Músicos, acádemicos y escritores hablan sobre el legado de Germán Patiño

El País

Los vallecaucanos y los habitantes de la extensa región pacífica no terminan de acostumbrarse a la desaparición del historiador y gestor cultural Germán Patiño Ossa, acaecida el pasado lunes 19 de enero, quizás porque hay muchos aspectos de la vida cotidiana que lo traen de inmediato a la memoria.

Basta con escuchar en la radio una marimba, un guasá o un tambor; con saborear un buen plato de pescado adobado con la sazón del Litoral; con mirarnos a los ojos y descubrir que a pesar de ser diferentes, unos blancos y rubios, otros negros de pelo apretado o de piel canela y cabello lacio, existe en el aire una sonoridad, una alegría, una manera de hablar y de ser que nos acerca.

Y que muchas personas hayan logrado esa conciencia al interior de una sociedad con una historia brutalmente racista y clasista, es consecuencia de una labor, que como gota sobre la roca, numerosos intelectuales y gestores, incluido Germán Patiño, realizaron a lo largo de varias décadas.

Y fue desde las músicas del Litoral como Patiño articuló un discurso, una estrategia, que le permitió aglutinar a toda una región para hablar de aquello que nos identifica, que nos da un lugar en un mundo globalizado.

Tal vez el Festival de Música del Pacífico ‘Petronio Álvarez’, esa gran fiesta de la cultura que este año cumplirá 19 años de creado, sea la mejor expresión de ese pensamiento.

Pero es también, la punta del iceberg. En lo profundo está la labor de un hombre comprometido, que se entregó por entero a investigar esas culturas, para conocerlas a profundidad.

Así lo entiende el escritor caucano Alfredo Vanín. “Germán Patiño consideraba que las expresiones populares eran la salvación, porque contienen el germen de nuestra identidad. Encontró en la cultura pacífica raíces muy firmes para definir lo vallecaucano, como una región específica de Colombia. Mostró cómo las culturas del Litoral y del Norte del Cauca nos aportan al lenguaje, a la forma de hablar o al gusto por la música, en esta región”.

Vanín asegura que Patiño investigó el aporte afrocolombiano a las gestas de Independencia y la conformación de la República y de cómo luego esta comunidad fue marginada de ese proyecto de nación. “Trabajó a fondo el origen de la marimba, fue hasta Ecuador para hallar cómo a través de un proceso de mestizaje surgió ese instrumento que aquí conocemos. No solo se fijaba en los grandes fenómenos sino que estaba al pie de los hechos más cotidianos para buscarle su significado”.

De eso es testigo Ronal Eduardo Balanta, director del grupo Son Balanta, de Santander de Quilichao, ganador del pasado festival ‘Petronio Álvarez’ en la categoría Violines Caucanos. “Germán Patiño fue una persona que estaba muy ilustrada sobre nuestra música, conocía las historias de las haciendas del norte del Cauca y el proceso de la esclavitud de nuestros ancestros”.

Por su parte el investigador Manuel Sevilla, director del departamento de Humanidades de la Universidad Javeriana, en Cali, señala que hay que entender que el Festival ‘Petronio Álvarez’, no es fruto del trabajo de una sola persona. “Es un proceso que involucra muchos actores y el gran aporte de Germán en dicho proceso fue que tuvo el poder de articularlos”.

El experto agrega que ahora la región tiene el más importante certamen tradicional de América Latina. “No tanto por la cantidad de gente que convoca, sino porque logra condensar lo que podemos denominar el ‘ethos Pacífico’, una manera de ser, de aproximarse a una cultura y de hacerla visible. Antes del Festival, el Pacífico existía en términos ambientales y económicos, pero luego de su creación se ubicó en el mapa cultural del país, ese fue uno de sus grandes aportes”.

Identidad

Y desde adentro de las propias comunidades del Pacífico, la música se convirtió también en un elemento de autorreconocimiento y reafirmación.

Expresiones como los violines caucanos, enraizadas desde hace cuatro siglos en las comunidades nortecaucanas, estaban a punto de extinguirse, porque los portadores de esta tradición eran los abuelos, que ya se estaban muriendo. Y en el andén Pacífico, los sonidos de la músicas urbanas desde la salsa, el reguetón o el hip hop, seducían cada vez más los más jóvenes.

Sevilla opina que los procesos generados por el Festival le dieron un nuevo aire a los violines caucanos. “Y no podemos olvidar que hace dos décadas la marimba de chonta era aún una cosa exótica. Hoy la encontramos fusionada con otras sonoridades”.

Ronal Eduardo Balanta recordó que Patiño fue uno de los promotores de crear en el 2008 la categoría de Violines Caucanos en el ‘Petronio Álvarez’. “Hasta entonces los músicos del norte del Cauca que participábamos nos sentíamos inquietos pues lo que hacíamos no encajaba en las categorías de marimba, chirimía o libre. Crear esta categoría ubicó nuestra música en el mapa cultural. Hoy se han creado escuelas para la formación en estas expresiones en nuestra región”, afirma.

Una agrupación que creció a la sombra del Festival fue Herencia de Timbiquí, ganadora de la categoría libre del festival en el 2006.
Bernerg Vásquez, su director, recuerda que antes de su primera participación en el certamen en el 2001, era un grupo de autodidactas que querían desde su apartado poblado divulgar su música.

“Ese primer año nos presentaron a Germán Patiño, en una mesa redonda. Fue una experiencia donde aprendimos aspectos antropológicos de nuestra cultura desde la música o el laboreo de las comunidades afro. El Petronio nos fue moldeando como grupo, queríamos ganarlo”.

Y es que el Festival fue la plataforma para grupos como Bahía, Saboreo, Socavón, Canalón, Sin Nombre Son, Recatón, Son Batá, entre muchos otros.

Vásquez agrega que Patiño también se preocupó por el rescate y la preservación del folclor. “Era un enamorado de nuestras costumbres, pero quería ponerlas en función. El Festival es la más grande muestra de rescate, preservación y proyección de nuestra música”dice el director.

Los alcances de todos los procesos que se han generado entorno a la cultura Pacífica motivaron que estas expresiones fueran tenidas en cuenta dentro de las políticas públicas de la Nación en materia de salvaguarda del patrimonio cultural de esta región.

Y sin señalar que fue el responsable directo, no hay duda de que su gestión y la de todos los actores que movilizó en torno a estas expresiones, contribuyeton a que en el 2010 los arrullos, los alabaos y la marimba del Pacífico, fueran incluidos por la Unesco en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Se ha dicho que la huella que ha dejado Germán Patiño con su gestión es imborrable, pero también es cierto que la sociedad, sea afro o no, deberá recoger sus banderas. “Una de sus preocupaciones era conseguir un buen balance entre las distintas formas culturales del Litoral, es decir que además de la música, otras expresiones como la cocina tradicional también se fortalecieran”, dice Sevilla.

Él afirma que se deben superar los “esencialismos”, esa idea de algunos de que lo negro es de los negros. “Se debe velar porque estas formas culturales sean conocidas y apropiadas por el resto de los colombianos. No todos somos afros pero todos tenemos derechos a disfrutar de sus expresiones y encontrar espacios de intercambio”.

Un festival que se convirtió en fenómeno cultural

En palabras de Germán Patiño, el Festival ‘Petronio Álvarez’ surgió de la necesidad de restaurar y fortalecer los vínculos del valle geográfico del río Cauca con el Litoral Pacífico y pensar un hecho cultural que hermanara a caleños y vallecaucanos con la gente de la costa. Su nombre rinde tributo al autor de ‘Mi Buenaventura’, que en la época era la segunda canción colombiana más interpretada internacionalmente.

En 1996 como Gerente Cultural del Valle, Patiño convocó a un grupo de personas con interés en la música popular, entre ellas a Fátima Lozano, Hugo Candelario González, German Villegas, Carlos Alberto Roldán, Andrea Buenaventura, Luis Guillermo Restrepo, Umberto Valverde y Rafael Quintero, que culminó en la propuesta de convocar un concurso de grupos para interpretar música del Pacífico en Cali.

La primera versión del Festival se realizó el 9 de agosto de 1997. Las eliminatorias se hicieron en el paseo Bolívar y la final en el Teatro Los Cristales. La idea era promover agrupaciones que tocaran la música orquestada al estilo Peregoyo y su Combo Vacaná.

Pero tras volver a recorrer el territorio, los organizadores descubrieron que la música tradicional se hallaba en peligro de extinción. Entonces se replanteó el Festival para privilegiar la fuente de la que mana esta expresión artística.

Nacieron entonces las categorías de conjunto de marimba y de conjunto de chirimía, y la categoría libre, para la música ‘orquestada’, que estructuraron la base del festival que en el 2008 introdujo la modalidad de Violines Caucanos.

En estos años el Festival ha cambiado de sede. Del Teatro al Aire Libre Los Cristales, pasó a la Plaza de Toros, de allí al Estadio ‘Pascual Guerrero’ y de allí la Unidad Panamericana, donde llega a albergar a más de cien mil personas por noche.

Fuente: elpais.com.co

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