ANDANTE 11


HACER VISIBLE LO INVISIBLE *


Nana Rodríguez Romero **

Lenguaje y poesía, lenguaje e imagen, lenguaje y naturaleza, poesía y brevedad son parejas que caminan y leo en estos dos poemas de María del Pilar Paramero. En la presentación de su libro Estallido, en la ciudad de Tunja, el maestro Enrique Medina Flórez dijo que sus versos son como “el rito primitivo de la voz y del idioma”. “Venado blanco” y “El samán y las garzas” son poemas cortos, cercanos al haiku por la sencillez del lenguaje, el ritmo y los silencios. El ritual entre la naturaleza y la mirada de la poeta, mediante una especie de alquimia, puede acercarnos a esos instantes íntimos en que la palabra surge y se detiene para mostrar una imagen casi sagrada de la comunión entre algunos elementos de la naturaleza: la lluvia, la hierba, el venado de cascos azules y la estrella. Su poesía parece un pequeño milagro de la vida, un regalo para quienes han aprendido el arte de mirar y sentir en la cotidianidad de la montaña, del páramo o entre las líneas de un poema.

En medio de la gran avalancha de poesía urbana –con versos sobre el ruido y la soledad, a través del intimismo y la exaltación del ego- y de los registros de la memoria de este país -con sus episodios de violencia y muerte-, encontrar estos dos poemas breves es gratificante. Leerlos es como volver a Basho y a la tradición de oriente despojada de artificios literarios, centrada en un instante eterno, semejante a una pintura de trazos en movimiento. Ambos están constituidos por imágenes quizá primitivas, nostálgicas y por animales que habitan el altiplano andino y se hallan en riesgo de extinción, como tantos otros, debido a la acción del hombre, el mayor depredador conocido.

El poema “Venado blanco” es notoriamente visual, casi una pintura o la semilla de una narración amenizada por la lluvia y lo que ocurre cuando esta cesa. En este somos testigos del instante poético capturado por la palabra. Quienes hemos contemplado la naturaleza, y sobre todo la montaña, sabemos de la quietud que la habita. A través del sonido de los cascos azules del venado blanco, la poeta nos acerca de manera sutil a la belleza de ese animal esquivo, conocedor de la barbarie humana, que se aleja tras el brillo de una estrella, símbolo de la unidad cósmica.

La poesía de María del Pilar Paramero está hecha con el saber de quien dedicó tiempo de su vida al cuidado de los bonsáis. Tal vez por esta razón sus poemas se les parecen en la brevedad y el cuidado; en ellos se percibe el ejercicio de la poda constante y necesaria para obtener un árbol pequeño agarrado a la tierra, como ella a la suya, y producir así flores y frutos.
En “El samán y las garzas” nos encontramos con “el árbol de la lluvia”, como se conoce al samán; un árbol que crece lento y llora con gotas de lluvia sobre las ramas por la ausencia de las garzas que antes lo habitaban. Es triste pensar en un árbol sin pájaros y en un pájaro sin hogar; también hemos perdido garzas en las ciudades, así como copetones y muchas otras aves. El ritmo azaroso de las ciudades, el arboricidio, la escasez y la contaminación del agua han causado la desbandada y el exilio de los pájaros. Entre los pocos sobrevivientes permanece

      una gotita de rocío
      salpicada por el hollín
      en las grandes ciudades (1996, 54)

Así nombra la poeta a las golondrinas de otras épocas.
Es pertinente recordar el compromiso ético de los y las poetas a la hora de describir los fenómenos, las acciones, las injusticias y los abusos que ocurren en nuestro entorno social y natural. Ser la voz de los invisibilizados, de los que no tienen voz, como decía Whitman en uno de sus poemas, es un deber y un compromiso político cuando se asume el riesgo de escribir poesía. También darle voz a los animales y a las plantas que no la tienen o que han sido ignorados por el poder económico o ideológico es una manera de acompañarlos y mostrarlos en su magnitud y realidad. Este es uno de los poderes de la poesía y del arte. Según Gilles Deleuze, el arte puede ser una forma de resistencia ante las sociedades de control, las injusticias y la infamia que se viven en el mundo. En los dos poemas de María del Pilar está presente ese espíritu: la conciencia de la belleza y la fragilidad, de la soledad y la añoranza, que provoca la oración de un samán que daría su vida por el regreso de las garzas blancas.
La filósofa Martha Nussbaum, quien visitó hace pocos años la Universidad de Antioquia, critica la educación actual por instrumentalizar el saber y las personas. Hace énfasis en la importancia del desarrollo de la imaginación narrativa en los niños, a través de la lectura de obras literarias, como una forma de conocer otras realidades que les permitan potenciar y desarrollar la solidaridad y ponerse en el lugar del otro. La sociedad actual, obnubilada por el progreso, el confort y el hedonismo, ha desterrado de los predios de la vida y de la poesía a la naturaleza. Afortunadamente, este no ha sido el caso de María del Pilar Paramero, quien tuvo el privilegio de nacer a los pies de un nevado con la naturaleza como escenario y en hermandad con ella. Por esto puede reconocer a una piedra como compañera a través del tiempo y las circunstancias:

      (...)
      Sobre ti se han escrito
      verdades escondidas
      en el fondo misterioso
      de la tierra
      eso eres tú
      elemental hermana
      piedra. (1994, 6)

La poesía breve y sencilla de esta poeta nos hace recordar que estamos hechos de partículas del universo y que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por las estrellas.

OBRAS CITADAS

Paramero, María del Pilar. Golondrina. Antología de poesía ICBA. Tunja, Colección Huellas, 1996.
--- Hermana piedra. Revista Colibrí Nº 3, 1994.

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* Ensayo publicado en La Trenza Nº 3. Bogotá 2019, páginas 15 a 17.

Equipo editorial de La Trenza: Jenny Bernal, Camila Charry, Carolina Dávila, Tania Ganitsky y María Tabares.
Contacto: latrenzapoesia@gmail.com.
Diseño de portada y páginas interiores, producción e impresión: Daniela González Vargas, Estudios Gracia, Grafismo Impresores y Editores Ltda.
En este número, otras escritoras e ilustradoras: Angye Gaona, María Mercedes Andrade, Manuela Gómez Quijano, Margarita Losada Vargas, Elisa Estévez Chacín y Carolina Rodríguez Fuenmayor.

Imágenes:

1) Collage de portada de La Trenza Nº 3, por la artista visual Liliana Bedoya, Medellín 1988.
2) Ilustración del poema Venado por Daniela Orrego, dibujante, compositora y profesora; gatobuho@gmail.com y https://mussgo.bandcamp.com/track/peces

María del Pilar Paramero Silva. El Cocuy, Boyacá, 1948. Destellos obtuvo el Premio Nacional de Poesía Museo Rayo 1995 (...) El ICBA, Colección Huellas, publicó en 1996 su libro Furatá –Antología de Poesía-.” Fuente: Furatá –Antología de Poesía-, ICBA, Tunja, 1996.

** Nana Rodríguez Romero: Escritora colombiana. Docente de humanidades e investigadora de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Becaria del Ministerio de Cultura. Recibió el Premio Nacional de poesía Ciro Mendía 2008 con su obra La piel de los teclados. Ha escrito y publicado la novela Juan Antonio (2014), Elementos para una teoría del minicuento (1996) y entre otros libros de cuento y poesía: El astrolabio (2019), La cometa infinita (2017), La casa ciega y otras ficciones (2000), El sabor del tiempo (2000), El orden de otros días (2016), Vendimias del desierto (2012), Lucha con el Ángel (1998), Hojas en mutación (1997).

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