Estela de Carlotto, mujer ejemplo de incesante lucha.

Por: Paola Cervera

Hasta ese día Estela de Carlotto pudo recuperar el cuerpo sin vida de su hija, pues los militares que le entregaron el cadáver le insistieron que Laura había sido dada de baja en una persecución tras la fuga en coche que ella y un hombre habían emprendido cuando los requirieron en la calle. De esta manera, negaron por completo la detención arbitraria. Cinco años después Estela pidió exhumar el cuerpo de su hija para poder demostrar que los militares mentían y que ella había sido asesinada con dos disparos en la cabeza por la espalda estando en cautiverio.

Durante los meses del secuestro, la angustia de Estela fue tal que cambió su vida por completo, de ser una maestra cuidadora y tradicional se convirtió en una mujer fuerte, más fuerte de lo que ella podía imaginar, dispuesta a tocar las puertas necesarias para saber de su hija. Un día, mientras Laura estuvo desaparecida, llegó al negocio familiar una mujer que también estuvo en cautiverio y le dijo a Estela que había conocido a Laura, que ella aún se encontraba viva y que estaba esperando un bebé al que quería llamar Guido, como su padre. Cuando le entregaron el cuerpo, los militares que la asesinaron también le negaron a Estela la existencia de su nieto.

Estela necesitó 36 años para encontrar a Guido. El tiempo que le robaron los militares junto a su hija. Todo el tiempo que tuvo que aguardar. Y los recuerdos que ella no se permitió olvidar.

Las madres y las abuelas se preguntan y ante el silencio... se organizan

La dictadura militar que sufrió Argentina entre 1976 y 1983 dejó alrededor de 30.000 desaparecidos. El gobierno de Rafael Videla, por medio de acciones sistemáticas buscó  exterminar cualquier expresión de la izquierda: dirigentes sindicales, estudiantes, líderes comunitarios, simpatizantes, militantes y, en general, cualquier persona que tuviera que ver con una ideología ajena a la de la dictadura. Todos eran perseguidos por el terrorismo de Estado.

La nueva de que Laura aún estaba viva y que esperaba un hijo llenó de ánimo a Estela. Saber de su nieto le dio más fortaleza para continuar. Entre tantas puertas que tocó, en abril de 1978 conoció a una madre de la Plaza de Mayo, quien la integró a ellas, a su lucha, y le mostró que había miles de mujeres cuyos hijos y nietos también habían desaparecido. Todos los jueves, desde 1977, estas fuertes y valerosas mujeres se han reunido para continuar buscando a sus seres queridos.

Estela de Carlotto es hoy la presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.  Esta valiente mujer se ha abanderado de esta lucha luego de que su hija Laura fuera secuestrada y desaparecida en el centro Clandestino de Detención de la Cacha. Al momento de su detención Laura tenía dos meses de embarazo, a ella la recluyeron junto con su pareja, quien fue torturado y asesinado frente a sus ojos. Laura sufrió tratos degradantes todo el tiempo y al momento de dar a luz fue llevada al Hospital Militar de Buenos Aires, donde su hijo, Guido, le fue arrebatado y entregado a otra familia. Finalmente, Laura fue asesinada dos meses después.

Incesante lucha

La preservación de la memoria es un acto de protesta, una solicitud de justicia, de no olvido y a la vez de reconciliación con la vida; de esta manera lo ha visto la Asociación Cívica de Las abuelas de Plaza de Mayo, quienes firmemente han buscado a sus hijos y sus nietos desaparecidos por la dictadura, haciéndose reconocer a nivel nacional e internacional por mantener viva su lucha.

Estela ha luchado junto con las otras madres para recuperar a sus nietos; hasta el momento han encontrado a 116 que hoy han podido conocer sus raíces, y que pueden entender por qué, aun estando en un hogar, nunca comprendieron la razón de sus gustos y afinidades tan diferentes a las de sus supuestos familiares. Su derecho a la identidad ha sido restablecido, y sus abuelas hoy pueden descansar luego de tantas búsquedas en juzgados, orfelinatos, casas cuna, de tantas denuncias y reclamos ante las autoridades, de análisis de sangre y todas las acciones que estas valientes mujeres han tenido que realizar durante casi 40 años. No todas las abuelas han logrado hallar a sus nietos, pero para todas estar en este colectivo es sentirse parte de un gran proyecto y, si muriesen sin saber de los propios, hoy saben que su lucha no ha sido en vano y que deben continuar por los casi 400 a los que aún no se les ha restituido la identidad, porque el derecho a la memoria es también el derecho a la identidad.

En agosto de 2014, Estela por fin conoció a su nieto, Guido. Él, como muchos jóvenes argentinos, se presentó voluntariamente para hacerse pruebas de sangre pues tenía dudas sobre su verdadera identidad. El resultado dio 99.9% de probabilidad de ser un Carlotto. Su tía Claudia, quien trabaja en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) lo contactó. Guido confirmó lo que sentía, encontró a su verdadera familia y Estela pudo ver en él a su hija desaparecida por el horror militar, lo que tanto anheló y por lo que tanto lucho.

Visita en la Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz de Colombia

En el marco de este evento multidisciplinario y amplio que se está desarrollando en la capital colombiana, y cuyo evento principal es la marcha del 9 de abril, la Bogotá Humana ha hecho un gran esfuerzo por traer figuras académicas, artísticas, y activistas valiosos, quienes desde sus experiencias brindan grandes aportes a la búsqueda de la necesaria y anhelada paz en nuestro país. Una de estas lideresas es Estela de Carlotto, protagonista de esta historia, quien hoy 7 de marzo se reúne con las madres de los falsos positivos de Soacha, para compartir su historia de lucha y de persistencia, en la que la memoria ha sido la principal herramienta para que ella y sus compañeras lograran grandes avances en materia de justicia, y reparación respecto de los dolorosos hechos de los cuales fueron víctimas Estela y miles de argentinos.

Este poderoso testimonio será incentivo para que nuestras madres colombianas, víctimas también de crímenes de Estado, y para todas aquellas que han perdido sus hijos por otros victimarios en este doloroso conflicto interno, sigan en su digna lucha y no permitan que su voz sea callada jamás. La historia debe ser contada por ellas: para no olvidar, para no repetir.

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