ANDANTE 10
LA CREACIÓN DEL HOMBRE SEGÚN EVA
María Victoria Martínez Martínez *
Cuando Dios creó a ADÁN lo colocó en el paraíso y se despreocupó totalmente de lo que pudiera suceder, lo dejó tirado en medio del árbol del fruto del conocimiento y no le importó, ya que estaba seguro que a su creación no se le ocurriría comer alguno de sus frutos, al fin y al cabo era solo eso “un hombre”; carecía de curiosidad, Dios sólo lo observaba a través del panóptico y se reía preguntándose ¿Qué fue lo que hice? ¿A quién creé? Y de vez en cuando se decía: “Que ni se le ocurra pedirme que le dé una compañera, esto me pondría en graves aprietos, porque con mi obra mejorada, la tendría que dotar de inteligencia, de
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conocimiento, de un sexto sentido y entonces el juego del árbol del conocimiento se me acabaría”.
Había momentos en que Dios se exasperaba cuando escuchaba a ADÁN cantar por el paraíso “Aserrín aserrán, los maderos de San Juan, piden queso, piden pan”, frases huecas, incapaz de pensar tan siquiera por un instante qué significaba lo que cantaba y Dios entraba en dudas, ¿Qué era esa cosa que había creado?
Pasado el tiempo comenzó ADÁN a lloriquear, a seguirlo por todo el paraíso, le tiraba de la túnica y le decía que estaba fastidiado, que se sentía solo, que quería una compañía y Dios comenzó a preocuparse; mientras tanto ADÁN recorría la nada, muy aburrido y me imagino que ensayaba con su cuerpo jugando al “solo me quiero yo mismo”, miraba para todos los lados, pero nada se le ocurría, daba y daba vueltas por el paraíso, la serpiente cada rato se asomaba por entre las ramas del árbol y le llamaba la atención con un susurro muy breve y quedo; me imagino que le diría pis…pis, pero ADÁN ni siquiera miraba para ese sitio, estoy segura de que si la manzana hubiera caído en su cabeza mientras dormía recostado en el árbol, la ley de la gravedad no se hubiera descubierto, él solo la abría apartado, echándola a rodar, no se le hubiera ocurrido comérsela, olerla, jugar fútbol, al menos preguntarse ¿por qué a mí?, pero no, nada de esto sucedió y continúo balbuceando, ¡quiero una compañera!, ¡quiero una compañera!.
Fue en este instante que Dios dijo: No puedo continuar con este perezoso, vago improductivo, tengo que construirle a alguien que haga que mis historias se realicen o si no ¿quién va a ser tentado por la serpiente? Necesito a un
ser lleno de curiosidad, que piense, que se adelante al tiempo, que le haga caso a la serpiente. Así en su sabiduría creó a EVA, esperó el momento propicio, y no fue difícil porque ADÁN vivía durmiendo, en uno de esos largos sueños, tomó una costilla de su cuerpo y creó a EVA, de todas maneras y para que no se descubriera su fechoría, la hizo con todas las costillas menos con la que le sacó a ADÁN, quedando con igual número de éstas, encubriendo de esta manera su hurto, se concluyó que no había prueba y por lo tanto no había delito.
Puedo asegurar que la letra de la canción “Manzanas azules”, apareció en el momento en que ADÁN, lleno de espanto, atinó a preguntarle a su compañera EVA: “¿Qué haces pequeña al pie del manzano, con gesto risueño y el fruto en la mano? Y Ella, mujer al fin y al cabo, diligente, risueña, coqueta e inteligente le respondió: “Estoy tomando esta manzana azul, puedes probarla, si gustas Tú”.
Igualmente se relata que además de la creación del hombre y la mujer, los hongos hicieron de las suyas, esto se comprueba cuando ADÁN exclama “¡No es posible, no, que tú veas azul, lo que verde veo yo!”. En fin, estas son crónicas de lo que sucedió en ese tiempo y espacio.
Y fue así como evolucionó el mundo, mejor dicho fue EVA quien descubrió el mundo, llena de curiosidad le paró bolas a la serpiente, con su sabiduría y conocimiento cogió a ADÁN y de un empellón lo sacó del paraíso, lo puso a trabajar, le coció sus primeros vestido, lo puso a pensar y desarrolló para Ella el sexto sentido, no se lo quiso transmitir a ADÁN porque para qué, se hubiera atrofiado, estudió la premonición y libró al mundo de cosas peores, y mientras que él escarbaba en sus manos creyendo que las bolitas de mugre eran la piedra filosofal, Ella descubría la quiromancia; ya la escucho diciéndole: “Piensa antes de actuar”, mientras que Ella se repetirá para sí misma: “Pienso, luego existo”.
Imágenes: Floresta, foto tomada por el compositor y escritor Manuel Mejía Franco, hijo del compositor y músico cartagenero Adolfo Mejía Navarro. Y fotos de María Victoria para ilustrar sus haikus.
* María Victoria Martínez Martínez. Palmira, Valle del Cauca, 1953. Desde 2005 vive en Bogotá vinculada al Instituto para la Economía Social IPES. Poeta y ensayista. Doctora en Derecho y Ciencias políticas con Maestría en Criminología, Ciencias Penales y Penitenciarias de la Universidad Santiago de Cali. Coautora del libro Derechos humanos por Colombia”, editado por la Personería Municipal de Santiago de Cali, JHD Impresores, 2003. Autora de varios ensayos, entre ellos El Haiku y el pensamiento de Krishnamurti, publicado en la revista de la Mancomunidad de Escritores La Mancha del Quijote, Número 3, en 2017. Obtuvo, entre otros reconocimientos literarios, en 2014: 1er premio en narrativa Navidad en mi casa, 1er premio en poesía Redes de amores lejanos, 2º premio en poesía Homenaje al agua y 2º premio en poesía Réquiem al Puerto de Buenaventura.