La manera en que vivimos se está desmoronando

guerra
​​​​​​​Fernando Guerra Rincón
Investigador del Centro de Investigaciones del Pacífico (CEMPA), Universidad del Valle
El viejo orden de la posguerra esta hecho añicos. Son tiempos oscuros donde la manera en que hemos vivido hasta ahora se está desmoronando a causa de un conflicto abierto y en ascenso que, termine como termine, agudizara los factores que lo han hecho posible: la emergencia de nuevos liderazgos económicos y políticos que reclaman un nuevo orden mundial, -China, Rusia, India, Irán, Turquía- y una nueva institucionalidad mundial que refleje esas drásticas alteraciones pues persisten zonas de conflicto latentes derivadas del viejo arreglo.

El mundo y la humanidad están en serios problemas. Cuando apenas estamos saliendo de la primera y mortífera pandemia global, cuya aparición obedece exclusivamente a la acción depredadora de la actividad humana sobre la naturaleza en busca del crecimiento perpetuo y de la acumulación capitalista en beneficio exclusivo del 1% de la población, asistimos aterrados a la invasión rusa de Ucrania, una guerra desalmada y asimétrica con repercusiones en todos los confines de la Tierra que se expresa de manera cruda y peligrosa en la frontera colombo-venezolana, donde se enuncian nítidamente las tensiones geopolíticas por el predominio económico mundial.

La guerra en Ucrania nos retrotrae a las mortíferas I y II Guerras Mundiales que causaron el sacrificio de 65-70 millones de personas, del que se deriva el orden internacional prevaleciente, el predomino norteamericano sobre los asuntos mundiales, hoy en acelerado declive.

El viejo orden de la posguerra esta hecho añicos. Son tiempos oscuros donde la manera en que hemos vivido hasta ahora se está desmoronando a causa de un conflicto abierto y en ascenso que, termine como termine, agudizará los factores que lo han hecho posible: la emergencia de nuevos liderazgos económicos y políticos que reclaman un nuevo orden mundial, -China, Rusia, India, Irán, Turquía- y una nueva institucionalidad mundial que refleje esas drásticas alteraciones pues persisten zonas de conflicto latentes derivadas del viejo arreglo:

La Otan y su irresponsable y provocadora expansión hacia el Este que conspira contra la seguridad de Rusia[1], Taiwán, las dos Coreas, Medio Oriente; la imposición de un criterio de democracia a rajatabla a diversos países que difieren de Washington y de Occidente, factores que en su conjunto, o en forma aislada, tienen la capacidad de amenazar la supervivencia del hombre sobre la Tierra y la utopía de un mundo sin guerras que haga posible la arcadia de una sociedad mundial que pueda aprovecharse del umbral que ha alcanzado la ciencia y la tecnología en beneficio del bienestar humano:

“En un mundo ideal, solo las máquinas estarían empleadas. Yo creo, junto con algunos economistas, que es necesario impulsar una nueva forma de libertad, la libertad de no trabajar o de decidir libremente el tipo de trabajo que se desea. Se trata de poner en duda el carácter sagrado del trabajo, santificado tanto por las tradiciones religiosas como por el liberalismo como por el marxismo”[2].

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Elementos que, a juicio de Jared Diamond (Crisis, Debate, 2020) son: a) La detonación de armas nucleares, b) El cambio climático acelerado, c) El agotamiento mundial de los recursos y d) Las desigualdades mundiales de nivel de vida[3].

a. La detonación de armas nucleares: Que equivaldría a lo que los científicos han denominado un invierno nuclear, que implicaría que la fotosíntesis no se produjera a causa del estallido de una o varias bombas atómicas en diversos sitios del mundo que levantaría una nube de polvo y ceniza tan espesa que duraría meses en la atmósfera. Impidiendo la llegada de la luz solar y el consecuente enfriamiento de la temperatura del planeta -a nivel de las glaciaciones- que desataría una acción en cadena que generaría profundas alteraciones de la cadena alimenticia lo que pondría en riesgo máximo las diversas formas de vida, incluyendo bacterias, animales herbívoros, carnívoros y los seres humanos.

El mundo cuenta con más de 13.000 cabezas nucleares en poder fundamentalmente de Rusia y Estados Unidos. El uso de armas nucleares siempre ha estado presente como una espada de Damocles sobre el destino de la humanidad desde que el Proyecto Manhattan (1939) hiciera posible la construcción y el uso de bombas atómicas y los Estados Unidos las desparramara sin pudor y con saña asesina sobre Hiroshima (6 de agosto de 1945) y Nagasaki (9 de agosto de 1945) en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial cuando está ya estaba decidida a favor de los aliados.

La destrucción mutua asegurada ha impedido hasta ahora su uso. Pero la invasión de Ucrania ha revivido esos temores. Y sobre todo, el curso que están tomando los acontecimientos: una Otan envalentonada que impulsa un cerco irresponsable sobre Rusia, aguijoneada por los Estados Unidos; las sanciones económicas -la exclusión de Rusia del sistema de pagos internacionales, Swift, el embargo al petróleo y al gas ruso con repercusiones a escala global- decisiones que solo estimulan la guerra y que esta se extienda al escenario global; la decisión alemana y de otros países de enviar armas y aviones a Ucrania, que le echan gasolina al bosque seco; la decisión del presidente ucraniano Zelensky de impulsar la afiliación de su país a la Unión Europea y a la Otan que le deja poco espacio a Rusia y estimula la opción de usar armas nucleares, ya anunciada por Putin. Ante la agresión rusa a Ucrania, Estados Unidos y sus aliados han preferido escalar la guerra que propiciar salidas diplomáticas.

Los factores que inciden en el uso de armas nucleares son hoy todos posibles y ese riesgo es hoy mayor que en cualquier otro momento desde la crisis de los misiles en 1962. Tras casi dos semanas de guerra, Moscú ya declaró cómo naciones hostiles a los 27 miembros de la Unión Europea, a los Estados Unidos, Japón y Canadá. Putin señalo que las sanciones impuestas por Biden y sus aliados equivalen a una declaración de guerra y que cualquier intento de limitar el uso de su espacio aéreo seria entendido como una participación directa en el conflicto armado lo que propiciaría una III Guerra Mundial devastadora. El escenario está servido para una hecatombe nuclear. El reloj del apocalipsis avanza contra la humanidad.

b. El cambio climático acelerado: El uso de armas nucleares aceleraría la velocidad del cambio climático que para muchos analistas es una amenaza mayor que las guerras. El futuro de la civilización depende de cómo abordemos esta crisis: de si somos capaces de hacer lo que la ciencia nos indica y reducir las emisiones de CO2 a la mitad del aquí a 2030 y a niveles compatibles con la sostenibilidad del planeta a mediados de siglo. No parece que lo estemos logrando. La ventana de oportunidad del tiempo en la acción climática es cada vez más corta y estrecha.

En su última reunión del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático después de los desalentadores resultados de Glasgow COP26, señala en su informe -Cambio climático 2022: impacto, adaptación y vulnerabilidad- en palabras del secretario de las Naciones Unidas este es “un atlas del sufrimiento humano y una acusación que apunta al fallido liderazgo en materia climática”. En el caso de Centro y Sur América, y en general, en los países pobres del planeta, los riesgos aumentan por las condiciones de pobreza de la mayoría de ellos. El cambio climático es un asunto de soluciones globales que no se ven en la urgencia y el financiamiento requeridos por parte de los países ricos, más poderosos y contaminantes.

c-d. El agotamiento mundial de los recursos y la desigualdad global. Con una población muy cerca de los 8.000 millones de personas -9.500 a mediados de siglo- que actúan, producen y consumen sobre o contra un planeta finito, el agotamiento mundial de los recursos presiona conflictos militares por el agua, por el suelo fértil, por recursos estratégicos, petróleo -altamente contaminante- en diversas partes del planeta que se expresan en hambrunas, deterioro del clima mundial, terremotos, maremotos, inviernos y veranos prolongados, como se ve cada que cae una lluvia en Colombia, con costos cada vez más elevados que inciden en los fiscos nacionales pero con una enorme incidencia en la profundización de la pobreza y en la desigualdad social en todo el globo terráqueo. La globalización ha propiciado que las diferencias mundiales en el nivel de vida sean insostenibles.

La actual agresión de la Rusia de Putin a Ucrania ha puesto de manifiesto, con horror y casi sin esperanza, todos estos elementos que hacen preguntarse por la suerte de la civilización tal y como la hemos conocido. Por lo pronto, esta rivalidad geopolítica toca a nuestras puertas. Corresponde al próximo gobierno desmontar el incendio y la destrucción que se asoma en la pradera producto de la infinita torpeza con se ha manejado nuestra política exterior.

[1] Shlomo Ben-Ami, La venganza de Rusia, El Tiempo, 6 de febrero de 2022, Pág.1.23.
[2] Entrevista con el filósofo mexicano Roger Bartra: En un mundo ideal, solo las maquinas estarían empleadas, El Tiempo, 24 de octubre de 2021, Pág. 2.2
[3] Jared Diamond, Crisis, Debate, Bogotá, 2020. Págs. 399-441.
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