Vamos a la cancha, que ruede el balón. El fútbol como un ejemplo más de la desigualdad de género

Sonia Liliana Vivas Piñeros
Sonia Liliana Vivas Piñeros
Licenciada en Ciencias Sociales, maestra
Hacia 1892 el fútbol femenino cuenta con acogida incluso en algunas regiones de América. Pero finalizada la I Guerra Mundial se prohíbe el uso de los estadios para la práctica de futbolística de las mujeres ya que se requiere que la fuerza laboral faltante sea suplida por las obreras que no cuentan con tiempo suficiente para entrenar y dedicarse de lleno a la actividad deportiva. Esa decisión, que inicialmente se proyectó como temporal y como consecuencia de la Guerra, condenó el fútbol femenino a la banca, pasada la II Guerra Mundial y en pleno contexto de la Guerra Fría, hasta 1971.

 

No es fácil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, está codificada como masculina. Lo que hay que hacer es cambiar la estructura.

Mary Beard

La historia contemporánea puede comprenderse a través del fútbol; un deporte que despierta amores, odios o indiferencia y que, en correspondencia con la visión de mundo predominante, surge como patrimonio masculino. La cancha, como uno de los lugares de lo público, era esquiva para las mujeres; no obstante, para finales del siglo XIX, el fútbol se perfila como un deporte que no sólo goza de popularidad entre los hombres, sino también entre las mujeres que, en su condición de obreras de las fábricas, organizan los primeros torneos locales en la Europa que experimenta una nueva fase de la Revolución Industrial.

Hacia 1892 el fútbol femenino cuenta con acogida incluso en algunas regiones de América. Pero finalizada la I Guerra Mundial se prohíbe el uso de los estadios para la práctica de futbolística de las mujeres ya que se requiere que la fuerza laboral faltante sea suplida por las obreras que no cuentan con tiempo suficiente para entrenar y dedicarse de lleno a la actividad deportiva. Esa decisión, que inicialmente se proyectó como temporal y como consecuencia de la Guerra, condenó el fútbol femenino a la banca, pasada la II Guerra Mundial y en pleno contexto de la Guerra Fría, hasta 1971. Pero tuvieron que pasar otros nueve años, para que en 1980 fuera reconocido por la FIFA y otros once años (en 1991) para que se hiciera el primer torneo mundial de fútbol femenino en China. Así, el fútbol tuvo casi todo el siglo XX con pleno desarrollo y supremacía masculina y este fenómeno va mucho más allá de las canchas pues, como es claro, es un negocio de importantes alcances en otros campos económicos y culturales donde las mujeres no tuvieron ningún tipo de participación ni reconocimiento.

Justamente, en el terreno del fútbol como actividad económica que se configura en un negocio global, es apenas incipiente la participación de las mujeres, porque, como lo afirma Marion Reimers, periodista deportiva de FoxSports América Latina, “no estamos representadas en ninguna área de esta industria. Por ejemplo, el 95% de los contenidos deportivos son dirigidos y presentados por figuras masculinas. Son ellos los que dicen que el fútbol femenino no vende, pero en verdad el problema es que al no tener mujeres dentro de este ecosistema, sus integrantes no saben cómo venderlo, ni saben a quién venderlo” (Entrevista en https://www.iadb.org/es/mejorandovidas/futbol-y-mujeres-el-partido-pendiente).

Este panorama tiene directa relación con las dinámicas económicas desde la óptica capitalista; los países con mayor presencia en los mundiales de fútbol femenino son aquellos que, coincidentemente, tienen elevados niveles de calidad de vida, lo que no necesariamente demuestra que las desigualdades de género estén superadas; basta echar una mirada a los exorbitantes montos de las contrataciones de las figuras masculinas del fútbol: Según la clasificación de la FIFA, el mejor jugador de este año, Kilyan Mbappé, recibe 125 millones de euros; el segundo, Cristiano Ronaldo, recibe 113 millones de euros; el tercero, Lionel Messi, recibe 110 millones de euros. Mientras que Alexia Putellas, galardonada como la mejor jugadora, recibe alrededor de 150.000 euros. La brecha es abismal y claramente confirma que en el fútbol, hay un espacio más de exclusión y marginación no sólo laboral y salarial, sino cultural. Las jugadoras son consideradas profesionales de segunda clase que reciben apenas lo que sobra de las selecciones masculinas, lo que explica por qué muchos equipos e incluso selecciones nacionales de fútbol femeninas tienen que costear su participación en diferentes torneos y apenas reciben reconocimiento si consiguen una participación que garantice la entrada de recursos a las ligas de donde provienen; recursos que, valga decirlo, no se invierten de manera exclusiva y directa en el fortalecimiento de la actividad futbolística de las mujeres.

Y, si se ve el caso particular de la región de América Latina o muy puntualmente lo que ocurre en Colombia, el paisaje es más desolador. Los roles de género patriarcalmente establecidos estigmatizan el potencial de las jugadoras de fútbol haciendo burla o condenando sus opciones sexuales, sus estilos de vida. La misma clase dirigente del fútbol, machista y misógina, apenas las reconoce como jugadoras aficionadas; el periodismo deportivo sexualiza su papel en la cancha; y la afición apenas emprende el camino de apoyar de manera directa el fútbol femenino sin considerarlo un apéndice del masculino. Que ruede el balón, la resistencia y la transgresión de las mujeres para obtener una victoria más en la batalla por la igualdad.

Referencias

Beard, M. (2018). Mujeres y poder. Un manifiesto. Barcelona, Planeta.
https://www.abc.es/contentfactory/post/eslaliga/los-grandes-cambios-del-futbol-femenino-a-lo-largo-de-los-anos/ (Consulta el 8/11/2022. 8:00 hrs).
https://www.iadb.org/es/mejorandovidas/futbol-y-mujeres-el-partido-pendiente (Consulta el 8/11/2022. 8:00 hrs).
https://www.versus.mx/ ((Consulta el 8/11/2022. 8:00 hrs).
* (Licenciada en Ciencias Sociales UPN. Magíster en Desarrollo Educativo y Social CINDE-UPN. Docente de la Sede Rural D Torca del Colegio Nuevo Horizonte IED. Integrante del Colectivo de Mujeres Malú. Creadora y conductora del espacio de El Rincón de Apolonia. Integrante del equipo de trabajo docente y sindical de Renovación Magisterial. Representante de FECODE en la Comisión
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