El covid-19 como expresión de la némesis médica.

Por: Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas
Magister en Educación Superior, Pontificia Universidad Javeriana
Profesor Asociado con Tenencia del Cargo, Universidad Nacional de Colombia

Una humanidad con ayuno científico

Si algo destaca sobremanera al pasar revista con detenimiento a la pandemia del coronavirus, o covid-19, es la ausencia casi total del modo científico de entender el mundo como piedra de toque para separar el oro de la paja. La desinformación cunde por doquier. Acaso la mejor muestra de semejante ayuno científico es el miedo cuasigeneralizado que prolifera como verdolaga en playa, un miedo que, incluso, resulta más mortífero que la pandemia misma. Para colmo, ni siquiera hay garantía plena en cuanto a que los mentideros académicos y universitarios sean fuentes fiables de información al respecto, máxime al no ser parte del universo de las fuentes alternativas. Y, si hay un rasgo distintivo del modo científico de entender el mundo, del buen pensar a la científica, es la fiabilidad, reflejo mismo de la búsqueda responsable de la verdad. Así las cosas, conviene hacer un buen uso de lo que el inolvidable Carl Edward Sagan denominaba como la caja de herramientas para la detección de camelos habida cuenta de que no es oro todo lo que brilla. En particular, esta valiosa caja de herramientas resulta bastante eficaz para elucidar esta crisis si la acoplamos con un concepto valioso aportado por Iván Illich, el crítico más lúcido de las contradicciones de las sociedades industriales. Me refiero al concepto de némesis médica, esto es, que la medicina institucionalizada ha llegado a ser una amenaza grave para la salud, expresión típica de la contraproductividad inherente a las instituciones enmarcadas en el ámbito mal llamado de la salud. En otras palabras, la contraproductividad de tales instituciones tiene su manifestación en un fenómeno no siempre destacado: las enfermedades iatrogénicas, más notorias en el mundo actual, con unas instituciones harto deprimidas gracias a las contrarreformas neoliberales de diversa jaez. Para la crisis presente, esto quiere decir que alguien puede contagiarse del covid-19 en una institución de tal ámbito, por lo que no han faltado los médicos que han insistido en que las personas no corran alarmadas a una clínica, un hospital o un centro de salud ante cualquier síntoma, que bien podría ser el de una simple gripa o una alergia.

Esta contraproductividad es notoria en regímenes de corte fascista, como lo son los que tenemos por aquí, por allá y por acullá. En la historia del fascismo y de la salud, como señala con tino Federico Finchelstein, la fusión entre lucha nacional y enfermedad es una marca indeleble. Empero, tamaña fusión, en la que no ha faltado la persecución de la otredad, jamás ha dado lugar a revoluciones científicas ni a grandes descubrimientos, sino a violencia e, incluso, a genocidio. Por ejemplo, como destaca Finchelstein, en el Holocausto, las víctimas estuvieron acusadas por primera vez de propagar enfermedades, y los nazis crearon condiciones artificiales e insalubres en los guetos y campos de concentración y exterminio para que la ideología pudiera imponerse a la realidad. Solo así las víctimas enfermaron y propagaron dolencias. De otro lado, el fascismo imaginó enfermedades por doquier, pero no logró grandes avances con las reales. Sencillamente, el fascismo y el modo científico de entender el mundo no la van. No es cuestión de incurrir en un reduccionismo de tres al cuarto tal como virus chinos contra anticuerpos estadounidenses, españoles, italianos, etcétera. Esto es ideología, no ciencia. Por desgracia, la mentira suele ser una política de gobierno con mayor frecuencia de la deseable, todavía más en el tercerísimo Tercer Mundo. Para colmo, hasta se proponen soluciones mágicas, cuyas consecuencias suelen ser devastadoras las más de las veces. En fin, parodiando algo al insigne Hans Christian Andersen, podríamos estar ante el nuevo virus del emperador, una cuestión clave a elucidar en medio de tanta desinformación.

Ahora bien, al hablar de la némesis médica, conviene tener claro que la cuestión central radica en la antedicha noción de contraproductividad, ligada así mismo a la emasculación de la autonomía de los individuos, reducidos a la infame categoría de usuarios heterónomos por obra y gracia de lo que Iván Illich denomina como el monopolio radical de los expertos, tecnócratas como los que más, desde los ministros de salud y los gerifaltes de las multinacionales farmacéuticas y biotecnológicas hasta el personal de clínicas y hospitales, pasando por las facultades universitarias, quienes suelen tratar a la gente cual meros usuarios. De facto, una producción reciente de la ciencia ficción, Tron: Legacy, destaca esta cuestión cuando Sam Flynn, interpretado por Garrett Hedlund, reacciona indignado enfatizando su nombre cuando un ente de ese mundo virtual en el que está inmerso lo llama como “usuario” o “programa”. Así mismo, es menester no perder de vista que los médicos, paramédicos y personal de enfermería que suelen respetar la real autonomía humana no tienden a formar parte de la némesis de marras. Ahora bien, por obra y gracia del decreto presidencial 538, queda exacerbada la antedicha némesis, puesto que, al reducir de manera impositiva a los profesionales de la salud a la categoría terrible de sufridos apóstoles que hacen lo suyo a cambio de un salario de hambre y sin garantías plenas en cuanto a contar con elementos de bioseguridad, pasamos del monopolio radical de los expertos planteado por Iván Illich al monopolio radical de los expertos del poder sobre los expertos de la salud. Peor aún, dadas las psicopatologías a las que dado lugar la cuarentena por todos los países, salta también a la vista la problemática de la iatrogénesis extendida a los propios hogares, entendida en este caso como la producción de enfermedades por fuera de las clínicas y los hospitales por parte de los sistemas de salud merced a medidas impositivas.

Además, de manera hilarante a más no poder, esta crisis del covid-19 ha dado lugar a la proliferación de expertos en virología, inmunología, desinfección y asuntos científicos en general. Puede decirse que proliferan como verdolaga en playa los que sienten que son virólogos, inmunólogos, descontaminadores y científicos en potencia. Eso sí, el principio de realidad les pone un brusco cable a tierra. En otras palabras, se impone por su sensatez el uso de la caja de herramientas para la detección de camelos, pertinente incluso en los mentideros universitarios y académicos, pues, los títulos no son necesariamente garantía de solvencia intelectual. En especial, teniendo en cuenta que el fraude siempre ha estado presente a lo largo de la historia de la ciencia y la tecnología. En cualquier caso, como destaca con tino Carl Edward Sagan, así sea de mala gana, hemos de recurrir a nuestras reservas de escepticismo, pues, es mejor la verdad, por dura que sea, que una fantasía consoladora. En la crisis presente, esto es crucial habida cuenta de que , entre las tendencias notorias en la Internet, salta a la vista la proliferación de profetas de diversa jaez que ya han asimilado lo del covid-19 a un pretendido fin del mundo. Se les ha olvidado que episodios como lo del Y2K y el tal “vaticinio” de los mayas en relación con el 2012 no pasaron de ser meros calambres mentales.

La sociedad de la mentira global

Así mismo, nos lo recuerda Sagan, la cultura comercial está llena de informaciones erróneas y evasivas a expensas del consumidor. Sencillamente, los saltamostradores no esperan que la gente pregunte o piense, sino que compre. ¿Acaso no admite una fuerte sospecha el fenómeno actual de las compras de pánico? Sin duda, deben estar frotándose las manos los fabricantes y vendedores de artículos médicos como mascarillas, guantes, geles alcohólicos, caretas faciales, etcétera. Esto forma parte de la correspondiente némesis médica, cuya contraproductividad es patente considerando que la protección real brindada por tales artículos frente a un virus es más bien baja. Para colmo, hasta inducen una falsa sensación de seguridad. En general, suele ser más eficaz el cultivo de hábitos como la buena alimentación e hidratación, dormir bien, hacer ejercicio, la buena higiene, manejar el estrés y así por el estilo. En otras palabras, el concepto estricto de salud va mucho más allá de la simple medicalización de la vida. Es un concepto complejo como el que más al comprender otras dimensiones, al tomar en cuenta que el ser humano es un sistema por excelencia.

En estas condiciones, la caja de herramientas para la detección de camelos incluye algunas como las siguientes, de suma utilidad para capear la desinformación presente, en la que no falta la guerra informática entre China y Occidente: (1) En lo posible, buscar una confirmación independiente de los “hechos”; (2) alentar el debate por parte de personas con conocimiento de todos los puntos de vista; (3) mandar al cuerno los argumentos de autoridad; (4) barajar más de una hipótesis, no casarse con una sola; (5) cuantificar; (6) chequear que, en una cadena de argumentación, funcionen todos sus eslabones, no solo la mayoría; (7) no olvidar la muy útil navaja de Occam, esto es, que, entre varias hipótesis a considerar, la más sencilla suele ser la más plausible; (8) plantearse si una hipótesis considerada puede falsificarse, esto es, si una hipótesis no admite su comprobación, ni su falsación, no sirve. Por supuesto, no son éstas las únicas herramientas de dicha caja, pues, hay varias más, las que permiten analizar las falacias retóricas y lógicas. En la práctica, hay ejemplos interesantes, como lo que pasa en la industria tabacalera, puesto que los anuncios de bajo en alquitrán suelen ser una admisión tácita por parte de las compañías de que los cigarrillos causan realmente el cáncer. En pocas palabras, ha muerto más gente por el tabaco que en toda la Segunda Guerra Mundial. En concreto, según la OMS, fumar mata a tres millones de personas al año en todo el orbe, lo cual no ha causado tanto alboroto como el covid-19. Y, por el estilo, sucede con otras enfermedades, como el cáncer, las enfermedades cardíacas y las degenerativas, amén de la contaminación ambiental y el hambre.

En lo que a esta pandemia atañe, aparte de asuntos como el abuso de los precios con los geles alcohólicos habida cuenta de que suele ser suficiente con agua y jabón, junto con los abusos en lo relativo a guantes y mascarillas, llama la atención el fraude que se ha apoderado del sector de la desinfección, en el cual hay pesca en río revuelto. Esto significa que un gran número de empresas de limpieza, jardinería y mantenimiento de piscinas están ofreciendo servicios de descontaminación al respecto. Así las cosas, anuncian fraudulentamente servicios para los que carecen de cualificación y usan productos químicos que deben suministrase bajo medidas de seguridad que no se respetan, por lo que, aparte de no retroceder en la lucha contra la pandemia, se están poniendo en peligro las vidas de sus empleados y las de sus clientes. Es una situación provocada por el miedo y la falta de conocimiento, agravada por el hecho que el grueso de la población suele carecer de la formación inherente al uso de la caja de herramientas para la detección de camelos. Así, la némesis médica exacerbada, con semejantes “aliados” que disparan su contraproductividad, hace de las suyas. Por así decirlo, son más peligrosos que una legión romana y una falange macedonia actuando de consuno. Para colmo, la OMS no denuncia los elevados precios de los tratamientos para tantas enfermedades que hay, circunstancia que está arruinando a los sistemas estatales de salud, situación complicada también por la falta de libertad de todos los países para replicar cualquier medicamento que sirva para mejorar la calidad de vida de los enfermos. De este modo, las multinacionales farmacéuticas y biotecnológicas ejercen el gran monopolio que subsume el antedicho monopolio radical de los expertos de la salud.

De suerte que estamos ante una obvia crisis de fondo de la bioética clínica, advertida no solo por el padre moderno de la bioética global, el oncólogo y humanista estadounidense Van Rensselaer Potter, sino por Iván Illich, quien, junto con Robert Mendelsohn en 1987, decía que la ética médica es un oxímoron, del mismo tipo que el sexo sin riesgos, la protección nuclear y la información militar. En otras palabras, la bioética clínica, máxime en estos tiempos de infierno neoliberal, ha creado una apariencia de elección moral en un contexto intrínsecamente inmoral al no estar la medicina ya interesada en el sufrimiento de la persona humana, sino que el objeto de sus cuidados es lo que llaman ahora “la vida humana”. Reparemos en que esta denominación prolifera como verdolaga en playa en toda la marejada de información producida por la pandemia del coronavirus. Hoy por hoy, como señalaban Illich y Mendelsohn en forma acerada, la “vida” es objeto de gestión médica, profesional y administrativa, un discurso amparado por añadidura en la racionalización académica en un intento por conferirle legitimidad a una empresa intrínsecamente viciada. De ahí que exista la némesis médica. En la pandemia actual, esto significa que las medidas tomadas no están orientadas para enfrentar el dolor y la angustia, la renuncia y la muerte. Abundan los escapismos. En fin, para decirlo a la manera sugestiva de Iván Illich, aún predomina en grado sumo el hombre prometeico sobre el hombre epimeteico, el hombre cual dios en miniatura sobre el hombre que debe saberse parte de la trama de la existencia. Claro que la ironía no falta al estar postrado el dios de marras ante lo micro, un virus.

Fuentes relevantes

ANGOSTO, Pedro Luis. (26 de febrero de 2020). El coronavirus y la sociedad de la mentira global. Recuperado de https://www.nuevatribuna.es/opinion/pedro-luis-angosto/coronavirus-soci….

FINCHELSTEIN, Federico. (21 de marzo de 2020). Coronavirus, mentiras y muerte. Agenda Pública El País. Recuperado de http://agendapublica.elpais.com/coronavirus-mentiras-y-muerte/.

ILLICH, Iván. (1978). Energía y equidad. Recuperado de https://www.ivanillich.org.mx/LiEnergia.htm.

ILLICH, Iván. (2006). Obras reunidas: Volumen I. México: Fondo de Cultura Económica.

ILLICH, Iván. (2008). Obras reunidas: Volumen II. México: Fondo de Cultura Económica.

MATA, Alejandro. (11 de abril de 2020). Falta de conocimiento y escrúpulos: De jardineros a limpiadores de piscinas: El fraude toma el sector de la desinfección. El Confidencial. Recuperado de https://www.elconfidencial.com/espana/2020-04-11/empresas-desinfeccion-….

Compartir