Las dificultades de la paz.

Por: Nelson David Veloza Alfonso.
Escuela Superior de Administración Pública- ESAP.

Mientras nuestros senadores y representantes se alistan a elegir en el plano local a sus pequeños escuderos, el país se debate en temas más complejos, temas que a la final podrían matar de una estocada el proceso y la esperanza de paz. La nuestra es una de las sociedades más complejas del mundo, claro no lo es por su estatura social puesto que los de arriba, siempre arriba están y los de abajo acostumbrados a no subir aún están, pero es un tema para un texto largo, quizás en un futuro. Lo que aquí apremia relatar es la crisis social que podría ahogar en la conciencia colectiva el proceso de paz. Escribir sobre el tema del conflicto en nuestro país resulta tan fácil, por la cotidianidad misma del conflicto. La vivencia de esas experiencias nos permite hacerlo, pero aun así hablar de paz nos cuesta, porque ella para nosotros es una metáfora, un sueño idílico legado de la homérica lid de la independencia pero que nunca en práctica ha estado.

Diferentes motivos han iniciado las guerras de la humanidad y en este suelo debemos la independencia a una pelea por un florero –claro era el pretexto pero así lo dice la historia–, luego los federalistas y centralistas se enfrentarán durante la “patria boba” por esos modelos, la reconquista española ahogaría a los primeros padres de la patria mientras Bolívar en Tame recibe la ayuda de Santander para la campaña libertadora. Libre el territorio americano la unidad del sueño de Bolívar se fragmenta en diferentes republicas; Colombia ya desintegrada de la pretérita gloria se fragmenta otra vez entre quienes son amos y señores del latrocinio en las regiones y apuestan al federalismo y quienes pretenden centrar el poder en uno, emulando la usanza monárquica. Sucesivas guerras civiles desangran al pueblo colombiano, hasta los albores del prometedor siglo XX, pero entonces los odios políticos se suturaron en lo externo, conservadores y liberales se matarán por “cuestión de principios” muere el caudillo Gaitán y, con él, parte de la ilusión de un pueblo; cae el país en la dictadura del general Rojas Pinilla, mueren los estudiantes en la plaza de toros confundiendo su sangre académica con la de los nobles novillos de abolengo español, pasamos al narcotráfico y su guerra sin cuartel contra el Estado, la prensa y todo aquel que pretenda ver la verdad; floreció injustamente la rebelión y el paramilitarismo, la justicia privada reemplazó el débil aparato judicial y se habló entonces del Estado fallido que dio paso al disimulado empréstito de buscar la paz mediante las fuerzas militares.

Creo haber narrado en un párrafo la violencia de la vida república, ¿con que fin? Con el único fin de alertar a quien lea esta columna de los graves hechos que se suscitan hoy por dos formas de vida, las cuales chocan de manera frontal y directa. Matrimonio para parejas del mismo sexo y prohibición de eventos taurinos: distan mucho las dos pero sí que en verdad son en esencia lo mismo, llano y plano caudal del mismo cociente ético y moral. Los colombianos en nuestra complejidad somos difíciles de identificar sociológicamente, no obstante históricamente hemos dado la lucha y el combate por construir una patria conviviente y justa, desde las diferentes corrientes ideológicas y desde las diferentes toldas políticas, pero la polarización sobre estos temas escapa a la lógica política y traspasa a un plano más complejo, el modelo de sociedad que buscamos.

Desde la constitución política de 1991, Colombia se reconoció a sí misma como un Estado social de derecho, que no es otra cosa que una abstracción del Estado de derecho con un fundamento social, humano, del humanismo que hemos perdido tal vez por el fragor de la guerra. Esta concepción social tiene una sola forma de reconocerse, la igualdad social en base a un derecho sujeto a la constitución; el derecho como tal nos ha brindado la igualdad que no nos brinda la naturaleza, es decir las condiciones físicas del hombre mismo. Ahora aquí en Colombia esta noción constitucional está a punto de cambiar, los continuos intentos de las parejas homoparentales por alcanzar la igualdad en la figura de adopción está en la misma situación peligrosa de la eventual prohibición de los eventos taurinos en Colombia. ¿El modelo de sociedad que estamos buscando debe ser o no una sociedad prohibicionista sin interés por la minoría? Claramente esa es la aspiración de muchos uno si y otros no, ¿no tiene el mismo derecho una pareja LGTBI a un taurino que quiere gozar de un espectáculo herencia del componente cultural heredado de la hispanidad? Quienes se oponen a lo uno o al otro atentan contra la igualdad, en base a sugestiones de interpretación personal, unos en defensa de la fe en un estado laico y otros en defensa de los animales obviando la igualdad de quienes practican y gustan de esta expresión cultural.

Lo cierto es que la democracia puede atentar contra las minorías, no se puede estar siempre en favor de las consultas populares para resolver temas que implican el modelo de sociedad que intentamos construir y que ahora denodadamente busca la paz. Esto requiere que todos los colombianos sepamos reconocer en el otro un complemento, una figura ideológica distinta pero siempre desde el respeto, la tolerancia y la igualdad, valores que fomentan la justicia social y el sano desenvolvimiento de una cultura social enfocada a lograr una convivencia sana en aras de la libertad.

Nelson David Veloza Alfonso.
Escuela Superior de Administración Pública- ESAP.
Nveloza.esap@hotmail.com
@Nelson_veloza89

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