¿Hitler en Alemania?

El asalto a la razón

Por: Edmundo Zárate.

El nombre de esta columna es un reconocimiento a Georg Lukács, filósofo marxista húngaro (1885-1971), quien escribiera una monumental obra así llamada, El asalto a la razón, y subtitulada La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler.

Tomo en préstamo su título no solo porque iré presentando una reseña de sus portentosas y muy sugerentes 700 páginas, sino porque servirá de guía para avanzar en la comprensión de por qué existe un personaje como el procurador Ordoñez que apenas sí cabría en la Colombia del siglo XIX (o en la Francia del XVIII) pero que se da el lujo de vapulear a todas las minorías en el siglo XXI, sin que la mayoría apenas sí se mosquee.

O por qué existe un personaje como Álvaro Uribe que ha logrado afirmar sin sonrojarse que el papa Francisco, la ONU, la Corte Penal Internacional, Obama y hasta el más libre de cualquier sospecha de castro-chavismo en este variopinto grupo, el ultraderechista Rajoy, están equivocados al apoyar el proceso de paz con las Farc.

O por qué es enormemente cierto el llamado de atención de Marcelo Torres sobre la posibilidad de un gran retroceso en Colombia frente a lo que está sucediendo el Latinoamérica, o peor aún, en toda Latinoamérica frente a otros ideales de lo que debería ser.

Lukács escribió el libro luego de la II Guerra Mundial, en 1952, y la pregunta que buscó responder se puede sintetizar así: ¿Cómo es posible que un país y un medio cultural que arrojó filósofos de la talla de Kant y Hegel o escritores como Humboldt, Goethe o Thomas Mann, por no hablar de Marx y Engels, produjera un espécimen como Hitler? Peor aún, que amplias mayorías de Alemania lo aceptaran y siguieran activamente.

El título del libro contrapone la razón a la irracionalidad. Esta última está definida en el diccionario de la Real Academia como opuesta a la razón, cuando “prima la importancia de la intuición, los instintos y los sentimientos”. Lukács la asocia, ante todo, con la lucha entre la razón científica de un lado y la intuición del otro.

Así que el libro de Lukács apunta a desentrañar por qué en la muy racional, científica y lógica Alemania –construida desde Kant hasta Marx y plasmada en la literatura portentosa de un Goethe– aparece un pequeño hombre de gestos teatrales y perpetuo ceño fruncido, Hitler, de quien se dice que ni siquiera leyó al filósofo de la decadencia burguesa, Nietzsche.

Como es usual en el pensamiento marxista, el análisis comienza por la realidad económica para después explicar las ideas. Primero el ser y después la conciencia. Pues bien, Lukács comienza recordando un hecho histórico de larga data en Alemania, la derrota temprana de la primera revolución burguesa, por allá en 1525, en manos de los terratenientes. Eso ocasionó que la región germana se fuera rezagando económicamente del resto de Europa, en particular de Inglaterra y Francia.

El resultado fue una burguesía alemana débil, contrahecha, desnaturalizada, que nunca alcanzó el auge de sus pares, y en cambio tuvo que hacer concesiones y acuerdos con los terratenientes para lograr construir un Estado nacional unificado en 1871, varios siglos después que sus competidores.

El Estado nacional de Inglaterra y Francia nació en la lucha contra sus terratenientes, en la imposición del gobierno burgués sobre el gobierno feudal. En cambio, el alemán nació en una perversa y dañina alianza entre la burguesía y los terratenientes.

Dicho lo mismo desde otro ángulo, el capitalismo francés e inglés surgió de las entrañas del llamado Tercer Estado. El alemán, contra el Tercer Estado.

Desde ya aparecen las similitudes ente lo planteado por Lukács y la realidad latinoamericana y colombiana en particular. Por estos lados la burguesía nunca alcanzó un nivel medio de desarrollo. Cuando fue necesario empezar a configurar el Estado tuvo que hacerlo dándole concesiones a los terratenientes para que manejaran parte importante de la economía (el sector agroexportador) y de la institucionalidad, en especial la educación, de la mano de la Iglesia, ya no la luterana como en Alemania, sino la católica.

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