El ocaso del Polo
Por: Jaime Vargas Ramírez
22 de abril de 2017
Con la renuncia de Clara López al Polo Democrático Alternativo, PDA, se confirma el declive del frente de izquierda que inició en el 2003 como alternativa política y esperanza para millones de colombianos.
Luego de transitar por un sistema bipartidista excluyente y de la intensificación del conflicto armado, en Colombia surgió una izquierda que rompía con la doctrina de la combinación de todas las formas de lucha. A la vez que el conflicto armado y el neoliberalismo produjo la derechización de amplios sectores, una nueva izquierda democrática, - producto en parte de la reforma política de 2003- hizo aparición en el panorama político.
El Polo Democrático Independiente (PDI) obtuvo la personería jurídica el 24 de julio de 2003 luego de que diferentes vertientes de la izquierda decidieran unirse para darle batalla al gobierno de Álvaro Uribe. En octubre de ese mismo año eligió a Lucho Garzón como alcalde de Bogotá con casi ochocientos mil votos. Por primera vez, el segundo cargo electoral más importante del país quedaba en manos de la izquierda.
Sin lugar a dudas, la Constitución del 91, el gobierno autoritario de Uribe, y un conflicto interno sin salida y degradado, contribuyeron a la aparición de una izquierda democrática que se unió para enfrentar los retos planteados por una especie de primavera latinoamericana que encarnaban gobiernos de centro izquierda en diferentes países de la región.
Para las elecciones presidenciales de 2006 fue elegido Carlos Gaviria Díaz como candidato a la presidencia, tras una consulta en la que también estuvo Antonio Navarro. En estas elecciones la nueva organización obtuvo su mayor votación con 2.609.412 sufragios, ganándole al Partido Liberal.
En ese contexto, posteriormente se dio la creación del Polo Democrático Alternativo, PDA. El clima de polarización surgido por la aspiración a la reelección del presidente Álvaro Uribe y los efectos de la reforma política, que exigió que los movimientos más pequeños se aliaran para poder sobrevivir legalmente, motivaron la unidad del PDI y la Alternativa Democrática, AD. El congreso de unidad se realizó entre el 30 de noviembre y el 2 de diciembre de 2006.
Sin embargo, la motivación y el entusiasmo de sectores y ciudadanos nuevos en la política por una izquierda renovada y con aspiraciones de gobernar fue eclipsándose ante la lucha interna desatada por quienes querían la dirección del nuevo partido. Importantes debates sobre si la nueva organización debía ser un frente o un partido, sobre la necesidad de rechazar con nombre propio el asesinato de los diputados del Valle por parte de las Farc, sobre la necesidad de hacer o no alianzas con sectores diferentes a la izquierda, llevaron a una gran discusión y a rompimientos que produjeron un languidecimiento sostenido del PDA. Sectores de la izquierda tradicional como el Partido Comunista y el Moir, en una prolongación de su vieja puja por ser la vanguardia de la revolución, espantaron a más de uno e imprimieron en las filas de la joven organización el sectarismo y la desconfianza, lo que dio al traste con los objetivos unitarios sembrados en el PDI.
Por eso, Clara López en su carta de renuncia afirma que “los sectores de quienes me respaldan en el Polo vienen siendo ultrajados, discriminados y excluidos de la igualdad de trato que exigen los estatutos y en abierta violación de la democracia y el buen trato. Hasta las coordinadoras locales y regionales han sido disueltas para consolidar la ‘moirización’ del antes Polo Democrático”.
En su misiva indica que en razón de lo anteriormente expuesto ha tomado la decisión de apartarse “del partido ahora dirigido por quienes desdicen de sus postulados democráticos y pluralistas y pretenden reconducirlo al sectarismo excluyente y al hegemonismo vanguardista. ¡Cómo echo de menos la frescura y el pluralismo del PDI!”
Importantes y valiosos liderazgos como los de Lucho Garzón, Antonio Navarro, Gustavo Petro, Marcelo Torres, María Emma Mejía y, ahora, Clara López, salieron del Polo ante la pelea a dentelladas ofrecida por quienes optaron por hacerse al aparato como una premisa para poder “dirigir” la revolución en Colombia.
Hay un claro ganador en la reyerta por la dirección del PDA: el Moir de Jorge Robledo, que desde que ingresó a la joven organización, pugnó por la “depuración” de la misma a la medida de sus intereses. Esa fue siempre la consigna de los hoy nuevos dueños del Polo Democrático. Se trata, sin embargo, de una victoria pírrica alcanzada en desmedro de la unidad de la izquierda. Del Polo grande y diverso que alentó las esperanzas de muchos, hoy solo queda un Polo ‘depurado’, un polo moirizado.