Actividades extractivas: una amenaza para el territorio y permanencia de las comunidades rurales en Colombia.

Por: Yolima Paola Sánchez Vargas(1)

En la las últimas décadas las actividades extractivas han tomado fuerza en la composición económica del país en detrimento de las actividades concernientes a la industria y especialmente de la agricultura debido a que la minería y el petróleo actualmente son consideradas pilares para el crecimiento económico, a pesar de su relación directa con la destrucción ambiental y la transformación del paisaje rural, ahora bien, estas actividades se ubican especialmente en zonas rurales donde existen aún formas de producción basadas en el trabajo de la tierra, en consecuencia la defensa de los intereses de cada actividad han agudizado el conflicto sobre esta. De acuerdo con lo anterior el presente artículo desde una postura crítica pretende primero; explicar la razón por la cual las actividades extractivas se posicionan como un pilar fundamental en los procesos de acumulación capitalista, para ello se define la categoría de patrón de acumulación y se mencionan los rasgos más relevantes que permiten realizar una caracterización de esta. Y segundo, se realiza una descripción sobre los mecanismos de despojo del actual patrón de acumulación sobre las economías rurales, haciendo énfasis en la confrontación entre las actividades extractivas y agrícolas y cómo en la ultima las personas vinculadas a ella terminan siendo despojadas de su medio de trabajo (la tierra) para sumarse al ejercito de reserva o hacia la producción del sector minero - energético.

Discusión sobre actual patrón de acumulación.

La definición que aportan Osorio (2004), Valenzuela (1990) y Martínez (2014) sobre el patrón de acumulación tiene como rasgo común el carácter histórico que determina las modalidades de acumulación a lo largo del tiempo y sus implicaciones sobre el espacio económico, social y geográfico; visto como un proceso enteramente desigual y contradictorio, pero en cuanto a la caracterización de la reproducción capitalista actual, cambian en la medida en que se privilegia sectores económicos específicos y se les considera las fuentes de acumulación capitalista como se verá a continuación.

El patrón de acumulación iniciado en la década de los 70’s denominado por Valenzuela (1990) como “secundario-exportador” se caracteriza por 1) el avance y dinamización del proceso industrial que se incorpora como eje de acumulación; 2) el aumento de la centralización y acumulación del capital que propicia el grado de monopolización; 3) la regresividad en la distribución del ingreso debido a la caída de los salarios reales y la baja capacidad de absorción de la demanda mano de obra frente al aumento de la fuerza de trabajo, genera el incremento del ejercito de reserva, que contrarresta la caída de la tasa de ganancia; 4) la incorporación en el mercado mundial haciendo énfasis en las exportaciones manufactureras; 5) la total heterogeneidad en la estructura de clases y 6) las funciones del estado se dirigen a generar ambientes propicios en la creación de economías externas productivas en pro de los sectores dinámicos y en detrimento del gasto social de carácter redistributivo combinado con el autoritarismo político.

Dentro de su análisis, Valenzuela (1990) distingue dos variantes del patrón de acumulación; la primera denominada “pragmático-desarrollista”, hace referencia al caso brasilero, donde la presencia estatal es importante en el proceso de acumulación, en la medida en que su intervención fortalece el capital industrial, regula el capital de préstamo y preserva la inversión al capital nacional. Adicionalmente, el gasto público dirigido al bienestar social disminuye y aumenta su finalidad desarrollista. La segunda denominada “neoliberal”, hace referencia al caso chileno, fiel a la aplicación de políticas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional (fmi) donde se evidencia la modernización económica a partir de la destrucción industrial, la apertura externa indiscriminada, el estímulo a la inversión especulativa y la especialización internacional en el sector primario.

A su vez Osorio (2004) denomina el actual patrón de acumulación como “exportador con especialización productiva” caracterizado por 1) el abandono de la industrialización diversificada; 2) la inserción en el mercado internacional de los ejes dinámicos en la acumulación de capital – ya sea agrícola, minero o industrial– lo que implica un aumento de la vulnerabilidad externa debido a la tendencia exportadora financiada por la inversión extranjera directa; 3) la agudización de la polarización social como consecuencia de la implementación de políticas económicas de corte neoliberal como la privatización de empresas estatales y la reducción de costos vía recorte de personal y flexibilización laboral tanto en el sector público y privado, que conlleva a un mayor fraccionamiento dentro de las clases sociales y el tránsito entre clases favorecidas a vulnerables; y por ultimo 4) el deterioro tanto de las condiciones laborales y el poder adquisitivo de los trabajadores se imponen como medio para mejorar la competitividad en el mercado internacional, en ese sentido, provocan el detrimento de la calidad de vida de los trabajadores y profundiza la desigualdad social.

En su análisis, Osorio (2004) toma como ejemplo el caso mexicano y chileno donde se evidencia la vocación exportadora, pero con especialización productiva diferente; en el primero, el eje productivo se ubica en el sector secundario pero se basa en la maquila, y en el segundo, el eje productivo se ubica en el sector primario especialmente en las actividades dirigidas a la extracción de minerales. Sin embargo, reconoce la permanencia del patrón primario - exportador –modo de acumulación dominante hasta el siglo XX– en el actual patrón de acumulación, en la medida en que las actividades del sector primario especialmente las extractivas aún tiene un mayor peso en las exportaciones, lo que evidencia que América Latina no ha cambiado su papel como proveedor de materias primas y en contraste a la tesis de Valenzuela acerca de un patrón de acumulación secundario exportador se observa más bien la reprimarización de las economías latinoamericanas.

Para el caso colombiano, Martínez (2014) denomina el actual patrón de acumulación como “dependiente neoliberal” del cual distingue dos características predominantes; en primer lugar, el volcamiento hacia el exterior financiado por el capital extranjero y concentrado en los sectores claves para la acumulación de capital representadas especialmente en las actividades minero-energéticas. En segundo lugar, la aplicación de medidas laborales, pensionales y tributarias permitieron fortalecer la sobreexplotación del trabajo y consolidar un régimen de distribución regresivo. Visto de forma integral, el trabajo conjunto de estos dos elementos permite la reproducción de la dependencia, en la medida que, el volcamiento al exterior facilita la transferencia de riqueza de economías dependientes a imperialistas, y bajo este intercambio desigual las naciones desfavorecidas contrarrestan su desequilibrio con el aumento de la sobreexplotación del trabajo.

El trabajo del autor es pertinente debido a que en su análisis señala dos factores importantes para el surgimiento de actual patrón de acumulación en Colombia, el primero hace referencia a la crisis económica vivida en el país durante los años 90´s que dio paso a la aplicación de una serie de políticas económicas de corte neoliberal reflejadas en el fortalecimiento del mercado exterior y financiarización, privatizaciones, mercantilización de los derechos sociales – reformas laboral, pensional y tributarias-, estímulos al gran capital y el alistamiento de un territorio favorable para la inversión extranjera en el sector minero- energético (Martínez, 2014). El segundo hace referencia, a la violencia por parte del Estado – bajo el manto de la legalidad por medio del Plan Colombia y el paramilitarimo, como instrumento de acumulación y despojo, observado en la concentración de tierras para el alistamiento de un territorio funcional para las actividades minero energéticas y agroindustriales; y la disminución de influencia de movimientos populares y campesinos sobre las nuevas zonas de interés del capital extranjero por medio de la represión (Martínez, 2004).

Si bien los trabajos de Valenzuela (1990), Osorio (2004) y Martínez (2014) difieren en el nombre del actual patrón de acumulación, tienen dos rasgos comunes a la hora de caracterizarlos; primero, el volcamiento hacia el mercado exterior que agudiza el intercambio desigual y la reproducción de la dependencia; y segundo, el aumento significativo de la sobre explotación del trabajo que ha conducido a las familias a suplir varias de sus necesidades básicas por medio del endeudamiento al enfrentarse a la baja constante de los salarios reales.

Frente a las caracterizaciones mencionadas, en Colombia se ha evidenciado en el último decenio un cambio en la composición económica explicada en mayor medida por los hidrocarburos y la minería debido a su mayor participación en el PIB y en el valor de las exportaciones (grafica 1), ya para el 2012 representaron el 12% y el 57% respectivamente. Ahora bien, el deterioro de las actividades productivas como la industria manufacturera y en especial las actividades agropecuarias son muestra de la especialización de la economía colombiana en el sector minero – energético, el cual posee una baja generación de valor agregado y por ese mismo motivo no tiene la capacidad de generar empleo de forma congruente a su crecimiento. Es por ello que este sector no logra traducirse en mayor bienestar sobre la población donde se realizan y se adelantan estas actividades, si no que agudiza la dependencia sobre estas actividades y el conflicto por el uso de la tierra y el territorio (Minería en Colombia, 2013).

Por último, el aporte de estos tres autores permite dar paso a una característica implícita en sus trabajos “ la acumulación por desposesión” desde dos perspectivas; la primera, la expropiación del ingreso y los derechos sociales de los trabajadores para recuperar la tasa de ganancia y la segunda dirigida al alistamiento de territorios para los nuevos sectores claves en el proceso de acumulación –actividades minero energéticas– que implica la reconfiguración espacial y la proletarización del campesinado con su desplazamiento a las ciudades o a las actividades productivas de los sectores privilegiados por el actual patrón de acumulación.

Acumulación por desposesión

La llamada acumulación originaria tratada en el capítulo xxiv de “El Capital”, se define como el proceso histórico en el cual se les expropia de forma violenta a grandes masas de campesinos de sus medios de producción y subsistencia, y se les envía al mercado de trabajo en calidad de obreros libres. En consecuencia a este fenómeno, el campesino solo cuenta con su fuerza de trabajo que dispone al mercado laboral, sin embargo este no garantiza su absorción. Lo que implica la agudización de problemas tales como la mendicidad y la delincuencia; de igual forma el Estado se convierte en el mecanismo de la burguesía para ajustar tanto las leyes y políticas en beneficio de la clase y de la producción capitalista.

Ahora bien, este análisis realizado por Marx hace más de 400 años, parece estar hoy más vigente y latente que nunca, debido a que aún persisten las prácticas depredadoras de la acumulación originaria. Harvey (2004) considera que el concepto de esta categoría es pertinente para el estudio de la acumulación capitalista, sin embargo, no es correcto catalogarlo así porque en la actualidad aún es un proceso en curso, de ahí que lo sustituye por “acumulación por desposesión”, que se basa en la mercantilización de la tierra y el desplazamiento forzado de poblaciones rurales, la trasformación de los derechos de propiedad colectivos a privados, la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía , la apropiación de recursos naturales, la deuda pública, el sistema bancario(2) y la eliminación de formas de producción y consumo alternativas. Todas estas promovidas y respaldas por un Estado coercitivo que usa su institucionalidad para dar legalidad a estas formas de desposesión.

Este fenómeno para el caso colombiano ha permitido la durabilidad y prolongación del conflicto social y armado, producto de la expropiación de la tierra y de los derechos sociales de forma violenta encubierta por un Estado que le da legalidad a los procesos de despojo y al mismo tiempo apoyada por un brazo armado e ilegal que profundiza la violencia, en ese sentido Estrada (2007) menciona:

    “Los nuevos ciclos de acumulación originaria que se han desatado regionalmente, de la expropiación violenta de tierras, del acceso a dineros públicos. El paraestado se ha mostrado igualmente como parte de una estrategia transnacional de resignificación de la tierra, como fuente de acumulación capitalista (biodiversidad, recursos hídricos), de promoción de megaproyectos infraestructurales y energéticos, y de un nuevo tipo de agricultura de plantación.”(pág. 7)

Si bien la transición del modelo de sustitución de importaciones al de apertura económica de corte neoliberal(3), dio paso a que las actividades del sector minero- energético(4) se convirtieran en el pilar fundamental para la acumulación capitalista, este hecho también permite explicar el aumento significativo de la inversión extranjera en el país como se observa en la gráfica 2, destinadas especialmente al sector de hidrocarburos y minas y canteras con una tendencia de crecimiento que inicia en el año 2002. Lo anterior, pone en manifiesto así el interés del capital extranjero en estas actividades como pilares para la acumulación lo que con lleva a la resgnificación de la tierra y su nuevo papel en los procesos de acumulación

El direccionamiento de los intereses capitalistas en actividades extractivas también dirigido a la agroindustria y al mercado de la cocaína(5)-, las cuales se ubican en zonas rurales lugar donde habitan comunidades campesinas, indígenas y negras, convierte al territorio en un espacio de disputa por el uso de la tierra bajo lógicas de producción totalmente diferentes y es la violencia el mecanismo perfecto para la apropiación del territorio estratégico en la acumulación capitalista, al respecto Estrada dice:

    El corazón de la acumulación regional se ha encontrado lucha por la tierra. Su fundamento ha sido una redefinición sustancial de las relaciones de propiedad en el campo basada en la expropiación (y el desplazamiento forzado) de millones de campesinos, de comunidades negras y de pueblos y de comunidades indígenas. (2010, pág. 38)

La presencia de las actividades mineras se ha convertido para las comunidades rurales en una amenaza más en el acceso a la tierra y el agua, y al mismo tiempo ha agudizado más los problemas agrarios en el país. La implementación de estas actividades extractivas es ahora una de las principales causas del desplazamiento forzado y de la violación de derechos humanos en Colombia, debido a su alianza con grupos ilegales para el control del territorio y posterior implementación de estas actividades, como se evidencia especialmente para el año 2011, donde el 80% de violaciones de derechos humanos se originaron en municipios mineros-petroleros y a su vez el 87% de los desplazados de forma violenta provenían de estos lugares (El Espectador, 2013).

Es así como los departamentos con mayor número de títulos mineros, tienen una relación directa con la cantidad de personas desplazadas, un ejemplo de ello es el departamento de Antioquia, cuyo territorio es el más concesionado para realizar actividades mineras -alrededor de 1.531 títulos mineros que corresponde a una extensión de 1.088.575 hectáreas- (El espectador, 2013), al mismo tiempo ha sido el más afectado por el desplazamiento, el 17% de las personas desplazadas dentro de 1999 y 2012 proviene de este departamento, seguido del Valle del Cauca y Nariño (gráfica 3), quienes también presentan una cantidad significativa de títulos mineros y a lo largo del tiempo han sido territorios estratégicos para la acumulación capitalista legal e ilegal.

Ahora bien, a pesar que históricamente Antioquia ha sido uno de los departamentos con mayor número de desplazados, en los últimos años la región del Pacifico y especialmente los departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Choco; reúnen mayor cantidad de personas expulsadas producto de la confrontación de grupos al margen de la ley por el control de corredores del narcotráfico y procesamiento de cultivos ilícitos, sumado a ello están las disputas por la apropiación de las rentas originadas por la minería especialmente del oro (Informe de desplazamiento forzado, 2013).

Así mismo el censo minero realizado por el Ministerio de Minas y Energía en el 2011, revelo que el 63% de la minería hecha en Colombia es ilegal, especialmente aquellas que se dedican a la extracción de metales como el oro y los departamentos más afectados son Antioquia, Choco, Cauca, Valle del Cauca y Nariño; sin desconocer el hecho de que es un fenómeno que se presenta a nivel nacional. Cabe destacar para el caso de Antioquia a pesar de tener mayor número de títulos mineros principalmente de oro solo el 21% de la extracción es legal, lo anterior deja ver el carácter criminal que poseen las actividades mineras que permiten intensificar el desplazamiento de las comunidades, sin embargo, las actividades extractivas ya sean legales o ilegales agudizan el conflicto sobre los territorios todo con el fin de manejar espacios estratégicos para la acumulación capitalista.

Cabe señalar también la disputa que se ha generado por el control y el aprovechamiento de los recursos naturales entre locomotoras de la minería informal, ilegal y criminal1 y la minería oficial que deja en medio a las comunidades y a las minorías étnicas donde habitan y trabajan de forma artesanal y tradicional la extracción de minerales y por sus condiciones socioeconómicas han resultado víctimas de este conflicto. (Informe de minería en Colombia, 2013)

Otro aspecto importante en las dinámicas del desplazamiento dentro de las regiones ha sido la militarización iniciada en mayor medida en el gobierno de Uribe Vélez (2002-2010), con la implementación de Plan Colombia con el propósito de fortalecer las fuerzas militares y de luchar contra el narcotráfico, financiado especialmente por Estados Unidos, seguido por Europa y parte del Estado colombiano toda vez que funcionó como mecanismo para el alistamiento de territorios trascendentales en la acumulación capitalista (Martinez,2014) es por ello que la militarización no solo obedece a la lucha contrainsurgente sino también se convirtió en un factor de presión para expulsar a las comunidades de sus territorios y abrirle espacios a la minería y a los megaproyectos.

En ese sentido el espacio y el paisaje se transforman para dar respuesta a las dinámicas de acumulación del capital las cuales necesitan ocupar nuevos territorios, desocupar y recuperar otros, en ese proceso deja ver su carácter violento (Estrada, 2010) Esta reconfiguración del espacio y del territorio responde a las nuevas modalidades de reproducción capitalista, donde los recursos naturales juegan un papel estratégico como fuerza productiva que permite mantener la acumulación capitalista.

En efecto, la evidente relación entre el desplazamiento forzado con el aumento de las actividades minero energéticas y la inversión extranjera en sectores estratégicos encaminados a la reprimarización de la economía como fuente de la acumulación capitalista transnacional, refleja la violencia instaurada como mecanismo de acumulación y despojo. Ahora bien, a ella se suma el abandono estatal que han sufrido las comunidades rurales durante años, como un mecanismo adicional que refuerza los procesos de acumulación. Según el informe realizado por la revista Semana (2012) “así es la Colombia rural” el campo ha sido un escenario de violencia y pobreza, la existencia de diferentes conflictos por el uso de la tierra y la deuda social histórica hacia ellos conlleva a que el 77% de la tierra esté en manos del 13% de propietarios y peor aún que el 3.6% de estos tiene el 30% de la tierra, además se calcula que 6.6 millones fueron despojadas por la violencia en las dos últimas décadas que corresponden al 15% de la superficie agrícola del país y que 68% de los predios registrados en el catastro se clasifican como pequeña propiedad. A pesar de lo anterior el 70% de los alimentos que se producen dentro del país provienen de pequeños campesinos. Al mismo tiempo, la pobreza en el campo es del 65% donde el 60% del empleo rural es informal, el 18,5% de su población es analfabeta, el 85% no pose alcantarillado y el 60% no tiene agua potable.

Ahora bien, en el actual gobierno de Juan Manuel Santos pretende dar legitimidad a los procesos de expropiación y despojo para darle prolongación a un proyecto político económico que permita generar mayores tasas de ganancia, para ello necesita transitar de la expropiación fundada en la violencia a la expropiación apoyada en el orden de las leyes, toda vez que permita la reorganización de los territorios, una nueva geografía de la propiedad con sustento legal, finalmente para generar las condiciones apropiadas que permitan realizar la expropiación de tierras con sustento jurídico y al mismo tiempo permitan dar justificación del rentismo sobre la tierra (Estrada, 2011)

    El centro de ese proyecto se encuentra en el discurso y la retórica del restablecimiento del orden de derecho, que cedería a aquel basado en el imperio de la violencia. Se está en presencia de una repentina operación de lavado de fachada, de esa fachada ensagrentada por décadas de despojo y desplazamiento forzado no concluidos en todo caso. En sentido estricto, se trata de la representación de la lógica militar, llevada a la escala social, en este caso, a la escala de la producción del territorio. A la tierra arrasada, al territorio alistado, le sigue la consolidación, y a esta debe operar un orden de derecho

(Estrada, 2011, pág, 20)

En consecuencia, el hecho de que a las comunidades rurales se les expropie de su medio de producción, la tierra, por medio de la violencia, mecanismos estatales y la falta de condiciones socioeconómicas implica dejarlos tan solo con su fuerza de trabajo para ofrecerla en los centro urbanos; sin embargo las ciudades no garantizan la absorción de toda la mano de obra desplazada, es decir, “ crean un excedente relativo de población trabajadora, ejercito industrial de reserva, que actúa como regulador del salario y por esta vía potencia aún más el proceso de acumulación” (Martínez & Bejarano, 2013, Pág 5).Cabe mencionar que no todas las personas se dirigen a los centros urbanos para sumarse al desempleo, los que permanecen en sus territorios cambian en muchos casos las actividades agrícolas especialmente aquellas referentes a la producción de alimentos por las actividades mineras, o por aquellas actividades estratégicas en la reproducción capitalista como el mercado de la cocaína (dirigido especialmente al cultivo de hoja de coca) y los cultivos de plantación como la palma de cera, que al fin y al cabo agudizan la sobre explotación del trabajo.

Sin embargo, “estos procesos de desposesión están provocando amplia resistencia” (Harvey, 2004) y se observa el surgimiento de organizaciones sociales que rechazan el actual modelo económico basado en la explotación de recursos naturales en especial los movimientos populares étnicos y campesinos que ante todas las formas violentas y represivas aplicadas sobre ellos han demostrado su capacidad de resistencia en defensa de sus territorios y de sus lógicas de producción que enfrentan la lógica de reproducción capitalista (Estrada, 2013).

Finalmente, el actual patrón de acumulación en Colombia posiciona al sector minero- energético como fuente principal para la reproducción capitalista, para ello se ha basado en prácticas de despojo y expropiación fundamentadas especialmente en la violencia para así reconfigurar la geografía en un proceso de desocupación y ocupación de los territorios para dar paso a las actividades extractivas, sumado a ello se encuentra el Estado que legitima los mecanismos de despojo en el país, y que entran en conflicto con las comunidades que viven allí. En consecuencia se profundiza la disputa por el uso de la tierra entre intereses totalmente diferentes, por un lado el de las comunidades que proponen la defesa y permanencia de sus territorios y la naturaleza y por el otro el de las multinacionales y las empresas extractivas en busca de incrementar sus tasas de ganancia a costa de la destrucción de la naturaleza.

Referencias bibliográficas

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(1)Estudiante de pregrado en economía de la Universidad La Gran Colombia, dirección electrónica paola.sv18@gmail.com. Integrante del semillero Integrante del semillero de investigación privación relativa y pobreza de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas (FCEA).

(2) Especialmente el sistema de crédito que agudiza la dependencia entre países centrales y periféricos y además permite aumentar o mantener el consumo de las personas vía endeudamiento ante la depreciación de los salarios reales.

(3) El posicionamiento de este nuevo patrón de acumulación va acompañado necesariamente por un reordenamiento en la relación capital-trabajo; por la configuración de una nueva división internacional del trabajo; así como la emergencia de una nueva espacialidad del capital. (Jiménez, 2009, pág. 31-32)

(4) Estas actividades permiten dar salida al ciclo de crisis del capitalismo, entendido como la caída de la tasa de ganancia, que puede se puede recuperar determinando nuevas fuentes de valorización del capital, en este caso el sector minero-energético juega un papel importante en ese proceso. Lo anterior permite reafirmar el carácter histórico del patrón de acumulación que en diferentes periodos privilegia unos sectores más que otros.

(5) Estrada (2010) vista como una forma de acumulación capitalista que surge y se desarrolla sobre la ilegalidad, el cual produce excedentes que necesitan ser incorporados en circuitos legales; el cual llama zonas grises de acumulación.

(6) Tuvo su origen con el boom de los precios de los minerales desde el 2003 y que resulta funcional para la financiación de grupos armados ilegales y organizaciones mafiosas locales. (Informe minero, 2013, pág. 172)

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