Una fortuna mal habida, prólogo a Herencia de sangre del maestro Jaime Galarza

Darío Henao Restrepo
Darío Henao Restrepo
Profesor Titular de Literatura Latinoamericana, Universidad del Valle, Cali, Colombia
Profesor Titular de Literatura Latinoamericana, Universidad del Valle, Cali, Colombia
El recorrido de las pesquisas del sargento Sepúlveda oscila entre la fábula y el desastre, la utopía y el fracaso, la vida idílica y la violencia descarnada. La Colombia que aún padecemos.

Llevar la vida de una sociedad al universo de las novelas es una de las más complejas y vitales actividades de su vida espiritual emprendida por un escritor de ficción. El vínculo entre la realidad y la ficción es a un tiempo, necesario, contradictorio e imprevisible como nos lo recuerda Octavio Paz en su libro Tiempo Nublado. La literatura expresa a la sociedad; al expresarla la cambia, la contradice o la niega. Al retratarla, la inventa; al inventarla, la revela. Como el otro que llevamos desde la infancia, del que sabemos muy poco, salvo que es nuestra sombra o que nosotros somos la suya. La literatura por más invención y fantasía que la presida es real, inexorablemente tiene que ver con nosotros. La ficción interroga, da cuenta de fenómenos, interpreta y hasta se rebela contra el mundo. Y en este cometido crea modelos de realidad, sea ajustados o sea alejados de la dimensión histórica, en ambos casos sin escapar de una cultura que le brinda las posibilidades y límites de representación y valoración.

Galarza

Jaime Galarza Sanclemente, lector eximio de novelas policiales, asiduo del cine negro, ha sido por décadas un profesor universitario estudioso de la historia y la política colombiana. Con Herencia de sangre, su primera novela después de sus relatos, Los cuentos del caminante, consigue darle forma narrativa a un viejo anhelo: crear una metáfora de la Colombia de los grandes terratenientes que en las últimas décadas se mezclaron con el narcotráfico y el paramilitarismo. La trama policial, las pesquisas del sargento Sepúlveda –en los años 90 le encargan averiguar la desaparición de la joven Rosalina Galván Sotomayor–, funcionan como el artificio para que los lectores nos enteremos del cómo surgió la extensa fortuna del abuelo Olegario Galván y el padre Patrocinio Galván Sotomayor, de la joven desaparecida. En el relato de Herencia de sangre nos deparamos con una característica clásica del relato policial, el gusto de contar una historia de principio a fin, y tratar siempre que sea posible, que la verosimilitud y el contexto social sigan siendo componentes de la literatura. A esta fórmula clásica, con ingeniosa creatividad, Galarza le agrega el elemento fantástico de una sociedad secreta, de zombies, los encargados de la venganza. Lo estrictamente histórico, la investigación racional, la crónica realista, acaban subsumidos por esta solución fantástica, que irrumpe en el relato del sargento Sepúlveda para instalar otra manera de operar la venganza de las atrocidades y desmanes perpetradas por Olegario y su hijo Patrocinio. En el nivel realista queda una historia en abierto y la impunidad sobre el crimen de Rosalina, paradójicamente investigado con los dineros de una Fundación controlada por la familia de Olegario Galván.

En el nivel realista del relato, contado por el propio Sepúlveda, sabemos del perfil político de Olegario: “Entre los orgullos de su vida estaba, haberles estrechado la mano a dos presidentes del país, el Dr. Ospina Pérez y el Dr. Laureano Gómez”. Esta será una pista clave en la trama, no solo la filiación conservadora del personaje, sino la turbulenta época de la violencia política colombiana de los años 50s del siglo XX. Ospina y Gómez, de inspiración falangista, admiradores del general Franco, fueron los lideres de la derecha colombiana, camandulera, de aldea y campanario. Ellos estuvieron como jefes políticos al frente de la violencia que se desata con el magnicidio del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, conocido para la historia como el Bogotazo. El enfrentamiento dejó un saldo de 250 mil muertos, aprovechado por las élites de los dos partidos, las beneficiarias del brutal proceso de expropiación de tierras del campesinado colombiano. Cuando el sargento Sepúlveda, para iniciar su pesquisa, viaja a Boavita, al norte de Boyacá, el municipio de son oriundos los Galván, va tras la génesis de una gran fortuna. Visita su hacienda, La Pajarita, dónde comenzó todo. Ahí se encuentra con la historia de Olegario vinculada con los chulavitas, la policía conservadora, de donde proviene su enriquecimiento con la expropiación violenta de tierras de los campesinos liberales, denominados como cachiporros. En adelante el relato del sargento Sepúlveda va dando cuenta de cómo Olegario y su hijo amasaron su mal habida fortuna. De esta manera los lectores podemos saber de dónde vienen muchos de los males de la violencia, la pobreza y la inequidad social que hasta hoy impera en Colombia.

El recorrido de las pesquisas del sargento Sepúlveda oscila entre la fábula y el desastre, la utopía y el fracaso, la vida idílica y la violencia descarnada. La Colombia que aún padecemos. Con ese lastre quiere cortar de raíz Rosalina, la última heredera, exiliándose en los Estados Unidos. En vano. La asesinan, pues la persiguen los turbios intereses de su familia. Y como siempre el crimen queda impune. Esta joven bien simboliza la Colombia de hoy que aún no consigue salir del lodazal de la violencia de los grandes señores de la tierra, el narcotráfico, el paramilitarismo y las guerrillas. La adopción del género policial, de la novela negra, para dar cuenta del complejo entramado de nuestras realidades, constituye el gran acierto de Jaime Galarza Sanclemente. Herencia de sangre nos adentra en ese duro y atroz mundo que tanto pesa y obstaculiza los cambios necesarios para conseguir la paz y la democracia en Colombia.

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