ANDANTE 9

José Gabriel Fierro

Una noche cualquiera, él descubrió que después de los maltratos, cuando se abalanzaba encima para desahogar su ira erótica, al cabo de sus impulsos animales, ella sonreía de pacer, dichosa. Como para un sicólogo. En todo caso, ella trocó el dolor en placer, con un procedimiento muy sencillo:

Cerrar los ojos e imaginar lo que deseaba. Pero no soñaba con el galán de la tele, ni el cantante de moda, sino más bien con aquellos humildes, que con sorna y un deseo sincero, le guiñaban el ojo entre-dormido: el panadero que le fiaba, el vendedor de líchigo, el cartonero de los ojos azules legañosos.

Sin embargo, una noche, el marido la mató. No por celos, sino simplemente porque ella no quiso abrir los ojos cuando él se lo ordenó.

El resto de su vida, él fue infeliz y solo.

Ella, en cambio, murió en medio de un placer indescriptible.

Desde la ventana del tranvía puedo observar cómo arrastran el cadáver de Roa Sierra cual costal de escombros hacia la Plaza de Bolívar los del grupo que va a la cabeza de la multitud enardecida entre gritos y risas pero me bajo asustado y corro con la montonera de gente hasta que los de adelante frenan de repente porque al mirar hacia arriba vemos que unas llamas gigantescas están consumiendo el Palacio de Justicia y nos dispersamos todos por las calles aledañas huyendo de un piquete de caballería que se nos viene encima poco a poco en cámara lenta al son de la quinta sinfonía de Beethoven por eso trato de llevar el ritmo corriendo por la doce hacia la décima y donde suenan los últimos acordes me subo a un bus “dietético” pero cuando voy a pagar el pasaje me doy cuenta de que el conductor es un amigo mío asesinado por eso le pregunto hermano acaso usted no está muerto pero no me contesta sino que sigue conduciendo la ruta del bus va por la décima hasta la 27 sur entonces aturdido me siento en la banca de atrás y en seguida se sube un hombre más flaco que un perro callejero y tan pálido que podría ser la misma muerte con sólo tres dientes y su cara inmensa de tristeza y amargura empuñando un instrumento musical fabricado con un pedazo de cartón y un vidrio esmerilado nos canta un popurrí de vallenatos célebres porque según él dice no quiere más violencia en este país pero no se da cuenta que la tiene pintada en la cara el hombre recibe sus monedas y se baja ya vamos acercándonos a la calle 27 sur donde hay un enorme trancón ocasionado por un operativo del ejército y como ya estoy cerca de la casa donde vivo decido bajarme y le pregunto a un transeúnte qué pasa a lo cual me contesta que mil soldado tienen rodeado a Efraín González en una casita del barrio San José frente al bosque de San Carlos como quien dice mil contra el bandido solitario qué berraco lleva casi cuatro hora dándoles plomo y recibiendo hasta cañonazos de 40 milímetros pero de repente comienza a sonar Las cuatro estaciones de Vivaldi y justo en “Primavera” alguien grita “lo mataron” y el eco se difunde hasta que me duele la cabeza porque no puedo recordar a quién mataron ni por qué ni cómo en todo caso ocurrió aquí en la capital 2.600 metros más cerca de las estrellas y muchísimos niños más cerca de la indigencia quiero llorar y me despierto porque todo lo he venido soñando en esta buseta que aprisiona el calor pegachento de la tarde soleada que amenaza lluvia inundaciones más trancones deslizamientos y maravillas capitalinas que se repiten como esta manifestación del Magisterio que va por la séptima y por la cual no he podido pasar al otro lado me restriego los ojos para ver la realidad pero cuál realidad la soñada o la no soñada de todos modos ya llegué a mi destino que más bien es desatino otra vez me bajo del tranvía perdón de la buseta y camino hacia la Plaza de Bolívar donde acaba de sonar una papa-bomba mientras una música conocida me va diciendo “El que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate” no sabe lo que es candela ni tramar con gancho ciego en fin no me sé la letra pobre compositor ahora entiendo por qué en la televisión dicen “Esta es Florencia ésta no es Florencia ésta es Bogotá” porque aquí nadie sabe en qué mundo vive y posiblemente yo tampoco.

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