¡Qué los liberen ya!

Por: Alberto Herrera

Después de dos años de iniciadas las conversaciones de paz el secuestro del general Alzate hay que mirarlo desde la óptica de la negociación, ¿Por qué?
Los avances alcanzados en este lapso son notorios, el país lo reconoce, pero no son tema de esta nota. Son la manifestación del interés de las partes que han abordado la reconciliación como su meta y de una nación que la anhela. Los opositores podrán decir que no hay que créeles y esgrimirán razones de peso mostrando la falta de seriedad y las innumerables argucias utilizadas por las Farc por 50 años para sobrevivir y llegar al sitio donde hoy están sentadas. Los detractores del gobierno también pueden argumentar su indiferencia con compromisos adquiridos con la población y el país; todo es cierto, pero Santos, que tomó la decisión de apartarse del uribismo guerrerista, y enrutarse por el acuerdo, decisión que le ha creado un gran enfrentamiento con su antecesor, considera oportuno y necesario terminar el conflicto de una forma más civilizada: negociando.

Las Farc está en la mira de las Fuerzas Armadas, las bajas de los últimos años lo corroboran y saben que el éxito de la negociación les da la posibilidad de subsistir, su campo de acción política con armas se agotó y corren el peligro de desaparecer. El enfrentamiento entre las dos partes, institucionalidad vs. insurgencia, se ha trasladado de las selvas a La Habana, ha pasado del enfrentamiento armado a la negociación. El conflicto bélico pierde terreno, por eso la negociación puede avanzar en medio de él. Las escaramuzas de las Farc, agrandadas y magnificadas por el uribismo, no dejan de ser estertores de una guerrilla que jamás tuvo posibilidad de un triunfo militar. El interés de las dos partes en negociar pasó del enfrentamiento militar a la búsqueda del acuerdo. El rompimiento significa la derrota y la posterior desaparición física de la guerrilla, un traspié para la táctica negociadora del gobierno y una frustración nacional.

Visto así, a estas alturas de la negociación, el secuestro así sea de un general, no tiene el peso ni la trascendencia del pasado, no es negociable ni debería detener el avance de los diálogos. En Colombia se han secuestrado candidatos presidenciales, expresidentes, hijos de presidentes, parlamentarios, alcaldes, gobernadores, empresarios nacionales y extranjeros, terratenientes, deportistas, miembros de las FF.AA y miles de ciudadanos, todos hechos repudiables y siempre condenados por la corriente política del PTC. Está bien que el gobierno nacional interrumpa la negociación y exija su liberación inmediata, es lo menos que puede hacer. Hasta la oposición a la negociación lo respalda en esta decisión. El general ya no es un botín de guerra ni de negociación, al contrario es una papa caliente y si la comandancia guerrillera es consecuente con su situación y la acepta, debe dar sin demora ni titubeos la orden de su liberación, que se constituiría en el mejor indicio de la voluntad de paz y allanaría el camino de la negociación. Por el contrario, si lo retienen ponen en riesgo el proceso de paz y su propia suerte. El proceso aún puede revertirse, pero no parece que los comandantes estén inclinados a vestir de nuevo el camuflado y terminar sus días en la selva.
Será el mismo general Alzate ante la diversidad de versiones sobre el secuestro quien informe el acontecer de este inaudito plagio. El interrogante ahora se traslada a las Fuerzas Armadas: ¿qué piensan de este desafortunado hecho y en últimas, como están viendo el proceso de paz?

A buena hora se anuncia un acuerdo entre las partes para la liberación del general y sus acompañantes gracias a la mediación de Cuba y Noruega, garantes del proceso de paz. Debe procederse de inmediato y sin ninguna condición a liberarlos y exigirle a las Farc, como se comprometieron en las negociaciones, a no cometer ni un secuestrado más en Colombia. ¡Liberación ya!
Nov. 20/14

Compartir