El fetichismo de la mercancía y su secreto.

Por: Genaldo Rodriguez Barbosa.

A propósito de la celebración de los 150 años de publicación de El Capital.

    En el siglo XXI el dinero manda al mundo y el capital financiero genera la ilusión de que el capital se reproduce independientemente de la actividad laboral de millones de personas, ocultando la verdadera fuente creadora de valor o plusvalía, de la que se apropian los dueños de los medios de producción y del mercado especulativo, ocultando así la explotación del trabajo humano.

El objeto es empezar a efectuar algunos análisis sobre la obra EL CAPITAL, escrita por KARL MARX, a propósito de cumplirse próximamente 150 años de la publicación del tomo I de esta obra, en 1867, y que hace parte de su extenso trabajo compuesto por tres tomos, dos de los cuales fueron editados y ordenados por su amigo Friedrich Engels quien los publica con posterioridad al fallecimiento de Marx en 1883. NUEVA GACETA se propone iniciar una serie de análisis en publicaciones periódicas, abordando los temas de mayor relevancia, comenzando con el tema “El fetichismo de la mercancía y su secreto” que es fundamental para la comprensión y profundización de este trascendental tema, que atañe a la realidad social, como elemento sustancial para la comprensión sobre una cuestión cardinal: ¿en dónde se origina la riqueza? Con gran sabiduría trata Marx el fenómeno, siendo este descubrimiento fundamental en su obra para comprender cuál es la verdadera fuerza creadora de riqueza y de valor y en dónde se esconde este secreto.

Inicia analizando el concepto “fetichismo”, que es atribuirle propiedades a una cosa que no le son propias o, lo que es lo mismo, atribuirle propiedades mágicas y mistificar una cosa.

Toda mercancía tiene incorporado unos valores, que en leguaje de Marx se desdobla en: VALOR DE USO para el no poseedor y VALOR DE CAMBIO para su poseedor, lo que significa que al cambiarse tienen un valor equivalente. Por consiguiente la magnitud que hace equivalentes a dos mercancías no es otra que la igualdad cuantitativa de valores, que en términos sencillos no es otra cosa que la cantidad de trabajo socialmente necesaria para su producción. Es así como lo que hace que una mercancía sea igual a otra es una magnitud, que no es el valor de uso, ni es el valor de cambio, es el trabajo humano. ¡Es el trabajo humano abstracto!, que con sapiencia definió Marx como el tiempo de trabajo que representa la media necesaria o “el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción”. Por consiguiente, la magnitud que hace equivalentes a por lo menos dos mercancías es la igualdad cuantitativa de valores, “mercancías que encierran cantidades de trabajo iguales o que pueden ser producidas en el mismo tiempo de trabajo, representan por tanto la misma magnitud de valor”.

Entonces, los poseedores de mercancías no tienen interés sobre éstas como valor de uso, sino que les importa como objeto de cambio, y al realizar el cambio, apropiarse del valor adicional, producto del trabajo que del hombre que le da un mayor valor a la mercancía.

Por otro lado, es necesario distinguir entre el valor como el trabajo social invertido en la producción y la forma de valor que es un valor de uso, en el cual se manifiesta el valor de toda mercancía, que es la expresión del trabajo humano empleado en ella. Y la característica que hace a la mercancía susceptible de ser cambiada es el valor de uso que ella encierra, y este es el carácter misterioso de su forma equivalente y lo que posibilita la valoración o conmensurabilidad, y este carácter es el que se conoce como fetichismo de la mercancía.

Luego, todas las mercancías al considerarse como valores, es decir trabajo humano materializado y por tanto conmensurable y medible por una medida común, se intercambian por una medida de aceptación general que es el dinero, siendo éste un signo que cumple la función de “representar los valores de las mercancías como magnitudes cualitativamente iguales y cuantitativamente comparables entre sí”.

El precio es el nombre en dinero del trabajo materializado en mercancía, y el fetichismo de la mercancía y su secreto, lo que está ocultando es la verdadera situación de subordinación del trabajo al capital, esto es, la explotación de la clase obrera.

Por consiguiente, el fetichismo se expresa a través de las mercancías, las cuales son el producto del trabajo humano, y es la actividad humana y su capacidad creativa la que produce las mercancías para ser intercambiadas; en ese proceso el capitalista invierte una cantidad de dinero original y obtiene una mayor cantidad dinero o dinero excedente, producido luego de haber cubierto el valor inicial. Este excedente o mayor riqueza creada, es la denominada plusvalía, la cual se deriva del valor de uso de la fuerza de trabajo, y que no es otra cosa que la apropiación por parte del capitalista del mayor valor o riqueza generada por los obreros y trabajadores, representado en el trabajo no pagado al asalariado en el proceso productivo y la generación de valor como fuerza creadora y generadora del mismo, que encierran un valor y que el capitalista expropia, producto del cual realiza mayor acumulación monetaria.

El análisis del fetichismo se encuentra en toda la extensa obra de Marx. Es así como en los capítulos 24 y 48 del tomo III cuando se refiere al interés bancario, y en el tomo IV, que trata sobre la historia crítica de la plusvalía, realiza importantes observaciones sobre el fetichismo, que conservan vigencia y actualidad.

De lo expuesto se puede afirmar que el carácter del trabajo humano, como verdadera fuente creadora de riqueza y de valor, tiene incorporado otro elemento imperceptible, el trabajo abstracto contenido en las mercancías, trabajo humano capaz de crear valor. El capitalista, para encubrir esta categoría de valor, se lo apropia y le da características naturales a la mercancía, ocultando el trabajo creativo no pagado al trabajador y apropiándoselo como plusvalía, la cual es mostrada como característica innata de las cosas y no del trabajo producto de la creatividad humana y de la explotación de los trabajadores.

Finalmente, el fetichismo de las mercancías y su secreto, se encuentran en el mercado capitalista industrial y financiero de todo el mundo, en todos los mercados de capital y se halla de manera secreta en la riqueza creativa producto de la acción del hombre, pero presentándolo como característica innata de las mercancías para ocultar la real fuerza creadora de valor, como es el trabajo humano.

Es así como, en el siglo XXI el dinero manda al mundo y el capital financiero genera la ilusión que el capital se reproduce independientemente de la actividad laboral de millones de personas, ocultando la verdadera fuente creadora de valor o plusvalía, de la que se apropian los dueños de los medios de producción y del mercado especulativo, ocultando así la explotación del trabajo humano.

*Fuente: El Capital, Tomo I, “el carácter de fetiche de la mercancía”. Edit. FCE. México D.F. 1976.

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