Estas montañas

Por: Arturo Neira Gómez (1)

Estas montañas
imponentes
se levantan sobre el valle
y desde las alturas
sugieren
exóticos glaciales.

Pero no hay tal.
Hoy en día
en ellas nada palpita.

Una mano siniestra
asesinó su verdor
y arrasó
todos sus encantos.

¿Qué fue de sus criaturas?
¿Qué de las Hadas?
¿Qué de los Duendecillos?

Y las musas del bosque,
de las fuentes y el río,
¿a qué paraíso volaron?

Aquí,
en estas montañas
también quedaba mi país.

Nota del autor:

Estas montañas fue escrito en 1993 como denuncia de las fumigaciones con glifosato y otros herbicidas, cuya aspersión se incrementó a partir de la entrada en vigencia de la Constitución Política de Colombia de 1991. El Estado Colombiano y los Estados Unidos de Norteamérica, son los responsables (pero hay más involucrados: por omisiones, silencios, desinformación y colaboración de distinto tipo). Crimen ecológico ejecutado por aviadores y técnicos de la FAC, de la DEA, de la FA de los EU y de compañías privadas. Al momento de esta publicación, desoyendo más de 40 años de insistente y angustiante clamor de las comunidades afectadas por deformaciones genéticas y graves enfermedades causadas por estas sustancias tóxicas en seres humanos, en la biodiversidad y en los cultivos de subsistencia alimenticia, este procedimiento continúa haciendo parte de la Política Pública de Estupefacientes. Los narcotraficantes (empleando mano de obra cesante de familias pobres del campo y la ciudad), tumban monte, siembran y cosechan psicotrópicos; después llegan las fumigaciones. Entonces aquellos se marchan a otros parajes, selva adentro o a la alta montaña, donde nuevamente talan y siembran; y vienen otra vez las aeronaves…;
círculo vicioso de nunca acabar: noria de la muerte. Cobra vigencia el texto Estas montañas en la aplicación de otras políticas del Estado en muchos momentos de nuestra amarga historia. Políticas conocidas y aceptadas ampliamente por los círculos sociales que rodean y sostienen a las familias privilegiadas que, valiéndose de distintos mecanismos, han marcado y siguen decidiendo nuestro destino como nación. Refiramos a grandes rasgos dos de estas políticas y dejemos al lector inquieto pensar en los estragos de otras:

A) El Estado Colombiano en el cuatrienio 2010 – 2014 en cabeza del Presidente de la República, ha perfeccionado la planeación en cuanto a la efectividad de la política minero energética, nutrida por investigaciones y logros acumulados por gobiernos anteriores (1970 a 2010) y avances tecnológicos en otros países, enarbolando el eslogan “Locomotora minero energética” para atraer la inversión externa, abriendo y entregando sin restricción alguna las reservas del suelo y subsuelo al control y arbitrio de la voracidad explotadora, consumista y rentística de poderosas multinacionales capitalistas (neoliberales). “Locomotora”, aplanadora de los micro y macro ecosistemas, con ofertas engañosas o señuelos de regalías, generación de empleo, obras sociales y “desarrollo” para las regiones y provincias, profusamente divulgados por los grandes medios de comunicación, por empresas e instituciones y por ejecutivos y profesionales pusilánimes. En consonancia, traemos del manifiesto editado en el Calendario 2012 por CENSAT Agua Viva – Amigos de la Tierra, bajo el título Nuestro Verdadero Dorado es el agua, las siguientes preguntas: “…/ ¿Cómo podríamos ver en otro lugar nuestro Dorado? ¿Qué clase de extravío puede hacernos pensar que el bienestar y el progreso están en unos minerales que solo pueden llegar a nuestras manos a costa del agotamiento y contaminación del agua? ¿Qué clase de abundancia podríamos pedir más que la fertilidad envidiable de nuestras tierras y la generosidad de las aguas que recorren todos nuestros suelos y subsuelos? /…”.

B) Desde finales de la primera mitad del siglo XX, con la llamada “Revolución verde”, la de los monocultivos altamente tecnificados (la misma “Economía verde” el mismo “Capitalismo verde”), debido a la tala indiscriminada de bosques y de selvas, al uso de agroquímicos y semillas modificadas genéticamente, con el despojo amañado o violento de tierras, condiciones para satisfacer la voracidad inherente a la acumulación capitalista y la concentración de riqueza en pocas manos, trajo consigo la destrucción del paisaje originario, el secamiento de fuentes de agua y la desaparición de la economía campesina tradicional que estaba soportada en los cultivos de pan coger saludables. En este panorama preocupante se inserta en forma desbordada desde los años 70 la potrerización para la ganadería extensiva, y aparece, desde el 2005, alarmante dada su devastadora incidencia para la soberanía alimentaria y afectación del medio ambiente (aunque con menor incidencia que los hidrocarburos fósiles), la producción de biocombustibles a partir de cultivos altamente tecnificados de palma aceitera y caña de azúcar.

Pero hagamos un alto en esta nota, dejemos al lector reflexionar sobre otras lesivas política estatales (defensa y seguridad, soberanía nacional y privatizaciones, tratados de libre comercio y proteccionismo económico, saneamiento básico y salud, cultura y educación, etc.), y regresemos medio siglo atrás (años 50 y 60) para rememorar lo que predominaba y configuraba el hábitat de las familias campesinas colombianas: Bosque nativo (productor de capa vegetal y cuidador del agua), explotaciones de pequeña y mediana escala de monocultivos, unidades agroindustriales y agropecuarias (destinadas al consumo local y a la comercialización externa) y cultivos de pan coger como soporte alimenticio nutricional de las comunidades.

(1) Psicólogo. Ofrece a los lectores de la Nueva Gaceta este poema y su nota contextual; publicados en su Libro de poesía y memoria EN LA NOCHE: Desarraigo, Calandayma y otros textos, Colibrí Ediciones 2014, páginas 31 y 113 a 117.

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