Maldita la paciencia
Por: Angel Galeano Higua
Hace 25 años partió Francisco Mosquera y se me dio por leer de nuevo Maldita la paciencia, que escribí para EL PEQUEÑO PERIÓDICO a propósito de las circunstancias en que lo conocí. Me asombra recordar con tanta claridad aquel viaje por los ríos Magdalena y Cauca para ir a la Serranía de San Lucas. Y me asombra por el objetivo de aquel viaje y el espíritu constructivo, el deseo de ayudar de auténtico revolucionario. Durante aquella jornada Mosquera irradiaba alegría, optimismo y sus discursos fueron apasionados y de gran vuelo sublime. Le habló a los campesinos delegatarios del Sur de Bolívar, pero también a “los decalzos” que estaban allí. Soñó en voz alta con un nuevo país y yo tuve la fortuna de grabar sus palabras, no sólo en mi pequeña grabadora portátil de entonces, sino también en mi memoria. Luego intenté reconstruir aquella experiencia y aunque no pude, ni podré hacerlo como debiera ser, algo quedó plasmado en Maldita la paciencia. Ese es el problema con las palabras, no dejan expresar con plenitud la vida vivida. Quizás debiera haber sido artista para intentarlo con una pintura, una sonata o un poema… Pero para mi desgracia, adolezco de esos atributos.