ANDANTE 1
LA VENTANA III
Chile
Tú, pequeño trovador
que abres las mañanas
dime: ¿si el cerezo muere
volverás a cantar alegre
y al alba en mi ventana?
Tú, emplumado pajarillo
no me ves, pero te escucho…
¿Quién te enseñó las notas
y los arpegios de tu canto?
¿Para quién tu nocturno trino?
¿Será tu oración
para despedir el día,
o solo como yo estarás?
Ven, quiero ser tu nido,
sin temor baja de la rama,
acompaña mi soledad
junto al fuego moribundo
en el invierno de esta noche.
Por: Inés Blanco – Luna de Abril – (1)
(1) Escritora - Poeta. Nacida en Bogotá. Géneros: Epistolar, poesía, páginas líricas, cuento breve y prosa poética. Publicaciones: Paso a paso, Piel de luna, El Tiempo y la clepsidra, Navío de arena, Los ojos de la noche, Nostalgia de la luz.
LA MAMÁ DE LOS CUENTACUENTOS
Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas.
En el crepúsculo se casaba y al amanecer enviudaba.
Una tras otras, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.
Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiando un cuento por cada nuevo día de vida.
Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba estudiando el pescuezo.
Si el rey se aburría, estaba perdida.
Del miedo de morir nació la maestría de narrar”
Por: Eduardo Galeano (2)
(Montevideo, Uruguay, 1940 – 2015)
(2) Ícono de la literatura latinoamericana. Era hijo de Eduardo Hughes Roosen y de Licia Ester Galeano Muñoz, de quien tomó el apellido para firmar como escritor y periodista.
A MI HERMANO MIGUEL
In memoriam
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: “Pero hijos…”
Ahora yo me escondo;
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después te ocultas tú, y no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tu te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.
Por: César Vallejo (3)
(Santiago de Chuco, Perú, 1892 – París, 1938)
(3) Poeta de los Andes y la fraternidad, autor entre otros libros y escritos de Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz, de los poemas Los Heraldos negros, Piedra negra sobre piedra blanca, Masa, Espergesia...
UN ÁLAMO
Un álamo
al que le nacen orquídeas.
Ella en su juventud
mandó sembrar estas parásitas.
Recuerdo
que siendo niños
nos reveló el secreto:
“En las ramas
y en la fronda de los árboles,
las orquídeas
y el gorjeo de los pájaros,
cumplen la misión
de adornar
e iluminar los cielos”.
VACÍO
Fue tal el vacío
que ella
y ellos
regresaron.
Desde entonces
son también
pasajeros del delirio
Por: Arturo Neira Gómez (4)
(4) Bogotá, 1950. Psicólogo y escritor