historia, todo puede ser refutado.
Toda esta retahíla, para hablar de la polémica que se desato por las declaraciones del Papa frente al Genocidio Armenio. Resulta que hace 100 años, en 1915 el Imperio Otomano, desató una política de exterminio, deportación y expulsión del pueblo armenio que habitaba en sus territorios, frente a la posibilidad de que estos fueran influidos por los rusos y atacaran desde adentro al imperio. Las estimaciones hablan de más de un millón de muertos y una inmensa diáspora por el mundo. Sin embargo, Turquía (heredera del Imperio Otomano) se defiende, desmintiendo las cifras y argumentando que todo ese proceso debe entenderse en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918).(ii) Armenia en la actualidad es un pequeño país del Cáucaso, y sus habitantes nativos fueron de los primeros en adoptar el cristianismo como religión, sin embargo, como se sabe, la zona es mayoritariamente musulmana, lo que ha sido un problema constante, cuyo último antecedente importante fue la guerra entre Armenia y Azerbaiyán entre finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, en la región de Nagorno Karabaj (en la que aun hoy hay combates). La iglesia Apostólica Armenia, es la principal en el país y hace parte de las iglesias cristianas monofisitas orientales, teniendo fieles en muchos países debido a la diáspora. Argentina, Uruguay, EEUU, Chile, Brasil, Francia y España entre otros albergan importantes comunidades armenias.
En los últimos días se ha desatado una airada respuesta por parte de Turquía frente a las afirmaciones de Francisco, quien calificó el Genocidio Armenio como “el primero del siglo XX”,(iii)aspecto que han señalado otros antes, pero que cuando lo dice el Sumo Pontífice, adquiere gran preponderancia. El asunto es que Turquía llevo a cabo varias medidas diplomáticas contra el Papa, como las de llamar a su embajador en la Santa Sede a consultas y la de convocar al nuncio papal en Turquía, Antonio Lucibello, para entregarle una nota de protesta.(iv) Mientras tanto, el Parlamento Europeo instó a Turquía a aprovechar el centenario para reconocer el genocidio, como uno de los pasos fundamentales para entrar en la Unión Europea.(v)
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan señalo que “Cuando los políticos y los religiosos asumen el trabajo de historiadores, no dicen verdades, sino estupideces” y posteriormente resaltó que: “mientras los armenios morían en nuestro país, a los otomanos los mataban en otros países”. Erdogan dejó claro que la solución es que “los historiadores investiguen el asunto” para evitar “que los hechos históricos se saquen del contexto y se conviertan en una campaña contra nuestro país”. Finalmente, el presidente recordó que “el año pasado expresó sus condolencias por la tragedia armenia, pero subrayó que esta misma postura debe adoptarse respecto a lo que sucedió a los tártaros de Crimea, de etnia turca, o a los circasianos en el Cáucaso”.i En esta última afirmación, aparece una disputa discursiva entre los muertos turcos y los muertos armenios y la significación de esas mismas muertes, según sea su origen nacional.(vi)
Por otro lado, el Sumo Pontífice recordó "el centenario de ese trágico suceso, esa inmensa e insensata masacre cuya crueldad tuvieron que soportar vuestros antepasados",(viii) refiriéndose a una comitiva armenia, de visita en el Vaticano. Uno de los líderes religiosos de la Iglesia Apostólica Armenia declaró que: “el genocidio armenio es un hecho inolvidable e innegable en la historia, claramente situados en los anales de la historia moderna y en la conciencia del pueblo armenio. Por ello cualquier intento de borrarlo de la historia está condenado al fracaso”.(viiii)
Mientras que los turcos niegan el genocidio y lo justifican por el contexto de la “gran guerra”, los armenios viven aun con ese trauma centenario, que hace parte de su memoria colectiva.(ix) En conclusión, estamos aquí, ante uno de muchos ejemplos que ratifican la máxima de que: “la Historia es un campo de batalla” y no un corpus de acontecimientos antiguos y estáticos, sino, por el contrario, una herramienta de legitimación y construcción del presente.
En medio de la anterior reflexión, no queda más que advertir sobre los peligros de la Historia que adapta las evidencias a objetivos políticos. El afán del historiador en el caso de la disputa entre turcos y armenios, respecto a la interpretación y al uso del pasado, debe estar marcada por tratar de entender el proceso de forma imparcial y resaltar el papel de ambos actores, entendiendo el contexto y basándose en las evidencias. A nivel historiográfico es un hecho que hubo una política planificada de segregación y expulsión de los armenios por parte de los otomanos, que produjo la muerte a miles de civiles, sin embargo, lo que está en discusión es la magnitud de dicho acontecimiento, ocurrido en el contexto específico de la primera guerra mundial y la transición del Imperio Otomano a la República de Turquía. ¿Cuántos muertos y en qué forma los mataron? es la cuestión.
Las conmemoraciones del Genocidio Armenio el próximo 24 de Abril, serán contrarrestadas por el Estado de Turquía, con un acto para honrar la batalla de Galípoli el mismo día, lo que sin duda configura una lucha entre dos versiones de la Historia, los que niegan y los que aceptan el genocidio. El día 24 de Abril se celebrará simultáneamente una conmemoración a los héroes turcos de la primera guerra mundial, mientras en Armenia, se hará un homenaje a las víctimas de los turcos: los armenios. Sin duda ese día habrá una batalla diplomática y política entre dos conmemoraciones.(x)
Con lo anterior vemos la volatilidad de las interpretaciones históricas y su maleabilidad según las situaciones particulares. Todos son víctimas, pero pocos se reconocen como victimarios, todos son héroes y mártires. ¿Y las responsabilidades históricas? ¿Y el esclarecimiento de los hechos? Si nadie reconoce la culpa y todos son víctimas de un momento especifico o del otro ¿qué se puede hacer? A diferencia de Alemania que adelantó toda una política de reconocimiento del holocausto, Turquía niega el genocidio y se defiende a toda costa de unas acusaciones que considera infundadas, falsas y perjudiciales para sus planes como país.
Que esta reflexión nos haga pensar sobre el caso colombiano y lo difícil de construir una Historia en la que todos los actores encajemos y nos sintamos bien retratados en la construcción de un pasado nacional. Frente a la dificultad de aceptar las responsabilidades, se entiende al policía empapado del comienzo de esta historia, que prefirió mojarse y pescar un resfriado, a cuestionarse a sí mismo sobre su versión amañada y parcializada de la Historia, de la que todos en mayor o menor medida padecemos.
En fin, siempre habrá unos muertos que valen más que otros, dependiendo desde donde se mire…