Las elecciones en Estados Unidos, la suerte del capitalismo y los peligros para la supervivencia del planeta

Por: Frank Molano Camargo
Docente Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia
Miguel Ángel Urrego
Docente Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México


Las pasadas elecciones en la superpotencia imperialista nos han dejado cientos de preguntas que resultan claves para tomarle el pulso al actual momento mundial. ¿Por qué es tan agudo el conflicto entre los dos partidos dominantes en la historia de los Estados Unidos?, ¿Cómo se relacionan las necesidades del capitalismo global con las dos candidaturas?, ¿Cuál es el contexto mundial de fuerzas y cambios pueden tener con los resultados de esta elección?, ¿Qué puede significar paraAmérica Latina y para Colombia las políticas hemisféricas del nuevo gobierno de Biden-Harris?

Arriesgar posición ante estos interrogantes resulta fundamental, por ello nos parecen lamentables aquellas posturas que, amparados en un miope nacionalismo antinorteamericano, suponen que nada cambia, porque al fin y al cabo sea quién sea el mandatario de la casa blanca y su partido, el imperialismo ha sido y será siempre lo mismo.

Por el contrario, creemos que es necesario dilucidar estas dudas y partir del punto de vista que se trata de dos proyectos imperialistas interrelacionados, pero con importantes matices, cuyas repercusiones, pese al triunfo de Biden, para el mundo y especialmente para América Latina estructuran el escenario de disputa en que los movimientos sociales y los proyectos de emancipación se enfrentaran en los próximos años.


    1. La configuración económica, social y racial de Estados Unidos y sus imaginarios.

Tres circunstancias hicieron posible el ascenso de Donald Trump en 2016: la crisis capitalista de la superpotencia hegemónica, la exacerbación del racismo y el retorno a los mitos políticos estadounidenses y la consolidación de un sector del partido republicano inclinado por el fascismo y la instauración de una dictadura de partido único de larga duración. En los últimos 30 años surgió una nueva organización de la producción mundial del capitalismo imperialista, también denominada globalización neoliberal. Sus principales características han sido el dominio del capital financiero especulativo, la deslocalización productiva que permitió a los monopolios internacionales acceder a materias primas, mano de obra calificada y barata, nuevas zonas de industrialización en Asia, y la globalización de las principales cadenas de valor aupadas por una moderna (y contaminante) red de transporte aéreo, marítimo y terrestre, y, por ello, altamente sensible a las disrupciones en los flujos globales del capitalismo (1).

Esta circunstancia permitió una mayor concentración de la riqueza y a la vez el surgimiento de nuevas potencias capitalistas que empiezan a construir alianzas para la disputa por la arena global, tales como China, Rusia, India, Brasil, Turquía. En esta nueva organización de la producción Estados Unidos optó por convertirse en el eje del capitalismo financiero global, desregularizó el crédito, informatizó la circulación del dinero y los derivados financieros y dio rienda suelta a todo tipo de fondos de inversión especulativos. La consecuencia fue el crecimiento del endeudamiento público, privado y doméstico, con altísimas tasas de consumo y profundas burbujas por el colapso de créditos inmobiliarios, educativos, pérdida de empleos y precarización laboral, sobre todo en la población afroamericana y migrante, y desinversión estatal en salud, educación e infraestructura pública. Por ejemplo, en el denominado cinturón industrial de Estados Unidos, donde se asienta la industria automotriz, estados con Michigan han sido afectados en los últimos años y los empleos se han perdido.

Trump llegó a la presidencia en 2016 con la retórica económica de convertir nuevamente a Estados Unidos en una potencia industrial de pleno empleo, capaz de recuperar la hegemonía económica y desafiar a China, buscando otro camino alterno a la globalización neoliberal, un proyecto compartido por las extremas derechas, del que el Brexit en Inglaterra es emblemático (2). Con este propósito puso fin a algunos tratados de libre comercio, frenó la inmigración de latinos y expulsó a miles y dijo castigar el delito, instigando la brutalidad policial y el aumento del encarcelamiento (que pasó de 500 mil a dos millones entre 1980 y 2020), principalmente de afroamericanos, latinos y blancos pobres. El desempleo y la pobreza han vuelto a ser parte de la vida de millones en Estados Unidos, justificada por el gobierno de Trump como un asunto de incapacidad individual y deficiencia racial. Para el triunfo de Trump en 2016 fue importante el apoyo de la clase trabajadora blanca, definida en los códigos electorales como votantes sin título universitario, que confiaron el discurso fascista de redención laboral en la unidad obreropatronal. El discurso fascista en EE. UU. es justificado por académicos como Kevin MacDonald, Jared Taylor, Greg Johnson defensores del estrecho nacionalismo blanco.

En Estados Unidos no han cesado las diferencias que dieron origen a la guerra de secesión en el siglo XIX. Aunque formalmente se eliminó la esclavitud la población negra no ha podido disfrutar de los mismos derechos que posee la población blanca. Las luchas por la igualdad racial se extienden hasta el presente y ha tenido capítulos dramáticos como el asesinato de Martin Luther King y Malcom X, la creación de las Panteras Negras y la acción de organizaciones de masas a distinto nivel que se han planteado la inclusión y en definitiva la construcción de una sociedad más igualitaria. Por su parte la población blanca del sur, aunque derrotada miliarmente en el siglo XIX, no eliminó sus prejuicios raciales y, por el contrario, los mantuvo en las acciones del Ku Klus Klan (KKK) y de otras organizaciones paramilitares que se amparan en la libertad de poseer y usar armas. Tales organizaciones se extendieron por la mayor parte de Estados Unidos e históricamente han dado soporte electoral al partido Republicano y a las empresas imperiales de Estados Unidos.

Esta separación racial se expresa igualmente en grandes diferencias en las opciones laborales, en el acceso al sistema educativo, en las prácticas alimenticias y en la salud. De manera que es muy clara la existencia de dos realidades que configuran dos opciones demundo. A esto se suma que permanentemente Estados Unidos ha cultivado una serie de valores que sustituyen las largas tradiciones históricas y las enormes producciones culturales que poseen países europeos. Por ello ante esta deficiencia estructural de su imaginario simbólico ha elaborado grandes relatos nacionalistas, patrióticos y militaristas, y mitos sobre el enriquecimiento a partir del ingenio y la dedicación total al incremento de una fortuna que se ampara en la celebración de América como la tierra de la libertad y las oportunidades. De allí la fascinación que la cultura popular tiene con los héroes y outsiders permanentemente exaltados en el cine. Las razones de la fascinación del americano promedio con Donald Trump resultan así evidentes. Un hombre blanco que, gracias a su ingenio, entiéndase la capacidad de mentir y manipular y de generar una autoimagen de hombre fuerte, sagaz y de extrema habilidad en los negocios, ha logrado calar entre el promedio de la población. El hecho de que la mayor parte del negocio de Trump se base en la intimidación del contrario (buscar aplastarlos primero antes que dialogar) y en la ficción de su capacidad empresarial, aunque permanentemente salen a relucir sus trampas (por ejemplo el lograr prestamos de bancos alemanes por una cifra superior a los 300 millones de dólares sin ningún respaldo, el crear y quebrar empresas permanentemente y el poseer enormes deudas sin que tenga ninguna implicación judicial) que son leídas como una virtud. De allí que el hecho de que solo declare 750 dólares en impuesto es celebrado como una muestra de ingenio y que no es percibida por el ciudadano común como un delito sino como “viveza” digna de exaltar.

Igualmente, en el imaginario del blanco promedio figura la idea de ser portador de grandes valores religiosos. Eso les ha permitido obtener la bendición para grandes empresas imperialistas, como la guerra en el Caribe de 1898 y la toma de Puerto Rico, o cuanta invasión se propongan, acciones siempre en nombre de Dios, la democracia y la civilización. No en vano el fundamentalismo religioso llevó a muchas iglesias a considerar a Trump como un enviado de Dios y de allí el fanatismo de sus bases políticas. Algunos calculan que este sector aporta el 25% de su votación.

Finalmente, existe en el partido republicano un sector fascista decididamente inclinado por gobernar con estados de excepción, dispuesto a emplear la represión contra aquellos que son identificados como alteradores del orden (los antifa de Donald Trump) y con una visión del mundo basada en el anticomunismo.

En síntesis, encontramos razones de orden político, cultural, ideológico y religioso que hicieron de Donald Trump el ideal del hombre blanco promedio y la encarnación de supuestos valores de la nación, capaz de reconstruir el pasado perdido a causa de los migrantes, las mujeres, los gais, las minorías étnicas y la amenaza China. Así que cuando respalda abiertamente a los fundamentalistas religiosos, a los grupos paramilitares fascistas o expresa teorías conspiracioncitas o soluciones contra la Covid-19 sin ningún fundamento científico no genera mayor preocupación dentro de amplios sectores de la población y, por el contrario, logra un respaldo con expresiones absolutamente irracionales y altamente emotivas. Para el mundo es difícil entender cómo llegó a ser gobernante y aún más la alta votación obtenida recientemente (más de 71 millones de votos), pero cuando se mira más detenidamente a la sociedad se observa que se trata ni más ni menos de las expresiones culturales y políticas del sector mayoritario de la población estadounidense.



    2. El sistema electoral y las votaciones.

Se ha comentado mucho sobre las limitantes del sistema electoral estadounidense, especialmente debido a la existencia de un colegio electoral que se conforma con los representantes de los partidos triunfadores en las elecciones a nivel estatal y que asigna un número determinado de votos según el tamaño de la población, la existencia de senadores y otros criterios adicionales y que, finalmente, establece que para poder designar al nuevo presidente el candidato debe reunir 270 votos. De allí el que a veces el que obtienen la mayoría de los votos en la nación no resulta elegido, como ocurrió en las elecciones de 2016 cuando Hilary Clinton obtuvo tres millones más que Trump. Este entramado determina que el control sobre ciertos condados puede inclinar la votación en los denominados estados “péndulo” y de allí la aguda confrontación en algunas zonas específicas. En la siguiente tabla mostramos el perfil de los casi 150 millones de votantes de estas últimas elecciones:

El electorado estadounidense tiene unas características socio culturales caracterizadas. Mayoritariamente blanco, mayor de 50 años, de religión protestante, principalmente de clase trabajadora blanca y con bajo nivel educativo. Con matices entre los dos partidos que explican en parte la opción de voto histórica. Los demócratas son étnicamente más diversos, con más población con educación universitaria y menos clase trabajadora, (aunque en estas elecciones los demócratas recuperaron el cinturón industrial del norte) y más pluralismo religioso que los republicanos. Así que los repertorios electorales de cada partido no presentan tratan de respetar el predomino aplastante de una identidad nacional históricamente conservadora marcada por el racismo y la religión.

Precisamente en las zonas afectadas por el desempleo Donald Trump tuvo éxito en 2016 con su discurso proteccionista y su consigna Make America Great Again caló dentro de esta población, en ese momento dominaron en Wisconsin, Pensilvania, Arizona, Indiana, Ohio y Michigan. Si nos detenemos en las elecciones del presente año observaremos que donde triunfó Trump fue posible debido al apoyo de la base republicana que históricamente ha tenido un férreo control sobre los estados del sur, incluida la Florida. No obstante, los Demócratas en 2020 arrebataron el control de Wisconsin, Illinois, Pensilvania, Arizona y Michigan y mantuvieron su hegemonía en Minnesota y de allí el airado reclamo de Trump acerca de la existencia de fraude.

Los recientes resultados electorales evidencian que Trump tuvo más de 7 millones de votos adicionales con respecto a las elecciones pasadas y que incrementó la votación entre la población negra, al pasar de 8% a 12%, las mujeres! y también entre los latinos, aunque especialmente en la Florida, donde se asientan los “autoexiliados” y cubanos, los que popularmente conocemos como “gusanos”. Se trata de una población descendiente dequienes se enriquecieron por la corrupción y que se instalaron en la Florida a disfrutar del dinero; de sectores de extrema derecha que han emigrado de los países latinoamericanos en busca de refugio; y, por supuesto, de quienes aspiran a vivir el sueño americano y quieren demostrar su integración votando por el partido Republicano, fenómeno ya muy conocido por los estudios sociológicos. Una diferencia sustancial con respecto al voto latino se presentó en California y especialmente en Arizona, a donde se dirige la población migrante ilegal y los latinos de origen mexicano, quienes históricamente han sufrido la represión de la migra, han padecido cárcel y la expulsión del país. De allí que se inclinaran por Biden (3).

¿Cómo entender que después de la improvisación, las mentiras y los despropósitos del manejo del Covid, las evidencias de los malos negocios por parte de Trump, exageraciones, su racismo, el errático manejo de su política exterior y la persecución a los migrantes aún cuente con respaldo popular? Creemos que este apoyo con el que cuenta Trump se explica por la existencia de un ciudadano carente de formación política y sometido a décadas de propaganda patriotera y nacionalista; al favorecimiento por Trump de posturas de extrema derecha y racistas dentro de la población; a campañas de terror, violencia e intimidación para amedrentar a las minorías; a décadas de manipulación en la información y la creación de un enemigo externo e interno. A nivel internacional goza del acompañamiento de lo que podríamos denominar la internacional fascista. Por ello la incorporación de la extrema derecha uribista y del gobierno de Duque a la campaña releccionista en Estados Unidos, quienes emplean los mismos métodos y propósitos en el accionar político de Trump y, además, buscan la impunidad, pues sus crímenes a todo nivel son bien conocidos y temen una represalia por parte de los demócratas que han venido apoyando el proceso de paz en Colombia.


    3. Covid, Trump y las elecciones.

La aparición de la Covid-19 en el mundo y en Estados Unidos ha desnudado al rey, ha evidenciado lo que realmente son las elites políticas y económicas que sostienen a Trump. Ha despreciado cualquier acción fundada en la ciencia y, por el contrario, ha desplegado tal cantidad de mentiras, manipulaciones y teorías conspiracionistas que quienes han reconstruido las contradicciones del presidente Trump (New York times o Washington Post) no dan crédito a que un personaje de tal calaña sea el presidente de la nación. El hecho es que este permanente ir y venir en las medidas contra la Covid ha costado miles de muertos, generado un manejo errático de la pandemia y una mayor fractura de la sociedad al establecer un fuerte choque con los científicos y los gobiernos locales demócratas (como en Michigan o New York). Como otros gobiernos de su tipo (López Obrador de México, Duque en Colombia y Bolsonaro en Brasil) Trump quiere mantener a toda costa la economía funcionando, se niega a crear políticas para aminorar el impacto social de las cuarentenas y, por el contrario, favorece a sus allegados y enriquece a los más poderosos. El supuesto contagio de Trump y su rápida curación aparecen más como una elaborada trama para evitar los debates con Biden, posicionarse como un hombre fuerte que superó la pandemia y relanzarlo a una campaña electoral que anticipaba su derrota. Trump se aferró al descubrimiento de una alternativa para enfrentar el Covid buscando favorecerse con una buena imagen, por ello presionó para encontrar una vacuna para antes de las elecciones, sin embargo, este aviso no llegó sino una semana después y, por ello, ya sus allegados señalan que se trata de un favorecimiento de la campaña de Biden.


    4. Cuestionamiento de la hegemonía cultural del trumpismo.

Trump expresa el proyecto cultural del fundamentalismo religioso, el ataque a la ciencia, el racismo, la xenofobia y la misoginia. Lo particular es que empleó su lugar privilegiado para defender tales idea incluyendo quienes poseen posiciones fascistas o a quienes en nombre de la defensa de los valores familiares condena a minorías étnicas y sexuales, migrantes y disidentes. Los recortes a la investigación científica denunciados por la mayoría de las academias, la negación de los efectos antrópicos de la actual catástrofe ambiental planetaria, la censura del término “calentamiento global”, la negación de la existencia del virus que dio origen a la Covid-19, la contrarreforma en la enseñanza de la historia al amenazar con suprimir presupuestos públicos a las escuelas que implementaron el proyecto 1619 (fecha del primer desembarco de secuestrados africanos esclavizados) que denuncia el racismo y reconoce el aporte afrodescendiente a la construcción de la nación, y en su lugar orientó el proyecto de “educación patriótica” 1776 que posiciona el discurso de la patria blanca como eje de la nación, son sólo algunos ejemplos de medidas que expresan el punto de vista de Trump.

A pesar de la propaganda y las fake news de la Casa Blanca las evidencias del impacto global del capitalismo en los ecosistemas y el incremento del movimiento “Black Lives Matter” jugaron un importante papel en cuestionar el proyecto cultural trumpista (expresado coyunturalmente en más de 70 millones de votantes a favor de Biden). Así por ejemplo, debemos tener en cuenta la creciente preocupación con la catástrofe climática y ambiental que círculos de poder como el Foro de Davos, Suiza, de 2020 indican que un sector clave del capitalismo global aspiraba a desprenderse de un proyecto político y cultural como el de Trump y buscar en formas del capitalismo verde o sustentable (impuestos por contaminación, sustitución de combustibles fósiles, acuerdos internacionales) formas de adaptación y supervivencia de una nueva hegemonía.

A nivel internacional existe un fuerte cuestionamiento al modelo trumpiano y esto ha contribuido a su creciente cuestionamiento al interior de Estados Unidos. Para gran parte del mundo resulta incomprensible que la Casa Blanca esté dirigida por un personaje como Trump, tal como lo han manifestado en diversos momentos autoridades a distinto nivel del gobierno alemán, por ejemplo.


    5. Trump se aferra al poder.

Desde que comenzaron las consultas iniciales de los partidos para seleccionar su candidato presidencial, Trump manifestó su deseo de permanecer en el poder. Una vez la consulta de los demócratas se inclinaron a favor de Biden tres acontecimientos dominaron la escena política: el manejo del Covid por parte del gobierno de Trump, las protestas contra los crímenes de la policía y el racismo y los conflictos generados por la política exterior de Estados Unidos, especialmente el enfrentamiento a China y a la OMS

No obstante, el presidente rehuyó a cualquier polémica esbozando la idea de que las elecciones y especialmente el voto por correo llevarían a un fraude, negándose a un debate formal con Biden, primero saboteando el programa de televisión y luego escondiéndose detrás de un dudoso positivo para Covid.

El capítulo más retorcido de la campaña electoral ha sido el hecho que desde mediados de año habló de conspiración de los demócratas y amenazó con desconocer los resultados de las elecciones. Especialmente se enfocó contra el voto por correo y cuando fue evidente la derrota y se comenzaron a conocer que perdía estados claves difundió el rumor de robo, fraude, etc., Sin embargo, es tan inconsistente la denuncia que varias televisoras cancelaron un discurso en directo ante la sarta de mentiras del presidente. Trump busca con ello desconocer las elecciones y si esto es imposible alterar los resultados iniciales buscando anular los votos por correo y establecer un cumulo de demandas con la esperanza de que el caso llegue hasta el Tribunal Supremo donde la mayoría republicana, piensa él. Paralelamente alienta a los sectores de extrema derecha armados para que salgan a la calle y contrarresten el júbilo demócrata por el triunfo de Biden, amenaza a las autoridades locales, especialmente a los republicanos no “trumpianos”, y se estimula un caos que favorezca la permanencia de Trump y le permita gobernar a partir de leyes de excepción. Hay que señalarlo claramente en este momento (9 de noviembre) Trump está decidido incluso a una guerra civil con tal de no dejar el poder. En dicha tarea lo acompañan los republicanos más radicales que siempre han soñado con un partido de Estado, con un sistema de gobierno de partido único.

Sin embargo, el republicanismo no es un movimiento monolítico y comienza a fraccionarse. El expresidente Bush reconoció el triunfo de Biden y el noticiero Fox, voz de la extrema derecha, ha interrumpido la conferencia de prensa de la vocera presidencial por considerar que sus denuncias de robo de las elecciones carecen de pruebas. Esta corriente teme el ahondamiento de la crisis social y está de acuerdo en pactar con los demócratas. Paralelamente el otro sector republicano reclama del presidente acciones más radicales, inundar el país de demandas, negarse a realizar el empalme con Biden, deshacerse de las figuras vacilantes en altos cargos como la CIA, el FBI y la Secretaría de Defensa, cerrarle los canales oficiales a Biden y prepararse para atrincherarse en el poder.


    6. Capitalismo y democracia en Estados Unidos.

¿Cómo el capitalismo estadounidense puede tener dos modelos tan contrapuestos de entender la actividad económica, de relacionarse 8 con el mundo y de proponer soluciones a la crisis del actual modelo neoliberal y la pandemia del Covid? A nuestro juicio se trata de los efectos de la crisis del modelo neoliberal en el marco de la nueva organización internacional de la producción y de la existencia de dos proyectos contradictorios de capitalismo. El neoliberalismo al entrar en crisis desde hace por lo menos una década ha venido buscando alternativas. Las elites políticas y económicas no tienen aún claro el camino que deben recorrer. Un sector de la burguesía se inclina por mantener con reformas la globalización neoliberal, esto es seguir con el comercio y la integración, obviamente haciendo ajustes al modelo ante la evidente desigualdad que ha generado, ante el impacto económico de la pandemia y ante el hecho de que la profundización de la crisis puede animar proyectos revolucionarios. Por ello se inclina por emplear la vieja fórmula de la intervención estatal, la regulación de la economía y especialmente por un retorno limitado, diríamos mejor “controlado”, al Estado de bienestar, especialmente en el área de salud. En consecuencia, plantea reformas a los sistemas de salud e incrementar el gasto público (retorno al obamacare por ejemplo) y una mayor protección a la sociedad y al sector productivo ante el impacto del Covid.

Por el contrario, otro sector de la burguesía generalmente ligada a los discursos de extrema derecha cree que es necesario refundar la nación con el retorno a discursos anticomunistas, patrioteros y xenófobos en un intento por encerrar la nación al máximo y evitar el “contagio” de amenazas externas. El ambiente de crisis, como a finales de los años veinte del siglo pasado, alimenta las soluciones fascistas y proteccionistas.

Esta solución es defendida por grandes especuladores financieros, sectores ligados a la industria militar o empresarios decididamente depredadores e inclinados a las acciones fraudulentas y que se identifican en la eliminación de todo tipo de beneficios, sociales y laborales, para el mundo del trabajo y la sociedad en su conjunto o se niegan a cualquier gasto público y defiende programas de austeridad total (4). Es decir, buscan la explotación intensiva de la población y mayores tasas de plusvalía. Como usualmente emplean el poder para beneficiar a unas elites económicas y diverso tipo de mafias se identifican en el rechazo a las democracias formales (5). El miedo de estas elites es que puedan ser juzgadas o que se acaben los beneficios logrados(6). Este mismo sentimiento se apoderó de parte de sectores de extrema derecha colombianos que temen juicios en Estados Unidos y por ello durante la campaña presidencial se apresuraron a movilizar a los migrantes a favor de Trump, los grandes rotativos como El Tiempo se expresaron a favor de la reelección, el embajador colombiano intervino descaradamente al igual que el gobierno de Iván Duque. Fue tan fuerte dicha campaña que varios senadores y el propio embajador estadounidense en Colombia pidieron cesar la intervención. El apoyo a Trump también lo expresó el presidente mexicano que como su antecesor en 2016 le sirvió de apoyo internacional a su campaña electoral. En efecto, el presidente López Obrador realizó una visita a Estados Unidos a pesar del Covid, y manifestó que Trump era un gran amigo de México, evidentemente la intención era inclinar el voto migrante a favor de los republicanos. Hoy día es uno de los pocos gobiernos, junto a Bolsonaro de Brasil, que se ha negado a reconocer el triunfo de Biden, una actitud sin precedente, pues hasta el mismo presidente Duque se apresuró a cambiar de postura y expresó un hipócrita beneplácito ante el temor a las retaliaciones de los demócratas.


    7. Las repercusiones mundiales.

La disputa en Estados Unidos tiene serias repercusiones locales, regionales y mundiales. En el momento en que se escribe este texto aún no se sabe si Biden puede posesionarse por las vías establecidas como “normales”. Trump amenaza con no abandonar el poder e incluso da pasos a la opción de una guerra civil, sobre la que se viene alertando recientemente. De allí que Biden esté resuelto a buscar evitar lo que sería un desastre para la nación y que amenazaría su existencia: una confrontación interna por la vía armada.

A nivel regional, los fascismos y los populismos de derecha (Bolsonaro, López Obrador, Duque) apuestan por Trump para evitar la pérdida de privilegios, un posible juicio político por sus crímenes y mantener la entrega de muchos de sus beneficios. La llega a la Casa Blanca de Biden significaría la defensa del proceso de paz en Colombia, una reconsideración de las relaciones con Cuba y posiblemente con Venezuela. No se trata, por supuesto, de que Biden esté en contravía de la doctrina expansionista del imperialismo estadounidense, o de que sea “castrochavista”, pues directamente ha estado involucrado en la política exterior de las últimas décadas, recordemos que Biden fue clave en la propuesta del Plan Colombia en 1998, participó en el establecimiento de nuevas relaciones con Cuba, de hecho, fue uno de los artífices del viaje de Obama a La Habana, y apostó por la paz en Colombia.

Además, durante el mandato de Obama hubo un amago de iniciar un juicio contra Álvaro Uribe Vélez por parte del Departamento de Estado y que paradójicamente fue detenido por la dupla Obama-Biden. Así que, ante la evidente intervención en la campaña electoral estadounidense y el constate saboteo a la paz, como buscar destruir la JEP o “fabricar” un caso de tráfico de drogas para inculpar a las FARC y con ello cuestionar los acuerdos entre el presidente Santos y la guerrilla, es posible que este juicio reaparezca o al menos se restrinja la total impunidad internacional con que opera el fascismo colombiano. Para Colombia la suerte de las elecciones de 2022, por ejemplo, pueden depender de quien gobierne desde la Casa Blanca.

A nivel internacional los cambios pueden ser altamente significativos o por lo menos en una vía distinta a la empleada por el actual presidente. Por el contrario, Trump podría llevar al mundo a una catástrofe nuclear debido a que los empresarios de las armas quieren inversiones monstruosas en gastos de defensa y que mejor que inventar una guerra para conducir el país a un conflicto de gran escala. No olvidemos que Trump quiere pasar a la historia como un hombre dotado de grandes valores y líder de talla mundial, por ello permanentemente busca un enemigo, amenaza a sus socios, escala la guerra comercial con China, asesina altos mandos iraníes, reconoce a Jerusalén como la capital de Israel, se enfrenta a Corea del Norte, conspira contra Venezuela, etcétera. También es conocido que se niega a participar en cualquier empresa que busque detener el cambio climático, la reducción de combustibles fósiles y que alejó a Estados Unidos de toda institución de carácter global. En resumen, con Trump la paz mundial pende de un hilo y el impacto en el medio ambiente de su política económica sería catastrófico para el planeta.

Si finalmente Biden logra posesionarse estará ocupado por varios años tratando de reconstruir el desastre que a nivel de las relaciones internacionales generó Trump e igualmente dedicado an reducir la polarización extrema de la sociedad estadounidense. Deberá reconsiderar las relaciones con China; aplacar a sus socios de la Unión Europea, especialmente a los alemanes; tomar distancia del modelo del Brexit; volver a ser parte de las organizaciones internacionales y firmar el Pacto de París de protección al medio ambiente; buscar alternativas al consumo de combustibles fósiles; y consolidar la paz en Colombia. Dicho de otra manera, deberá buscar el menor número de conflictos, pues la situación interna es tan grave que necesita no desgastarse en confrontaciones internacionales de ningún tipo. Por supuesto, eso no quiere decir que Estados Unidos deje de ser una potencia imperialista o que abandone la carrera por la hegemonía planetaria, lo que señalamos es que solo tiene recursos y energía para una sola cosa y su prioridad será evitar la catástrofe nacional que supone el hundimiento de la economía y la sociedad o el estallido de una guerra civil. Un factor adicional es la edad y el estado de salud de Biden, pues muchos anticipan que sólo podría ejercer un par de años, correspondiéndole a Kamala Harris terminar el mandato y, por supuesto, lanzarse a la reelección. Por temperamento, por historia, por trayectoria se supondría que se trata de una opción política que estaría más dispuesta a una distención, pero sus enemigos internos estarían más “ofendidos” por ser mujer, migrante y negra, cosas que el machismo trumpiano y el fundamentalismo religioso no perdona.

En resumen, las candidaturas de Biden o de Trump no corresponden a opciones políticas que representan lo mismo o que para los pueblos del mundo carece de importancia quien gobierne. Se trata de dos opciones distintas en el desarrollo del capitalismo, en el futuro de la globalización y en la suerte del modelo neoliberal.


    8. Lecciones políticas del triunfo de Biden en las elecciones en Estados Unidos..

El triunfo de Biden en las elecciones de Estados Unidos dejan una lección para los pueblos del mundo que se enfrentan al fascismo y al fundamentalismo religioso. Evidentemente puede existir una polémica sobre la pertinencia de emplear el concepto fascismo para caracterizar al gobierno de Trump o al uribismo en Colombia, pero lo que es cierto es que estas dos corrientes poseen muchos de sus rasgos; su base política manifiesta abiertas simpatías por la figura de Hitler y los supremacistas blancos; se emplean todos los métodos usados por la propaganda nazi; y se aspira a construir una sociedad sin migrantes, izquierdistas, homosexuales ni minorías étnicas. Adicionalmente, tiene un respaldo de diversas organizaciones del mundo que han conformado y actúan como una internacional fascista.

El hecho por resalta es que Biden llegó a la presidencia a partir de una gran alianza de las más diversas corrientes políticas. A su campaña confluyeron quienes respaldaba a Bernie Sanders, las fuerzas que siguen al expresidente Obama y quienes luchan por la igual racial, los movimientos ecologistas, LGBT, las senadoras que representan a minorías (musulmanas, negras y caribeñas), organizaciones de izquierda, movimientos feministas y, por supuesto, los diversos sectores del Partido Demócrata. La segunda lección es que se hicieron acuerdos sobre la necesidad de reformas básicas para garantizar unos beneficios sociales que beneficiarán a amplios sectores de la población, como la protección del Obamacare, el aumento del salario mínimo, la sustitución de combustibles fósiles, el retorno a los organizamos internacionales y muchos temas más.

Por supuesto, no quiere decirse que el gobierno de Biden represente una transformación igualitaria de Estados Unidos o que la alianza va a permanecer. Por el contrario, esta unidad está sometida a un permanente cuestionamiento por parte de sectores conservadores del Partido Demócrata que quieren detener las “concesiones” al movimiento social o evitar que las figuras más radicales avancen al interior del partido o logren un protagonismo particular. Igualmente hay evidencia de que sectores del Partido Republicano aceptarían el triunfo de Biden si se limita el influjo de los sectores considerados “izquierdista”. No obstante, las condiciones en que se presenta la lucha entre las diferencias fuerzas que conformaron la alianza será más llevadera si no gobierna Trump y el grado de movilización social alcanzado podrá beneficiar a los sectores más organizados. Finalmente, el margen de acción de Biden no está plenamente garantizado pues deberá negociar sus reformas con la mayoría republicana en el senado, con gobiernos locales leales a Trump y obviamente deberá sortear la presión a la que será sometido por las organizaciones de supremacistas blancos o el fundamentalismo religioso.

Una experiencia histórica en sentido contrario se presentó en Alemania a comienzos del siglo XX. Allí los socialistas y comunistas se negaron a realizar una alianza política y se presentaron a las elecciones divididos. Tal circunstancia facilitó a los nazis el avance electoral y la consolidación de Hitler como canciller. La falta de unidad de los demócratas e izquierdistas de diverso tipo dejó las puertas al horror del fascismo. Dura lección que los pueblos del mundo deben evitar repetir.




Referencias:

(1) Ver Wim Dierckxsens, Walter Formento, Mario Sosa, “Capital financiero global, crisis, acumulación y trabajo” (2017), https://www.alainet.org/es/articulo/185382

(2)Los fascistas extienden su ideología a nivel global mediante encuentros políticos de líderes de Norteamérica y Europa, coordinaciones con movimientos de derecha de América Latina, industria cultural que difunde odio racial y considera que toda forma de pensamiento crítico es comunismo. Ver el informe de Fundación Amadeu Antonio (Alemania), Community Security Trust (Reino Unido), Expo Foundation (Suecia), Observatoire des Radicalités Politiques, Fondation Jean Jaurès, (Francia) y Never Again Association (Polonia). Hate Beyond Borders: The Internationalization of White Supremacy (Odio más allá de las fronteras: la internacionalización de la supremacía blanca), https://www.adl.org/resources/reports/hate-beyond-borders-theinternatio…

(3)Según Albert Morales del portal Latino Decisión se aportaron a Biden 438.000 votos en Arizona, 159.800 en Nevada, 112 en Georgia, 71.400 en Wisconsin y 200.100 en Pennsylvania. Mientras que el voto latino a favor de Trump en estos mismos estados fue de 150.000, 70.500, 48.000, 27.100 y 84.100 respectivamente.

(4)Esta idea de austeridad total y déficit cero es la que ha llevado al presidente mexicano López Obrador a eliminar los gastos estatales en salud, educación y ciencia en nombre de la lucha anticorrupción. Por supuesto, tampoco ha querido asumir los costos de un programa de auxilio ante el impacto económico del Covid.

(5) El periodista estadounidense Aaron Glantz explica como los grandes especuladores de hipotecas – catalogados como la pandilla de capos de Walt Street- que llevaron a la ruina a miles de familias hoy ocupan importantes cargos en la administración de Trump. Las denuncias del periodista se explican en su libro Homewreckers: How a Gang of Wall Street Kingpins, Hedge Fund Magnates, Crooked Banks, and Vulture Capitalists Suckered Millions Out of Their Homes and Demolished the American Dream.

(6)Es conocido el hecho de que las multinacionales se quedaron con los préstamos que iban dirigidos a salvar las pequeñas industrias. Un informe de Associated Press señala: “(…) el primer plan de rescate económico de 2,2 billones de dólares las pequeñas y medianas empresas de Estados Unidos recibirían 377 mil millones de dólares en créditos perdonables para salvar sus negocios y sus empleados. Pero el dinero terminó en manos de grandes empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York y que ya tenían acceso a otros 500 mil millones de dólares como estaba diseñado en el plan de rescate.”

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