Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
Magister en Educación Superior, Pontificia Universidad Javeriana
Profesor Asociado con Tenencia del Cargo, Universidad Nacional de Colombia
Lo que sugiere la reciente gala de los premios Emmy
En la reciente gala de los premios Emmy, los conspicuos galardones anuales otorgados a la excelencia en la industria de la televisión, llamó la atención Game of Thrones por lo bien que le fue al respecto: doce galardones, incluidos el de mejor serie dramática y el de mejor actor de reparto en la persona de Peter Dinklage, quien encarnó a Tyrion Lannister. Además, dicha serie ha dejado un legado sugestivo de buenas frases. En particular, la siguiente: “La noche es oscura y alberga horrores”. Ahora bien, esta frase no deja de ser paradójica habida cuenta de que, en los últimos años, ha adquirido relevancia el reclamo de un nuevo derecho, a saber: el derecho a la oscuridad. Incluso, ha inspirado libros acerca del tema, como uno de autoría de Paul Bogard, titulado El fin de la oscuridad. En otras palabras, el reclamo de semejante derecho es la respuesta natural al ocaso de la noche en una era de luz artificial. Es decir, si reparamos en fotografías del planeta tomadas de noche, llama poderosamente la atención la gran iluminación de grandes regiones, como Norteamérica, Europa y Japón. Incluso, en regiones no tan desarrolladas desde el punto de vista industrial, como Colombia, Venezuela y Ecuador, resulta bastante obvia la gran iluminación en sus principales ciudades. Por ejemplo, en el caso de Medellín, si se desea contemplar un bonito cielo estrellado, es menester alejarse de la ciudad en línea recta siquiera un centenar de kilómetros a fin de sustraerse a la correspondiente contaminación lumínica. Sencillamente, el cielo nocturno desaparece al quedar engullido por la iluminación artificial. Estamos en una época en la que las generaciones más jóvenes ya no admiran la Vía Láctea y no viven una noche total al aire libre. En el caso de Medellín, se ha llegado al extremo de ver asociaciones astronómicas que tienden a hacer lo suyo de día, cuestión graciosa, puesto que el pan del astrónomo de a de veras es la noche.
Desde luego, la frase antedicha de Game of Thrones tiene cierto sentido si reparamos en la historia de nuestra especie, la cual incluye el temor a los salteadores de caminos y las criaturas ominosas del inframundo. De hecho, en la historia de la ciencia, destaca una sociedad científica británica conocida como la Sociedad Lunar de Birmingham, constituida por caballeros ingleses del siglo XVIII, tales como intelectuales, filósofos de la naturaleza e industriales, entre los que cabe mencionar a Matthew Boulton, Erasmus Darwin, Joseph Priestley, James Watt, Benjamin Franklin, James Hutton, John Smeaton, Joseph Black y William Herschel, entre muchos más. El nombre de esta Sociedad surgió por el hecho que las reuniones de la misma tenían lugar en los días de Luna llena, cuando, a raíz de la falta de alumbrado público a la sazón, sacaban provecho de la luz extra de nuestro satélite natural con el fin de hacer el viaje de regreso a casa más fácil y seguro.