La tierra de la hamaca

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Gladys González Arévalo
Antropóloga cultural, escritora e investigadora de la música y la cultura colombiana
Autora de los libros Ilustrados: La música en Gabriel García Márquez y Macondo tiene aroma de café, entre otros.
Como muestra la hamaca en miniatura de oro puro que se encuentra en el Museo del Oro de Bogotá, el origen de la hamaca yace en los indios de América central y del sur. Los nativos sabían desde un principio lo que tenían cuando la designaban como «la cuna de los dioses».

En la foto, uno de los rincones de lectura, con hamaca incluida, de la Biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona, en el que no podía faltar “una nota caribeña”.

En cierta ocasión Gabriel García Márquez le propuso a Adolfo Pacheco este trueque: cambiar la canción “La hamaca grande” por la novela “Cien años de soledad”.

Esta anécdota muestra, la importancia que le dio el escritor Nobel a esta “dormilona” —otro nombre que tiene en el argot popular— y lo que significa para el pueblo.

El origen de la hamaca según los colombianos- Identidad y simbología

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Como muestra la hamaca en miniatura de oro puro que se encuentra en el Museo del Oro de Bogotá, el origen de la hamaca yace en los indios de América central y del sur. Los nativos sabían desde un principio lo que tenían cuando la designaban como «la cuna de los dioses».

Por ser liviana, fresca y fácilmente transportable, la hamaca logró colonizar el territorio colombiano, sobre todo el de las tierras calientes, donde es esencial para cuidar el sueño de animales rastreros como culebras y alacranes.

Conozcamos la historia y el por qué inspiró al juglar vallenato Adolfo Pacheco a componerle una canción.

La tierra de la hamaca

En Morroa, comunidad de tejedoras de hamacas, se ha transmitido durante generaciones los secretos del oficio. Es una hilaza heredada de la mujer.

Esta población se encuentra ubicada en Sucre, cerca de Sincelejo, región antiguamente poblada por los Zenú. Sus artesanos tejían en telares verticales, para elaborar elementos cargados de símbolos rituales. Antes del matrimonio, el novio enviaba a la novia una hamaca, y a cambio ella le entregaba dos tejidos en algodón.

Durante los ritos funerarios las hamacas eran utilizadas para el reposo de los muertos embalsamados. Los descendientes de los zenués, heredaron este conocimiento ancestral, aprendiendo a elaborar hamacas, faldas y fajas. La hamaca, símbolo de su identidad cultural, es apreciada por ser un objeto funcional y transportable.

No es exagerado afirmar que de La Guajira al Amazonas y de Arauca a Chocó, la hamaca es uno de los objetos más importantes de la vida indígena y mestiza de Colombia.

La palabra Hamaca es de origen Taíno y significa árbol, quizás se deba a que desde un principio uno de los lugares preferidos para colgarlas es entre dos árboles para aprovechar la sombra y el fresco que estos producen.

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Carátula de El general en su laberinto, novela de Gabriel García Márquez, Editorial Suramericana (Google).

La hamaca y el chinchorro también son parte central de la cultura wayuu. La tienen de uso exclusivo, para recibir invitados o llevar de viaje; de uso cotidiano, que permanecen guindadas dentro del rancho, y de descanso, dispuestas fuera del rancho en la enramada, donde se lleva a cabo la vida social de los wayuu. Los hay de un solo color o multicolores, con franjas, con rayas o con motivos geométricos.

Es mucho más que una cama en el aire. Mecido en una hamaca Simón Bolívar urdió durante largos años las guerras de independencia. Y en una hamaca, durante siglos y siglos, los pobladores de Colombia han soñado, han transportado a los caciques y los enfermos, han hecho la siesta y el amor, han ofrendado el oro a los dioses, han nacido, parido y muerto.

Sin embargo, mucho antes de que llegaran los conquistadores y los cronistas, los indígenas de Colombia ya tenían bien establecida su propia imaginería sobre la hamaca.

Los Wayuu de La Guajira dicen que fue la araña de nombre Waleker la que les enseñó a tejer sus lechos aéreos. Consagrada artesana, tenía siempre listos sus tejidos al amanecer y fue además la que les mostró los diseños abstractos con que suelen adornarlos.

Las tejen como lo hacían sus ancestros indígenas: con hilaza de algodón y en un telar vertical, amplio y rectangular instalado en el patio interior de la casa. Este es un espacio abierto con techo de palma y comunicado con la cocina, el lavadero, las habitaciones y el patio, para no desatender las labores domésticas mientras se teje. Las hamacas tienen un lugar tan importante en el corazón de la gente del Caribe que incluso en las casas más humildes existen ganchos en las paredes para colgarlas. *

La hamaca grande

(Autor Letra y Música: Adolfo Pacheco Anillo -Ritmo: Paseo Vallenato)

Es una composición de Adolfo Pacheco, el mismo que convirtió una hamaca en un canto universal y que se convirtió en el himno cultural del municipio de San Jacinto hace más de 50 años y que dividió en dos, la música de acordeón significando un antes y un después.

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Es una invitación al reconocimiento y a la vez una serenata cargada de sentimiento y de amor propio por parte de la música de acordeón sabanera al pueblo Vallenato. Es lo que nos identifica.

Homenaje al creador de La hamaca grande

Adolfo Pacheco

Adolfo Pacheco dejó un legado de canciones llenas de sabiduría y emoción. Con su música, el juglar retrató la vida cotidiana, las historias de amor, la amistad y el dolor. Se recordará como “el juglar de los Montes de María”.

Más que una biografía, podríamos decir que es recuento de sus grandiosos aportes a la cultura vallenata y del país, con el fondo musical de su existencia, durante 82 años. Su recorrido por la vida terminó el pasado 28 de enero, que partió para otras dimensiones, el famoso juglar y compositor, el último de la dinastía de los contadores de noticias cantadas. (San Jacinto, Bolívar, municipio de los Montes de María, 8 de agosto de 1940 - Barranquilla, Atlántico, 28 de enero de 2023) Adolfo, es una mezcla de blanco con negro e indígena. Fue un músico colombiano, compositor y cantante de música vallenata, de origen sabanero, sabanas de los departamentos de Bolívar, Córdoba y Sucre. Representante distinguido de la música de acordeón en las sabanas de Bolívar y los Montes de María, corazón del Caribe colombiano. (Wikipedia, La Enciclopedia libre)

El juglar desde muy niño tuvo una fascinación por narrar en sones, puyas, paseos, cumbias y merengues, las vivencias del sabanero mayor, como también es conocido el juglar. Logró echar mano de su formación y componer utilizando figuras literarias como el símil y la metáfora.

Cuando se gradúa como abogado en la universidad de Cartagena, ya gozaba de la fama de ser el compositor de canciones como “El viejo Miguel” “El mochuelo” y la que lo internacionalizó “la Hamaca grande”.

Su aporte a la Música de acordeón del país

En su natal San Jacinto y los Montes de María, serían el espacio cultural en el que el maestro desarrollaría toda la impronta sabanera a través de sus cantos al folclor, la naturaleza, la tristeza y el amor que termina por imprimirle a la música de acordeón y que lo coloca, por una suerte de reivindicación del pentagrama musical del Caribe colombiano, a la altura de los juglares del Valle del Cacique Upar y el Magdalena grande, que habían reservado para sí, en el término “Vallenato”, el goce de la música del fuelle bendito que también tiene leyenda en el “indio faroto y su vieja gaita” tal “como la de Francisco el hombre”.

Su representación nacional e internacional de la cultura del Caribe colombiano.

La mejor representación a nivel nacional e internacional de la cultura del Caribe colombiano, logró convertirnos a todos con la hamaca grande y sus composiciones, en hijos de una región con una riqueza cultural, que a través del vallenato y la música de acordeón trascienden las barreras regionales y suprime lo particular para convertirlo en elemento identitario nacional, tal cual lo declara la UNESCO (2015) como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, en la que resalta que estas son “canciones de los vaqueros del Magdalena Grande, cantos de los esclavos africanos y ritmos de danzas tradicionales de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta”.

La Hamaca Grande y la Unión de dos culturas

La Hamaca Grande además de ser un himno para San Jacinto Bolívar, también se convirtió en esa melodía que une a dos culturas y a dos regiones: La Vallenata y la Sabanera, logrando de esta manera un intercambio musical que ha enriquecido la música de nuestro país, donde la entonan en todos los rincones convirtiéndose en una obra insigne de la cultura y el arte colombiano.

El maestro Adolfo Pacheco haciendo gala de un conocimiento exquisito de su región y reflejando el amor que siente por su tierra San Jacinto, ha manifestado en distintas oportunidades que 'La Hamaca Grande' se dividió en dos etapas, una cuando se comenzó a llamar Vallenato, él sintió que debía defender lo suyo argumentando que en la Sabana tenían algo diferente y a eso se sumó la frustración de que su compadre y amigo Andrés Landero, acordeonero por excelencia no se coronara como rey del Festival de la Leyenda Vallenata.

Armando Gil incluye algunos estudios e investigaciones que han hecho sobre Adolfo Pacheco, uno de ellos realizado por el investigador de la Cultura Caribe y profesor universitario Simón Martínez Urbanez, quien se refiere a la Hamaca Grande argumentando que "El Obsequio está despojado de ambición personalista, pues no se trata de una serenata estrictamente personal: se trata más bien del homenaje de un pueblo a otro, tal vez como reconocimiento y admiración por la riqueza de su arte musical" sostiene Martínez.

De acuerdo con las investigaciones realizadas por investigadores como Ángel Massiris Cabeza, La Hamaca Grande cuya primera versión fue grabada en 1970 por Adolfo Pacheco Anillo ha tenido al menos 79 versiones en distintos países y en diferentes ritmos musicales. La canción ha sido grabada en sellos discográficos de Colombia, México, Venezuela, Perú, Panamá, Francia, Estados Unidos y Costa Rica.

Una vida dedicada a la cultura y el arte

Este ambiente fue el detonante para que el maestro Pacheco, forjara su obra musical en la que como dice su canción 'El Pintor' recreara con el pincel de sus letras las costumbres, el devenir del pueblo, la naturaleza, personajes emblemáticos, sus amores y desamores, la historia de la región y hasta la política. Son cerca de 224 canciones grabada desde 1963, de las cuales cerca de 140 son de su autoría.

Adolfo Pacheco se hizo acreedor, para que La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata en 2005 lo declarara “Compositor Vitalicio”; distinción que comparte con Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona, Leandro Díaz, Emiliano Zuleta y Calixto Ochoa, entre otros. (Wikipedia, La Enciclopedia libre)

Composiciones: Entre sus temas se destacan: La hamaca grande, El viejo Miguel, El Mochuelo, Mercedes, El Cordobés. y tantas más reconocidas por sus mensajes y su cadencia melódica.

Adolfo Pacheco, un grande al que podemos comparar con cualquier compositor de los más celebrados en lengua castellana. Si uno elige al azar una canción de él, El mochuelo, pongamos por caso conoce una historia lírica hermosa. Si luego elige el son Mercedes descubre un relato en el que se amalgaman el galanteo y la picaresca, y si después pone a sonar ese merengue magistral llamado “Gallo bueno”, oye una crónica cantada redonda, completa, narrada con absoluta maestría.

¡Canta por siempre, maestro Adolfo
su magistral creación
para que el pueblo colombiano,
meciéndose en ella cante!

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