Hacia la máxima cima de la mano de Zapata Olivella

La presencia y amistad de Manuel Zapata Olivella en la vida de
Gabriel García Márquez, además de su inmenso talento, genialidad, gran
capacidad intelectual y destreza literaria, fue importante y definitiva para
su futuro. Él lo enrutó hacia su vocación de periodista, que no conocía y
por timidez no había descubierto. Allí se le abrieron las puertas al mundo,
al de las letras y al de su porvenir literario. Entonces, desplegó sus alas
al universo de las literaturas entre crónicas, columnas y aprendizajes de
los consagrados, logró llegar a otros horizontes, al viejo Continente y
encontrar que, en sus penurias, luego de dejar la corresponsalía, en su
encierro en un cuarto de París expresó su emoción contenida a la
literatura, sumada a sus otras incursiones intelectuales, en el derrotero
hacia la cima.

Desde que Zapata lo conectó con la música provinciana del
Magdalena, interpretada con acordeón, caja y guacharaca y lo acercó al
juglar mayor, Escalona y a los oficiantes de “las noticias cantadas”,…
asimiló y aprendió de los juglares “el arte de amasar la palabra con
ritmo” y como escritor motivado por esos cantos de los auténticos
personajes, que le dejaron que impregnara su obra de juglerías, de donde
bebió y empapó su tinta, hizo que la convirtiera en la más maravillosa
prosa poética. Allí se le abrió la puerta grande para embriagarse al lado
de ese fuelle mágico… que le hizo “arrugar el sentimiento”, el acordeón,
para luego ya en el éxito, reconocer las influencias extra literarias de la
música vallenata en sus obras y dejar a los lectores del planeta,
empaparse en sus propias lenguas, de ese mundo mágico-realista, el “Universo literario llamado Macondo”.
Los dos “grandes amigos” Zapata Olivella y García Márquez
recorrieron el arduo y bello camino del arte, de la música, la literatura,
especialmente en sus travesías por la cultura popular, recogiéndola,
estudiándola, devolviendo el tiempo en la senda de sus ancestros, para
dejarla como el mejor legado para la humanidad.
Se podría concluir de ese feliz momento en que la vida los puso en las
mismas rutas espirituales, intelectuales, en el amor a su tierra y a sus
pobladores, que enaltecieron en sus valores raizales, en su idiosincrasia y
en sus importantes recorridos por la vida y sus grandiosas obras, que
permanecen para cumplir con lo que ambos siguen anhelando desde las
otras dimensiones, ser leídos para que se conozcan a fondo las realidades
de la patria y el momento que les tocó vivir.

Manuel Zapata sólo pedía y exigía a sus amigos, a sus receptores, a
la sociedad colombiana “que su obra fuera leída” para que los jóvenes y
las futuras generaciones de la diáspora, tuvieran una esperanza de
diálogo fraterno e intercultural en plenitud de igualdades con el diferente
en religión, idioma, etnia y cultura en general.
García Márquez, “sólo escribía para que sus amigos le quisieran
más” … y seguirán resonando las palabras de su mensaje: “…los
inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho
de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación
de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde
nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea
cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas
a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda
oportunidad sobre la tierra”. (Discurso de aceptación del Premio Nobel
de Literatura, Estocolmo 1982: “La soledad de América Latina”).
Persistirán como un gran eco de sus voces, a las presentes y
venideras generaciones para que luchen también por una patria grande
más humana y más justa.

Gladys González Arévalo
glagonar@yahoo.com
Cel: 3158972636

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