A propósito de la Cátedra de la Paz.

Por: Carlos Julio Giraldo Medellín(1).

Si vis pacem para pacem (si quieres la paz, prepárate para la paz)
Johan Galtung

El pasado lunes 25 de mayo el presidente Santos firmó el decreto 1038 que reglamenta la ley 1732 del 1° de septiembre de 2014, por el cual se crea la cátedra de la paz. Al respecto, el Presidente señaló que “llegó el momento de educar para la paz, de formar para la paz, de enseñar a vivir en paz” y “con este decreto, damos vida a esta Cátedra de la Paz, que nos ayudará a consolidar la nueva Colombia sin guerra, una Colombia con más equidad, una Colombia mejor educada, por la que trabajamos todos los santos días”(2).

Con esta norma, las instituciones educativas tienen plazo hasta el 31 de diciembre para implementar la Cátedra de la Paz y en el caso de los niveles de la básica y media, deberán inscribirla en alguna de las siguientes áreas fundamentales: a) Ciencias Sociales, Historia, Geografía, Constitución Política y Democracia, b) Ciencias Naturales y Educación Ambiental, o c) Educación Ética y en Valores Humanos (art. 3) y los Comités de Convivencia Escolar, definidos en la ley 1620 de 2013, realizarán el respectivo seguimiento (art. 8)

De igual manera, en el artículo 2 del mencionado decreto se establece que la Cátedra de la Paz deberá fomentar el proceso de apropiación conocimientos y competencias relacionados con territorio, la cultura, el contexto económico y social y la memoria histórica, con propósito de reconstruir el tejido social, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad los principios, derechos y consagrados en la Constitución. Serán objetivos fundamentales la Cátedra de la contribuir al aprendizaje, la reflexión y al diálogo sobre los siguientes temas: cultura de paz, educación para la paz y desarrollo sostenible.

La expedición del Decreto ha sido bien recibida, pero a la vez se escuchan voces críticas. Para Jorge Ramírez, Secretario técnico de Derechos Humanos de Fecode, “desde la teoría, la pertinencia y la necesidad, la cátedra para la paz es una prioridad, pero para ello es necesario que se realicen jornadas de socialización, capacitación y discusión con las Secretarias de Educación para que se sumen esfuerzos y este se convierta en un tema de convivencia y de paz que no quede como muchas otras propuestas, en el olvido y en la letra muerta. Después de la firma del Presidente, se esperan seis meses para que se ejecute la norma”(3). Por su parte, también se cuestiona la demora del Presidente Santos en expedir este decreto reglamentario, pues la ley 1732, expedida en septiembre de 2014, estableció un plazo de seis meses para su reglamentación, el cual vencía el 1° de marzo del presente año, por lo que en el diario El Colombiano de Medellín, en nota publicada el 31 de mayo afirmaba: “Si eso es para poner en marcha la cátedra por la paz, tema en el que el gobierno se juega sus restos, cómo será con lo demás (…) A propósito, puede haber una delgada línea entre una cátedra por la paz y un adoctrinamiento gobiernista”(4).

Dada la importancia de esta iniciativa, que va más allá de la actual coyuntura que vive el país, pues la formación en cultura de paz es una necesidad que va más allá de la firma de los acuerdos entre el gobierno y las FARC, es importante analizar el tema a través de un repaso por la literatura existente sobre teoría del conflicto y cultura de paz, precisando con ello algunos conceptos, pues el uso inadecuado de los mismos lleva a la construcción de imaginarios y al desarrollo de prácticas que van en contravía de la formación en cultura de paz.

La Cultura de Paz

Sobre este importante tema, en el artículo 2 del decreto 1038 de 2015, la cultura de paz se entiende como el sentido y vivencia de los valores ciudadanos, los Derechos Humanos, el Derecho Internacional Humanitario, la participación democrática, prevención de la violencia y la resolución pacífica de los conflictos.

En un sentido más amplio del concepto, Vicenç Fisas nos plantea que “…la paz es algo más que la ausencia de guerra, y tiene que ver con la superación, reducción o evitación de todo tipo de violencias, y con nuestra capacidad y habilidad para transformar los conflictos, para que en vez de tener una expresión violenta y destructiva, las situaciones de conflicto puedan ser oportunidades creativas, de encuentro, comunicación, cambio, adaptación e intercambio. Este nuevo enfoque es el que persigue la ‘cultura de paz’, o ‘cultura para la paz’, si la entendemos como un proceso que, en primera instancia, habrá de transformar la actual ‘cultura de la violencia’”(5).

Por su parte, la UNESCO considera que “edificar una cultura de paz significa modificar las actitudes, las creencias y los comportamientos –desde las situaciones de la vida cotidiana hasta las negociaciones de alto nivel entre países–, de modo que nuestra respuesta natural a los conflictos sea no violenta y que nuestras reacciones instintivas se orienten hacia la negociación y el razonamiento, y no hacia la agresión(6).

Tanto el enfoque de Fisas, como el de la UNESCO nos invitan a construir una cultura de paz en contraposición a la cultura de la violencia, entendiéndola para luego analizar las grandes tareas que incumbirán al proceso forjador de una cultura de paz.

La cultura de la violencia es “cultura” en la medida en que a lo largo del tiempo ha sido interiorizada e incluso sacralizada por amplios sectores de muchas sociedades, a través de mitos, simbolismos, políticas, comportamientos e instituciones, y a pesar de haber causado dolor, sufrimiento y muerte a millones de seres. En su expresión actual, algunos de los fundamentos esenciales de esta cultura de la violencia son los siguientes(7): el patriarcado y la mística de la masculinidad, la búsqueda del liderazgo, el poder y el dominio, la incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos, el economicismo generador de desintegración social(8) y su principio de competitividad, el militarismo y el monopolio de la violencia por parte de los Estados, los intereses de las grandes potencias, las interpretaciones religiosas, que permiten matar a otras personas, las ideologías exclusivistas, el etnocentrismo y la ignorancia cultural, la deshumanización (la consideración de otros seres humanos como “objetos”), el mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la falta de oportunidades y de participación.

Para romper con esta cultura de la violencia es importante romper con los estereotipos que han permitido su institucionalización, su sacralización. En este orden de ideas, la UNESCO, en el Manifiesto de Sevilla(9), construido por 17 especialistas mundiales, nos dice que la paz es posible, porque la guerra no es una fatalidad biológica(10). Así, los representantes de diversas disciplinas científicas, autores de este manifiesto, coincidieron en señalar que la violencia no es “innata”, sino que se “aprende” a lo largo de nuestra vida y se considera que es un ejercicio de poder, refutando así el determinismo biológico que trata de justificar la guerra y de legitimar cualquier tipo de discriminación basada en el sexo, la raza o la clase social. En el Manifiesto de Sevilla se declara que es científicamente incorrecto:

  • Afirmar que el ser humano haya heredado de sus ancestros los animales la propensión de hacer la guerra, puesto que es un fenómeno específicamente humano, producto de la cultura.
  • Pretender que hemos heredado genéticamente la propensión de hacer la guerra, puesto que la personalidad está determinada también por el entorno social y ecológico.
  • Inscribir la violencia en la selección realizada, a través de nuestra evolución humana, a favor de un comportamiento agresivo en detrimento de otros tipos de conducta posibles como la cooperación o la ayuda mutua.
  • Afirmar que la fisiología neurológica nos obliga a reaccionar violentamente, puesto que nuestros comportamientos están modelados por nuestros tipos de acondicionamiento y nuestros modos de socialización.
  • Decir que la guerra es un fenómeno instintivo que responde a un único móvil, pues la guerra moderna pone en juego tanto la utilización de una parte de las características personales (obediencia ciega o idealismo) y aptitudes sociales como del lenguaje, como planteamiento racional (evaluación de costes, planificación, tratamiento de la información).

La superación del de la visión fatalista y del determinismo biológico implica un giro epistemológico de gran importancia. Así, para Galtung se trata de superar la máxima si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra), que ha marcado la historia de la humanidad, por la siguiente máxima: si vis pacem para pacem (si quieres la paz, prepárate para la paz). El gran proyecto de Galtung se puede resumir en la tesis: Paz con medios pacíficos.

Así, construir una cultura de paz significa la superación de la cultura de violencia, reconociendo que más allá de las agresiones físicas, verbales o psicológicas, es decir, de la violencia directa, existen otras dos formas de violencia que no se manifiestan y que es necesario hacerlas emerger. Nos referimos a la violencia estructural que es intrínseca a los sistemas sociales, políticos y económicos. Su relación con la violencia directa es proporcional a la parte del iceberg que se encuentra sumergida en el agua. Otra violencia, mucho más perversa que las otras dos es la violencia cultural que se expresa en “aquellos aspectos de la cultura, en el ámbito simbólico de nuestra experiencia (materializado en la religión e ideología, lengua y arte, ciencias empíricas y ciencias formales – lógica, matemáticas – símbolos: cruces, medallas, medias lunas, banderas, himnos, desfiles militares, etc.), que puede utilizarse para justificar o legitimar la violencia directa o estructural” (b)(11).

Continuará…

1) Integrante de la Dirección del Partido Alianza Verde en el Distrito de Barranquilla. El autor trabajó, entre los años 2001 y 2005 en el Diplomado en Pedagogía de la Paz y la Convivencia de la Universidad Pedagógica Nacional.

2) Este año colegios y universidades deberán implementar Cátedra para la Paz. El Espectador, 25 de mayo de 2015. Recuperado de: http://www.elespectador.com/noticias/educacion/ano-colegios-y-universid…

3) Se Reglamenta la cátedra de la paz. FECODE. Recuperado de: http://fecode.edu.co/index.php/es/home-es-es/12-noticias-secundarias/10…

4) Reglamento Tardío de Cátedra por la Paz. El Colombiano, 31 de mayo de 2015. Recuperado de: http://www.elcolombiano.com/reglamento-tardio-de-catedra-por-la-paz-LC2…

5) Fisas, V. Cultura de paz y gestión de conflictos. Icaria/NESCO, Barcelona, 1998.

6) UNESCO. Informe anual: Primera reunión de consulta sobre el Programa Cultura de Paz. París, 27-29 de septiembre. 1994.

7) Fisas, V. íbid.

8) Galtung, J. “La desintegración social: atomía y anomía”, en Desarrollo, maldesarrollo y cooperación al desarrollo, Seminario de Investigación para la Paz, Zaragoza, 1997, pp. 147-152. En este escrito, Galtung explica como el economicismo (la religión de nuestro tiempo) ha sido una importante fuerza que ha propulsado la historia en dirección a la desintegración social, entendida como una forma de atomización del tejido social, resultado de la des-estructuración (atomía) y la des-culturalización (anomía). Como terapia, propugna crear relaciones de amistad, de vecindad y de solidaridad en el trabajo, y reconstruir la religión, promover su inmanencia y trascendencia, para promover la cultura y revertir la desculturalización.

9) Unesco. El Manifiesto de Sevilla sobre la Violencia. Preparar el terreno para la construcción de la paz. Difundido por decisión de la Conferencia general de la UNESCO en su vigésimo quinta sesión. París, 16 de noviembre de 1989.

10) UNESCO. Manifiesto de Sevilla. Pág. 5.

11) Galtung, 2003.

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