Las construcciones de la ingeniera son obras de una artista.

Por: James Llanos Gómez - Artista y Curador

Construir en el pasado más reciente en el mundo del arte era una hazaña de virtuosos que tenían unas conexiones y unas aptitudes que solo se hallaban en seres genios que describían la naturaleza y el mundo de los objetos con belleza, proporciones y mucha técnica; se creía que solo el arte era y pertenecía a los artistas.

Nada más falso que esa afirmación o esa creencia; hoy en el mundo contemporáneo lo más importante que el arte, es la imaginación con creatividad. Una obra es un objeto entre otros dado a la experticia con sensibilidad; es tan sólo una sustancia, donde cualquier material tratado con amor y confianza puede ser una obra de arte, un momento que une al creador y su entorno, con las ideas y el sentimiento para hablar con otro lenguaje.

Esto pues, es la vida de una ingeniera civil, Claudia María Villegas Aristizábal, empírica, que cambió el decámetro, el casco blanco, las botas y su cinturón de herramientas por unas tijeras, mesa llena de papeles coloreados y reciclados, regla, bisturí y cajas prolijas hechas al mejor estilo de ebanistería, donde las megaobras de infraestructuras pesadas se transforman en obras que mueven corazones, una estructura importante en el mundo de hoy. Componer, diseñar y construir otra clase de trabajos que prescinde de herramientas rudas por materiales generosos, es difícil; lo único que permanece en su mente del ser ingeniera y trasmitida a sus manos, es la matemática y los cálculos para realizar composiciones de animales, mandalas, globos y aviones para poner su mente en lo más alto, quiero decir, en los ojos de los niños.

La obra de Claudia es un encanto que evoca la proporción y la perfección que existía en el mundo del pasado como el arte, la ingeniería y la arquitectura, y que hoy se ha perdido por culpa del consumo y la velocidad del ser; las obras hoy son más de la experimentación rápida, sin medida ni proporción; lo meticuloso y la precisión es solo para los neurocirujanos; pero nada más preciso que un buen corte o empalme de un papel con otro, es una forma distinta para hablar de perfección, o sea de neuroarte.

La obra y su mundo actual es su nuevo estilo de vida; busca el regocijo y la tranquilidad, ya no por una remuneración en otrora de su profesión académica, sino por el contrario, por otra que es mucha más gratificante, la retribución de la admiración y la sonrisa de un espectador al ver graficada una mandala o un animal en otra dimensión; esta propuesta ofrece a través de cada pieza una transformación del mundo del concurrente, quien la observa y juega, algo bien importante; empero, lo fundamental aquí es que por medio de estas construcciones minimalistas en su modulación y complejo del dintorno (espacios interiores de las formas llenos de colores y trazos que comunican un susurro de tranquilidad) sirve para transformar mentes y poner corazones de los infantes a vibrar simplicidad y perfección.

Cabe deducir que la obra de la ingeniera civil que el tiempo la moldeó para dar el salto a la artista naciente proyecta una nueva mirada del mundo, una dimensión que la clasifica en una hacedora de art deco con lenguajes neoexpresionistas, a través de papeles con textos reciclados y cartografías de fondo, resaltando las figuras anatómicas e ilustrativas de un mundo natural y popular.

Esta propuesta trasgredió las fronteras de la construcción civil en la del arte infantil como un hecho relevante en el mundo de hoy; conectar sentidos, entre lo más sencillo con los más profundo o entablar una conversación entre los universos de la inocencia y la curiosidad, solo lo puede hacer una ingeniera civil que construye caminos directos al espíritu así sean de papel. Joseph Beuys “cada hombre, un artista”

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