Por: Mateo Villamill Valencia
James Martín Cypher, profesor emérito de la Universidad Estatal de California en Fresno, hace un recorrido por lo que plantea como las tres etapas de la economía del sueño americano en su capítulo “Las burbujas del siglo XXI: ¿El fin del sueño americano?”, en un volumen editado por Theotonio Dos Santos en 2012, titulado “Estados Unidos más allá de la crisis”. Para ello utiliza la aproximación gramsciana de las dos dimensiones de la hegemonía: el consentimiento y la coerción (9) . Según Cypher (2012) el poder militar, la segunda parte de la ecuación gramsciana de la hegemonía, ha sido sobresaliente en los intentos de la élite americana por mantener el poder.
Es importante en esta fórmula de consentimiento-coerción el hecho de que la industria militar ha significado siempre la existencia de puestos de trabajo bien pagados por un lado y la generación de tasas de ganancia inmejorables por el otro. Sin embargo, la salud de dicha hegemonía se ha ido viendo afectada por la menguante solidez del apoyo social al sector. La desindustrialización creciente y la crisis hizo que entre 2007 y 2010 el 55% de la fuerza de trabajo perdiera su empleo, parte de su salario o parte de las horas trabajadas (2012: 322-326). Además, el derrame tecnológico de la industria militar ha puesto al sueño americano, basado en una economía de guerra permanente, a temblar (10)
Además, la clase obrera americana no es, dice Cypher, una clase por sí y para sí. Es decir, la conciencia de pertenecer a una clase intrínsecamente opuesta al capital no se ha desarrollado y en EEUU es posible que las mayorías sociales apoyen la abolición, por ejemplo, del impuesto de sucesiones (herencias), que finalmente se eliminó en 2010 y que para entonces sólo afectaba al 0,24% de la población, aquella que acumulaba riquezas superiores a los 3.5 millones USD de la época (2012: 320). La fantasía de una riqueza potencial, imaginaria, que puede llegar si el ciudadano común hace fortuna en el mercado libre, ha hecho pensar al norteamericano corriente que sería injusto que sus herederos tengan que pagar por acceder a los bienes que éste deje si eventualmente se hace rico.