La paz, compromiso de todos.

Por: Andrea Esguerra.

Hace un par de semanas la ex candidata presidencial y ex secuestrada de la FARC, Ingrid Betancourt, presentó ante un auditorio en Bogotá –intencionadamente o no- un discurso, que entre líneas, dejó ver las claves para un exitoso proceso de paz, desde la mirada de las victimas; este resultó un tanto espiritual, pero a su vez conmovedor.

Su discurso reveló que existen tres factores particulares en el contexto de la guerra en Colombia que dificultan el logro de la paz. El primer factor que menciona es la Des-humanización del otro la cual pasa por la certeza que tenemos de que nuestras razones son las únicas válidas y nuestra imposibilidad de ver a los otros (y otras) como iguales. En segundo lugar, la instrumentalización de la pobreza,que ha hecho que la guerra en el país repita eternamente la lógica de hacer que los pobres se maten con otros más pobres, por razones que no entienden o en muchos casos por causas que ni siquiera son suyas. En tercer lugar, que Colombia tiene actualmente una economía de la guerra amplísima y que día a día se fortalece el negocio de la guerra; que va desde el microtráfico hasta entramados más complejos como impuestos –no oficiales- a la explotación de recursos, o cuotas de seguridad, entre otras.

Ingrid Betancourt, quien en los colombianos ha despertado toda serie de emociones, pasando por ser calificada como una desagradecida y oportunista, hasta ser señalada como el símbolo por excelencia de las atrocidades del conflicto, con sus recientes palabras, abrió una oportunidad de discusión sobre las claves para el posconflicto; las cuales no pueden ser vistas como una fórmula mágica pero sí como un camino estructurado para la paz.

La primera clave: El perdón. En cualquier diccionario casero se define como: Olvidar [una persona] la falta que ha cometido otra persona contra ella o contra otros y no guardarle rencor ni castigarla por ella, o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra tiene con ella.


      “No hay nada más fuerte que el perdón para detener la deshumanización. Es por eso que el perdón es algo que se da sin necesidad de que sea solicitado. Es, si se quiere, una estrategia individual de sobrevivencia, para deshacerse de las cadenas del odio, y descargarse del peso de la venganza. Pasa primero por mirarse a uno mismo con caridad, para perdonarse por no haber sabido protegerse, por no haber sido el héroe que uno esperaba ser.
      “Pero solicitar ser perdonado, es algo espiritualmente superior. Algo mucho más valioso que perdonar porque tiene efectos re-humanizantes tanto sobre el agresor como sobre el agredido. Se abre entonces un espacio para sanar y reaprender a confiar en el otro” .

La segunda clave: La reconciliación.


      “Reconciliación no se conjuga con olvido, no es borrón y cuenta nueva. Es todo lo contrario. Es obligación de hacer memoria, de aprender de nuestro pasado colectivo y de nuestra experiencia individual para convertirlos en sabiduría”.

La Tercera clave: La justicia transicional. Tema álgido en la sociedad colombiana y que despierta todo tipo de emociones entre la población. Es preciso, como se ha hecho en procesos de paz llevados a cabo en el resto del mundo, observar y tomar ejemplo. En Sudáfrica o Irlanda del Norte la sociedad comprendió que justicia no significa encarcelar. En Sudáfrica, por ejemplo, el proceso más importante para lograr la paz fue la exigencia de la verdad.

En Colombia, la mayor contradicción se centra en que hay un índice de impunidad de 90%,donde delinquir no solo merece la pena, sino que paga y paga muy bien. Entonces,se trata de mostrar a la población que la justicia transicional implica cero impunidad ya que consiste en lograr que los actores de la guerra paguen sus crímenes en un marco normativo excepcional, que les permitallegar a acuerdos para que la guerra se acabe.


      “Por eso no podemos olvidar aquello que desató la violencia. Marulanda dijo en su momento que él había terminado haciendo la guerra por no perder sus gallinas y sus vacas. No lo olvidemos nunca. Cada una de las partes tuvo motivos para entrar en la guerra. Puede que los de los demás no nos parezcan válidos, pero si despreciamos las motivaciones del otro, estamos en peligro de traicionar nuestra oportunidad de reconciliación”


      “Nosotros como sociedad, aspiramos a que no haya impunidad. Ellos, los de las Farc, requieren seguridad jurídica. Ambas ambiciones son justas. Y no son incompatibles”.

La cuarta clave: Entender que el cambio depende de nosotros.En este punto es importante concebir la democracia como un ejercicio que va más allá de la dinámica electoral (el voto). Es asumir que la democracia esta estrictamente relacionada con la búsqueda y consecución del bienestar común como interés máximo de la sociedad; en tal sentido la sociedad colombiana debe empoderarse del modelo democrático del que ha decidido ser parte.


      “El paternalismo por ejemplo: pensar que solo el que esta “arriba” tiene la capacidad de tomar las decisiones correctas para el que esta abajo, desapoderándolo de su iniciativa, volviéndolo dependiente, sumiso, y controlable. El mesianismo, que se manifiesta en nuestro deseo de que llegue la persona que tendrá la verdad revelada y que podremos seguir sin refutar, obedeciéndola ciegamente sin asumir riesgos. El clientelismo, el padrinazgo o el machismo, todos síntomas de un proceso de deshumanización con el cual dejamos de ser personas para volvernos cosas”.

La quinta clave: La confianza. Si bien, la desconfianza por el otro está arraigada en nuestra idiosincrasia; desconfianza que prolifera en las relaciones personales y llega a ser total frente a las instituciones y al gobierno incapaces de cumplirle a la gente; en un país con todas las incertidumbres habidas y por haber, en materia de salud, educación, trabajo, etc., es crucial recuperar la capacidad de creer en el otro, y convertirnos en una sociedad que pueda entregar a sus futuras generaciones la posibilidad de confiar.

En los países orientales, por ejemplo, el valor de la palabra está ligado directamente al honor; en Japón,cuando un político incumple sus promesas sufre deshonra y se castiga fuertemente por la sociedad; en China mientras tanto, los planes quinquenales prometieron sacar anualmente a 15 millones de personas de la pobreza y el aparataje estatal ha cumplido.


      “Creo que la palabra clave es “confianza”. Reconciliarse implica aprender a confiar en el otro. Duro reto en un país donde ser confiado es visto como una falta de carácter.


      “Confiando le damos la oportunidad al otro de tornarse en un ser confiable. Aprendemos todos a salir de la cultura del mal pensante, del avivato, del avión, del sálvese quien pueda. Le permitimos al otro volverse socio y dejar de ser enemigo”.

La sexta clave: El amor.


      “Es dramático constatar cómo en muchos casos las víctimas no despiertan compasión, sino desconfianza. No se les cree. Así está aconteciendo en Europa con la llegada de una ola masiva de refugiados sirios. Sucede allá como aquí, que la víctima lo es doblemente, del agresor y de la sociedad que lo cuestiona.


      “Reconciliar a la familia colombiana es reinventarnos el ser colombianos. Es reconocer con humildad el fracaso de las soluciones expeditas. La paz no se logró, ni se logrará, con intentos de cooptación ideológica o de eliminación física del otro.”

A PROPÓSITO…

A propósito de este discurso que trae a la memoria algunos momentos de su cautiverio, ylos que Ingrid Betancourt describe mejor en su libro:No hay silencio que no termine, publicado en 2010,el cualdesafortunadamente ha pasado con bajo perfil en nuestro país, llama la atención descubrir que este relato es sencillamente la historia de un secuestro desde una perspectiva alejada de todo androcentrismo, y producto de los tiempos violentos.

Es curioso y no es casualidad, caer en la cuenta que libros como El corazón las tinieblas de Joseph Conrad, o El señor de las moscas de William Golding, junto con el libro de Ingrid Betancourt, escritos en tiempo de guerra y posguerra tienen en común un estado de enajenación colectiva derivada de la violencia y, en todos los casos, dejan ver cómo las inclemencias de la selva, los animales extraños, la falta de comida, la búsqueda de adaptación y aceptación de adultos y niños a ambientes hostiles, confluyen en actos de deshumanización. Los tres libros demuestran que para ejercer poder, conquistar, someter al otro y sobrevivir hay que deshumanizar.


      “En ese mundo, lo primero que tuve conciencia de haber perdido fue mi voz. La narración de mi secuestro, la reconstrucción de los hechos que precedieron mi captura, los comunicados del Gobierno y de la guerrilla, los comentarios de muchos, las especulaciones de otros tantos: todas las voces se oyeron, salvo la mía”.

No hay silencio que no termine desvela detalles de la composición, jerarquías al interior de las FARC-EP, modos de vida en la selva y el machismo que permea al monte.Narra los dramas de las guerrilleras madres, de comandantes guerrillerosyde secuestradas(os)como Clara Rojas y Gloria Polanco, a quienes no se les permitía estar con sus hijos. Descubre que victimas y victimarios son presos de sus propias historias.


      “Comprendí que en la selva, víctimas de la deshumanización éramos todos, los secuestrados y los secuestradores. Muchos intentábamos frenar y revertir ese proceso con los medios que teníamos”.

Estamos a tiempo de dejar de ser una sociedad ciega, sorda y muda;de ponerle fin auna guerra sucia y oscura. Aunque se haga alarde a un eslogan bastante mencionado por estos días, hay que darnos cuenta que es el momento para la paz.

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